miércoles, 30 de marzo de 2011

Javier Sierra


Contaba una amiga que hace tiempo visitó la mezquita de Córdoba; al poco de estar allí la llamaron por teléfono y le comunicaron que su abuela había fallecido. Años después volvió a Córdoba y su mezquita y se tropezó con el escritor, Javier Sierra. Lo pensó como una señal de mal agüero. A los cinco minutos, el teléfono suena y una voz, probablemente la misma que la vez anterior, le da la noticia del fallecimiento de su otra abuela.


Con estos antecedentes, comprenderán que mi primera reacción tras la entrevista con el superventas autor de La cena secreta fue llamar a mis abuelos. «¿Todo bien? Perfecto, nos vemos». Nada parecido al cine de terror japonés como Llamada perdida.
Reconocido por el gran público, que tal vez no haya leído nunca, por sus apariciones en televisión o en radio hablando de misterios cotidianos, de conspiraciones para ocultar ovnis… preferimos hablar con Javier Sierra (http://www.javiersierra.com) sobre sus novelas, de las primeras y de la última que ayer presentó en Cartagena (ciudad que, explica durante la conversación, esconde en el fondo del mar uno de los misterios que más le fascina), El ángel perdido.
Usted define sus novelas como «de investigación», ¿significa que debemos creer los hechos que se cuentan?
No. Fundamentalmente quiero decir que se trata de una novela donde escenarios, ideas, referencias que contiene, están sacadas de la investigación sobre un hecho histórico real y propone a los lectores una aventura cultural que va más allá del simple entretenimiento. Soy muy consciente, sobre todo en estos tiempos con una nueva clase de lectores más crítico, que pueden acudir a las nuevas tecnologías para consultar cualquier dato de la novela. Por eso he querido incorporar indicios que a ese lector le añadan un extra.
¿Cómo ve el futuro de la novela, todavía en papel o en la red con más aplicaciones?
Nos lo dirá la evolución del libro electrónico, ya que todavía estamos en pañales. Pero no va a ser lo que tenemos en las librerías, una mera adaptación del papel. El lector digital tendrá hipervínculos imágenes, diccionario, mapas…, será otra clase de producto cultural, no exactamente un libro.
Sus novelas podrían considerarse «históricas», un género que en España ha sido menospreciado y calificado de bum o moda destinado a desaparecer. Pero pasan los años y las novelas históricas de misterio continúan como las más vendidas.
Pero es que yo creo que en España en particular los críticos van por detrás de la realidad y todavía no han comprendido muy bien lo que pasa. Piensan que esto es un subgénero literario, cuando es el literario por excelencia. Todos los grandes libros incorporan elementos históricos o de misterio. El género madre de la novela se llama en Francia «la novela de búsqueda». La Epopeya de Gilgamesh, viaje de un dios sumerio en busca del Edén, es un especie de Código da Vinci construido hace más de mil años, es la novela que se conserva más antigua. Otro Código da Vinci es el Cuento del Grial de Chrétien de Troyes, donde el caballero Perceval, arrostra grandes peligros para encontrarlo. Todos son Códigos da Vinci entre comillas.
Los críticos no han entendido nada, la literatura sirve para contar historias, para emocionarse, para vivir aventuras. En España se entiende como mero ejercicio lingüístico cunado una novela no es un fin en sí misma, es un medio.
Flaubert, sobre La educación sentimental, aseguraba no haber querido contar nada, solo basarse en la fuerza del estilo. ¿Qué piensa de la importancia de la forma y el fondo?
La novela se inventó para contar cosas. Los que solamente se centran en la estética son huecos. Luego habrá que vestir la novela de la forma, de los ropajes que mejor le sienten.
Autores como Dumas o Víctor Hugo que en su momento hicieron novela histórica (ni uno vivió en la Francia de los mosqueteros ni otro en la del jorobado) son ahora muy reconocidos por la crítica.
El ejemplo que me pones de Dumas sirve porque fue un escritor que escribía para entretener, al igual que Dickens. Tenían tanto éxito que se publicaban sus novelas por entregas en periódicos. Pero sus contemporáneos los criticaban. Como a Miguel de Cervantes: su Quijote fue un best seller, tan copiado que se hicieron apócrifos que obligaron al escritor a redactar una segunda parte. Muchos de estos libros minusvalorados por los críticos serán los clásicos en el futuro, con lo cual los críticos quedarán en muy mala posición.
En la novela histórica, parece que hay dos corrientes: una que intenta abrumarte con datos y descripciones eruditas (Umberto Eco, por ejemplo) y otra que prefiere aportar breves apuntes, que, por decirlo así, no se note las lecturas previas del novelitas (como Anne Perry), ¿cuáles son sus preferencias?
El principio que yo uso en el lenguaje es el principio de eficacia. Podríamos decir que mi primer mandamiento es la eficacia de la novela. No vas a ver nunca explicaciones farragosas. Entiendo que hay que ser interprete de las interpretaciones farragosas y convertirlas en sencillas para los lectores. Para construir El ángel perdido utilice libros como el de Enoc o el de Gilgamesh pero simplificados para el lector, esa es parte de mi tarea.
Contaba Faulkner que uno de sus mayores retos fue hacer hablar a los egipcios de Tierra de Faraones de Howard Hawks, ¿cómo le da el tono adecuado a personajes de otros tiempos?
