viernes, 3 de diciembre de 2010

Suicidio, prensa, eutanasia

Mario Monicelli
Un nonagenario se lanza a la calle desde la ventana del hospital donde se le trata un cáncer de próstata. Suicidio, aunque esta palabra no aparezca demasiado en los periódicos. Podríamos decir que la hemos redescubierto.
Si no hubiera sido un director famoso, Mario Monicelli, la prensa ni lo hubiera mencionado. Demasiados al cabo del año. Y el periodismo sigue la lógica (no probada científicamente) de que un suicida llama a otro suicida. El síndrome de Werther, aquel personaje de Goethe que se quita la vida con las pistolas que le manda su amada y que sirvió de inspiración a tantos románticos europeos. Para mi generación el modelo fue otro: el yonqui de Kurt Cobain. Y hoy en día continúa fascinando el suicidio, como demuestra una noticia de EFE de 2008 donde se afirma que es la principal causa de muerte en Barcelona entre los menores de 25 años. Rompió el consenso la hermana de la Princesa de Asturias y se abrió la veda. Lo que no significa que si usted y yo nos tragamos un bote de pastillas nos regalen portadas. Ni así: no somos noticia.
Lupe Vélez, no dejó un bello cadáver
Pero el salto al vacío del director de La Gran Guerra nos lleva a cuestionarnos sobre una sociedad que todavía no sabe qué hacer con sus enfermos terminales. Un año después del caso Eluana Englaro, Italia aprobó una ley sobre cuidados paliativos que, al parecer, no bastaba para Monicelli. España hará lo mismo próximamente, aunque le añadirá de «muerte digna» (manía de adjetivar: nada es menos digno que la muerte, busquen en Internet el suicidio de Lupe Vélez; nadie menos bienaventurado que los pobres). Fue el cristianismo quien condenó el suicidio. Recuerdo novelas llenas de mentiras piadosas para poder enterrar en sagrado. Desde Petronio (lo conocerán aunque sea por Quo Vadis y su bella esclava hispana) hasta Hume, muchos han defendido el derecho del hombre a disponer de su mente y cuerpo como quisieran. Sin llegar, eso sí, a los extremos del anarquista Stig Dagerman para quien el suicidio es la única prueba de libertad del hombre.
Cuántos no se lo hubieran pensado de haber tenido segunda oportunidad. Pero no la hay.

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