1.- Tenía que hacer dos trabajos
para mañana lunes y otro para el día 4 y no he hecho ninguno. Me digo que son
las siete de la tarde y que tengo tiempo. Pero no hay ganas. Quizá me suponga
jugarme la nota en Estructuras Políticas (el de Reporterismo intentaré hacerlo
mañana antes de ir a clase).
2.- Cuando el autobús se ha
parado, no sé si en Mula o en la
Puebla, he visto cómo se agolpaban para subir siete u ocho
personas (la mayoría mujeres). Con desagrado las he mirado : sudorosas,
con camisetas blancas de cualquier manera, esas gorras de béisbol, pantalones
cortos ; un grupo ruidoso y un poco hortera, en definitiva. Luego han
subido al autobús. Riéndose, contándose lo bien que se lo han pasado...
incluso, varios llevaban ramas de árbol como si fueran bastones. Un hombre
gordo, moreno y sudoroso se ha sentado a mi lado y yo he fingido ignorarlo
siguiendo leyendo mi periódico. Dos mujeres ya cumplidos los cuarenta (aunque
quizá todavía no). Se han dado las direcciones, así que he supuesto que no se
conocían. Al poco, y mirando a las
señoras, me he dado cuenta de que su pinta de horteras tenía que ver con su
condición de animales urbanos transformados en irrisorios amantes de la
naturaleza que se han curtido en miles de acampadas. Gafas de sol y pantalones
de marca (las camisetas blancas, todas iguales, llevaban un lema que no he
conseguido leer). Por lo que he escuchado pertenecen a un grupo católico que se
reúne una o dos veces al año. Una le decía a otra, parece que menos
acostumbrada a estas reuniones, que se enteraría por los periódicos o que preguntara
en el obispado (luego le ha dado su dirección, por si acaso). Menos mal que no
eran kikos o algo así, que no estaban bendecidos (ironía) con un tropel de
niños. Porque hubiera sido insufrible que asaltaran el autobús y se llenara de
pequeños mocosos cristianos. El hombre de al lado no paraba de levantarse de su
asiento, logrando casi asfixiarme contra el cristal y hacer un comentario
incomprensible (algún guiño de sus experiencias juntas del tipo mata a esa
cucaracha o sabes encender el fuego). Los imaginé ya fuera del autobús cuando
la euforia de su acampada descendiera hasta sufrir sus crisis de los cuarenta,
sus menopausias, sus gin tonics, su fútbol, los niños (dos, la parejita) y, de
vez en cuando, a misa. No se me ocurre nada más decepcionante, más alejado de
cómo quiero vivir mi vida. Y así, contentos, morenos y cansados, se despiden.
3.- Este sábado me encontraba
malísimo. Ya el viernes no pude dormir bien y pase despierto toda la noche.
Luego el sábado me ha recordado una resaca tremenda : vómitos, marea,
flaqueza..., pero no salí : así que no bebí ni me drogué ni nada por el
estilo. Serán las secuelas o, simplemente, algo que me sentó mal en la cena.
Pero lo escribo (un poco para justificar que no haya hecho los trabajos) porque
cuando teníamos una fiesta de las gordas al llegar a casa y durante todo el día
siguiente lo pasaba fatal, pero al tiempo lo recordaba con cariño : no
pude dormir en veinte horas, o estaba con sudores todo el tiempo, o llevaba
tres días sin estar muy bien de la cabeza. La razón es que tendemos (tiendo) a
mitificar todo. Cuando pasa y lo recuerdas, tan sólo quedan las veinte horas
que no dormiste, pero te olvidas lo mal que lo pasaste, lo que hiciste y
pensaste en esas horas.
4.- Mi abuela todavía no se ha
muerto. Ayer mañana fui a verla. Hacía un ruido muy raro y estaba como
consumida. Lleva una semana muriéndose, pero aún no. A mi madre la veo muy mal.
Quizá porque nunca he estado unido a mi abuela no lo siento tanto, porque
quiero que se acabe ya y así que mi madre pueda descansar.
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