viernes, 20 de agosto de 2010

Los moriscos del Reino de Granada, de Caro Baroja


La expulsión de los gitanos romaníes de Francia recuerda las de otras épocas ominosas como la de los moriscos granadinos de la que Caro Baroja escribió en 1957.
Lo primero de su estudio es que podemos lamentar lo que pudo ser y no fue (él no lo lamenta porque no viven en el anacronismo, no hace pensar a los pasados como modernos): un Islam europeo en el sur y el levante español que conviviera con el cristianismo y que, como este, sufriera su Reforma e Ilustración. Sólo quedaron musulmanes en los territorios turcos de Europa: pero la turca era una cultura decadente en comparación con el Occidente y poco podrían haber aportado estos musulmanes orientales a la formación de Europa.
Hablamos de lo que pudo haber sido porque las capitulaciones de Granada fueron muy generosas con los musulmanes. Aunque la llegada del cardenal Cisneros, mucho antes de la Pragmática de 1567, anuncia que los cristianos no pensaban respetar lo acordado en la rendición. Comenzaron entonces las conversiones masivas (y por la fuerza) al cristianismo, con el peligro de que el converso que recayera se convertía en un apóstata al que podía juzgar la Inquisición (esto no ocurrió con los indios en América). La guerra entre cristianos viejos y moriscos se hizo inevitable, aunque éstos últimos fracasaron militarmente (como los guerrilleros posteriores, lo suyo fueron las escaramuzas, aunque se habla en algunas fuentes, exageradas sin duda, de 95.000 moriscos en armas) y se comportaron con tal dureza con sus propios compatriotas que habían abrazado el cristianismo que pronto se volvieron contra ellos. La guerra por las dos partes fue de gran dureza: miles de cristianos fueron vendidos como esclavos en África, así como miles de moriscos en el resto de España. Incluían mujeres y niños. Un hecho curioso entre los moriscos, y del que habla Caro Baroja, es el de ensañamiento, parodia y burla de imágenes cristianas que recuerda mucho al posterior de los anarquistas. La expulsión de los moriscos fue una catástrofe humana en Granada (no tanto económica como se ha creído, en ese sentido lo fue más en Valencia), ya que muchos moriscos expulsados se habían convertido realmente al cristianismo.
Caro Baroja, en cambio, se sitúa en la época precisa para explicar dos razones de la expulsión que los historiadores actuales rechazan:
- El miedo al Turco y a los piratas berberiscos y los contactos con Francia: como ya se ha dicho los moriscos colaboraban con sus correligionarios del otro lado del Estrecho para cautivar cristianos, así como tenían contactos con Turquía y con Francia, ambas enemigas de España. Una nueva invasión de España hubiera resultado imposible, pero el temor de los contemporáneos, como demuestran las fuentes que utiliza Caro Baroja, era muy real.
- Las costumbres. Muchos historiadores actuales creen que una gran parte de los moriscos no eran ya musulmanes, pero sus costumbres y tradiciones sí. Pero, como explica Caro Baroja, poniendo el ejemplo de una cristiana: vestir para ella a la castellana o rezarle a tal santa podía ser para ella igual de importante que comulgar. Lo mismo ocurría para el morisco: entre el pueblo inculto, religión y costumbres se confunden.
- Explica Caro Baroja que una persona como Lope de Vega podía diferenciar al morisco de los hombres del centro y norte de España. Pero que en Granada, Valencia y Murcia la diferencia era religiosa y no biológica, que todavía hay en españa sangre mora: en su mayoría de cristiano viejo con morisca.

Sobre el diálogo de Sancho y Ricote, Caro Baroja señala los diferentes tipos de moriscos en función de su religiosidad: 1º Indica que el retorno de los moriscos fue cosa generalizada: “y es el deseo tan grande que casi todos tenemos de volver a España –dice Ricote-, que los más de aquellos y son muchos, que saben la lengua como yo, se vuelven a ella, y dejan allá a sus mujeres y sus hijos desamparados””. 2º, Alemania aparece como el país en el que “se vive con libertad de conciencia”. 3º, Se aprecia que entre los moriscos, hombres y mujeres, había grados en la aceptación de la fe católica: Ricote es un indeciso, su mujer y su hija cristianas convencidas, su cuñado (Juan Tiopieyo) “fino moro”



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