Intento que utilicen un vocabulario afín a la época, pero la construcción gramatical de manera híbrida para que se entienda en nuestros días no pretendo que hablen como entonces porque existe un pacto con el lector de saber que es ficción, que es novela. Lo que el lector quiere cuando accede a un texto de novela histórica es entretenerse y aprender, y si quiere saber algo más está bien que se le oriente con una bibliografía especializada pero no pretendo sustituir a los expertos, sino abrir la curiosidad. Una novela que no despierte curiosidad es una novela muerta. Ese sería otro de mis mandamientos personales.
¿Qué le parece el término nuevo periodismo o las novelas sobre nuestro pasado reciente como la de Cercas?
En el caso de la novela de Cercas el dramatiza un momento histórico reciente y sabemos que estamos leyendo una novela, tiramos del pacto… Pero no estoy de acuerdo con él en que un artículo periodístico se ficcionalice. Yo soy periodista y cuando he hecho trabajos de investigación he explicado con rigor toda la información. Una cosa es periodismo y otra ficción y es obligación del que escribe mostrar el contrato al lector. Esto es ficción, aunque aporte datos reales, y esto es periodismo. Creo que es muy importante que el lector sepa lo que lee, es una premisa éticamente básica.
Me sorprendió que La dama azul la revisara y ampliara diez años más tarde, ¿cuándo se puede decir que una obra está acabada?
Soy perfeccionista. Parto de otro mandamiento mío interno de que una obra de un autor está abierta y viva en cuanto a que el autor esté vivo. El único que puede ampliar, modificar, reescribir la obra es su autor, y yo en un momento determinado vi que mi primera novela, La dama azul, era una novela de principiante que debía ser revisada a fondo. ¡Y lo hice porque nadie más puede hacerlo! Espero que cuando yo me muera queden lo mejor posible para la posteridad.
Espero entonces que no tenga usted un albacea literario como el Max Brod de Kafka.
Igual hago como Julio Verne que quemó todas sus fichas y notas para que nadie supiera los caminos que transitó.
¿Qué supone escribir a cuatro manos como con Jesús Callejo en Sobre la España extraña?
A mí me resultó un proceso muy estimulante escribir la España extraña. Él es un experto en tradiciones populares, en leyendas: ponía la parte legendaria, yo la de investigación. El resultado fue magnífico, pero tienes que estar en un estado mental especial, tienes que ser muy generoso en tu planteamiento y permitir que otro te cambie las ideas. Ese estado no es perenne. Ahora mismo a mí me resultaría muy difícil
¿Fue más fácil digerir el éxito de La cena secreta al no ser esa su primera novela?
Me alegra mucho haber tenido un recorrido desde abajo. Haber empezado con editoriales pequeños, textos que se vendían medianamente y luego subir. Puedo comprender cómo es la vida de casi cualquier clase de autor y eso es importante, me da mucho panorama en el mundo del libro. Y me ha hecho descubrir que una buena idea si realmente es buena no conoce obstáculos para abrirse paso.
¿Para cuándo las adaptaciones cinematográficas?
Hay interés en varias de mis novelas. Productoras españolas y norteamericanas están leyendo El Ángel perdido. Pero no lo veo en el horizonte inmediatísimo y tampoco tengo prisa.
¿En Sobre la España extraña aparecen historias de Murcia?
Hablamos de la Cruz de Caravaca en ese libro. Pero hay otra historia muy cartagenera que me interesa muchísimo. El hundimiento de la goleta Beatriz en el siglo XIX hundiéndose cerca del puerto. En ella viajaba la momia del faraón Micerino, cuya imponente pirámide fue la tercera levantada en la meseta de Gizeh durante la IV Dinastía.
¿Qué puede decirnos de su última novela, El ángel perdido?
Se trata de una novela de aventuras con fuerte dosis de misterio e intriga… con una arquitectura muy particular. Arranca con una escena de alta tensión y mantiene la tensión hasta el final. Es un desafío literario en toda regla que creo que el lector lo va a disfrutar… y sobre todo es una novela alejada de los tópicos del género: no hay nazis ni templarios ni masones. No he necesitado uno de esos elementos para construir una buena novela de misterios.
El comienzo recuerda a esas escenas de acción, a modo de prólogo, que abren una película incluso antes de los títulos de crédito. ¿Piensa en imágenes?
Soy un autor muy de mi tiempo y sé que el lenguaje ha cambiado. Si quisiera contar historias como Dickens me sería imposible. Si una película no nos atrapa en la primera secuencia, es muy difícil que seguir todo el desarrollo de la aventura, siendo consciente de eso mis novelas atrapan desde la primera secuencia y mantienen la atención a lo largo de toda la obra. Eso es porque somos una civilización que se ha vuelto adicta a la adrenalina…
Piedras preciosas que a lo mejor existieron en la realidad o no, la cabala, jeroglíficos… ¿el lector entra en su juego o puede que se pierda?
Perderse no. Esta es una novela que acepta muchos niveles de lectura, desde el lector desprevenido que entra por primera vez en una obra de estas características hasta el más formado. Para todos hay, quizá por eso he tardado siete años, porque he querido construir una novela multinivel que le pueda decir algo a cada lector.
¿Ha visitado todos los lugares que recorren los protagonistas de la novela? ¿El monte Ararat, por ejemplo?
Sí, en el caso del monte Ararat me puse en la piel de mis protagonistas. Cuando estaba en sus faldas me enfrenté al desafío de escalarla movido por el mito, porque sabes o crees que puede haber algo de valor, en este caso el Arca de Noe.
¿Trabaja ya en una nueva novela?
Ahora me queda un año de promoción por delante. Así que no creo que me pueda sentar a escribir hasta dentro de un año. En mayo hago Sudamérica; en otoño, Estados Unidos y, antes de final de año, Europa. Mientras tanto continuaré mi proyecto particular de presentar El ángel perdido en todas las provincias españolas.
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