Con Machete aparece en la historia del cine norteamericano el primer héroe hispano a la manera de de las blaxplotation de los años 70. Tiene muy buenos momentos: el arranque ya es prodigioso: la valla de la frontera y los inmigrantes cazados como si fueran cucarachas (no llega al nivel de Starship Troopers de Verhoeven, su mejor película, la más incomprendida); Lindsay Lohan como la nueva white trash y su escena lésbico incestuosa (además de su transformación en monja, ¿piensa Robert Rodríguez en una saga con ella de monja asesina), el martirio del hermano de Machete, tan influenciado por Buñuel, como fue Buñuel la amputación en Planet Terror y también la prota sin ojo (morbo por amputaciones y muñones), la palabra revolución que, como comentaba un crítico de Rockdeluxe, es la única vez que en cine de Hollywood se han pronunciado en el sigo XXI, el mejor papel de Robert de Niro en veinte años, la risa que le tiene que dar a Melanie cada vez que se acueste con Antonio y piense en la cara abotargada de Don Johnson; el destrozo que los anabolizantes han perpretado en el rostro de Seagal, Jessica Alba y Michelle Rodríguez...
Desde la primera parte de Kill Bill, Tarantino no hace una buena película. Su método siempre ha sido sencillo: de la basura saca su estilo propio, su sello de autor. Como ocurre en Malditos Bastardos (de la que sólo se salva el inicio). Pero su película de coches es bastante menos divertida que el Planet B que la acompaña, aunque rescata a Russell. La segunda parte de Kill Bill flojea en comparación con la primera...
Robert Rodríguez no manipula la basura: de la mierda que vio de joven saca mierda. Desde Sin City está en estado de gracia. La poca pretensión es una virtud, como The Faculty o Spy Kids (incluso la segunda parte), películas gamberras. Serie B de verdad y no esa serie A que se vende como B de Tarantino.
PD. Un amigo me comentaba que es excesivamente larga. Yo también creo que le sobran veinte minutos (dura 105). Hay que recordar que es un trailer que se alargó.
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