lunes, 4 de enero de 2010

Unas palabras sobre el Estado de las Autonomías

En estos días de Navidad se puede ver hasta dónde ha avanzado el Estado de las Autonomías solamente fijándonos en los balances y expectativas para el próximo año que cada Presidente ha declarado en su televisión autonómica. Lo que antes era propio exclusivamente del Jefe del Estado y del Jefe de Gobierno se ha convertido en diecinueve discursos.
Éste es un buen momento para destacar lo bueno y lo malo del Estado Autonómico ahora que el Constitucional va a decidir sobre estatutos como el catalán y es posible que el modelo, aun sin reforma de la Constitución, cambie.
Para hablar positivamente de las autonomías creadas en 1978 solamente hay que viajar a esas regiones y a sus ciudades: donde capitales aburridas y provincianas se han convertido en centros de cultura, de arte, de respeto medioambiental. Como escribió el ponente constitucional Pérez-Llorca: «España se nos aparece como estando quizá más integrada que nunca en su historia».
Necesaria por tanto la descentralización, aunque todavía queda un último escalón: que se produzca esa descentralización desde las comunidades autónomas a los ayuntamientos, la administración más cercana al ciudadano.
Respecto a los aspectos negativos del Estado Autonómico, hay uno o dos: si las autonomías se crearon para que desapareciera o se encauzara un sentimiento independentista, han sido un fracaso. En las comunidades donde existía dicho sentimiento, en estos treinta y dos años ha aumentado. No solamente eso, como efecto no deseado, se ha difundido a otras regiones donde la independencia nunca había sido una opción. Tomemos como ejemplo Extremadura, no hablamos de independencia, pero sí de atribuirse competencias que la Constitución marca como exclusivas del Estado. Es el caso de la relación con Portugal, que para el Estatuto (todavía sin aprobar) corresponde a Extremadura y no a España. El Estatuto catalán, tantas veces criticado, no tiene ningún punto donde se usurpen de esta manera competencias del Estado: se habla de participación en las instituciones europeas, pero nada más.
Por tanto, y volviendo al constitucionalista Pérez-Llorca: «Los proyectos políticos nacionalistas atraviesan por una evidente etapa de radicalización extrema». Dejando a Pérez-Llorca, somos nosotros los que debemos juzgar si esta radicalización y el efecto imitación que tiene en otras comunidades es culpa del Estado Autonómico o, al contrario, si éste ha evitado unas mayores tensiones entre España y las llamadas nacionalidades históricas.
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