Mario Vargas Llosa |
Nos produce como mínimo sonrojo releer lo que escribimos anteayer, mucho más les debe producir a los intelectuales cuando les escupen textos que ya tenían olvidados de un pasado maoísta o falangista, por ejemplo.
No todos hubieran tenido el valor de Vargas Llosa para dejar constancia de sus coqueteos con Fidel. A otros le negaron el valor (otros, no él), aunque fuera de sus escarceos con el franquismo. A Vázquez Montalbán le están publicando una antología periodística (de la que él no decide qué sale y qué no, al estar muerto) donde se obvia la inmensa mayoría de lo que escribió bajo el Régimen, que fue mucho. Arcadi Espada, en Rosa de Alejandría, lo explica.
Otros en cambio se enorgullecía de su colaboracionismo, una forma más de la picaresca española. El también difunto Haro Tecglen, por ejemplo, escribió piezas laudatorias del Régimen que tanto criticó. Entiendo que hubiera que buscarse la vida, pero no el orgullo, ni las risas: a Gaziel sólo le quedó el exilio interior, Julián Marías educó a las españoles pero no le rascó la panza al dictador.
En tiempos de dictadura, hay que hacer lo necesario para sobrevivir, es mandato humando. Pero no carcajearse luego, cuando a otros les rompieron los huesos en la cárcel.
Valiente Vargas, cobarde Francesc Salgado (quien eligió qué publicar de Montalbán).
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