jueves, 28 de abril de 2011

Mi locura no reconoce tu locura


Los hombres no lloran... y esto no es una lágrima o el que llora no soy yo.

¿Verdad, mi vida, que cada vez parece mejor ? Mi locura no reconoce tu locura. Hay diferencias... por lo menos en la forma. Tú hablas y hablas... hablas de cualquier cosa, pero a veces divagas y construyes frases insólitas y brillantes : entonces sé que estás loca.

Yo camino cuidadosamente sobre una raya de tiza. ¿Quién ? ¿Por qué la dibujó ?

No importa... o no lo sé. Sólo camino. Camino con el hilillo de espuma o sangre o agua salada en la boca. A veces, el hilillo se convierte en un chorro caliente, tan caliente : es cuando me asusto y evado. Si no estuviera tan caliente... Aun así, yo sigo caminando.

Pero esto que escribo tampoco importa demasiado hoy... cuando todo va bien entre nosotros dos. Porque en este instante somos, quizá (y tengo miedo de equivocarme), recuerdo de una madrugada. Quizá seamos esto o lo otro... y, si no fuera así, qué importa. Nada... nada. Quiero equivocarme y creer... crear tus pupilas.

Mejor aún, más fácil, regocijarme en su contemplación. Voy a ocultar mi cabeza entre tus pechos para que no me sorprenda el día así... tan feliz.

Estamos locos y solos... y yo me doy cuenta, pero tú... tú te engañas y, también, acabas engañándome, ahuyentando la normalidad con palabras sin sentido y, sin embargo, lúcidas, tanto que me asusta tu lucidez. Después se restablece la cordura y, bajo su imperio, la glorificación de los notarios ; llegado este momento tú dejas de fingir ser una gaviota y te cansas de que yo sea una rosa. Nos cansamos los dos, pero tú en seguida deseas jugar otra vez... y jugamos. Pero yo pienso que tampoco es justo que siempre juguemos cuando tú quieres, porque, normalmente, tardo semanas en fundirme con la rosa y, cuando lo consigo, no te importa deshacerme. Creo que así dormirás más cómoda : apoya tu cabeza en mi pecho, yo dormiré en el suelo. Si alguien te busca esta noche, no me abandones. Cuando jugamos a ser lágrimas es muchos mas complicado. Tu llanto estalla : riega mi jardín y purifica mi hígado. En el hígado está la esencia... mi esencia. ¿Jugamos a arrancarme el corazón ? Nada. Sigo respondiendo. Pero no me quites el hígado. Si me lo quitaras, el hilillo de espuma se calentaría o cambiaría de color la rosa.

Mi llanto es un llanto feo : lastimado, impotente, aniquilado. Y tú me dices : "Cobarde, no llores... no llores así que pareces un perro". Entonces lloras tú, y tus lágrimas forman un río... y mi llanto imita al tuyo, pero crea un charco sucio, enfangado.

Todavía recuerdo la mañana que yo lloraba porque tu pecho había oscurecido cuando lo toqué. Y ese era un símbolo de desamor, pero también lo eran las avestruces con la cabeza oculta, las luciérnagas y aquel señor tan mayor que juró no volver jamás... y ya ves aún dónde está. El pecho estaba oscuro... y tú reías mientras yo lloraba. Pero no era la primera vez y pudiste ser más convincente. No creía entonces ni en tu llanto ni en tu risa ni, tan siquiera, en el pecho oscurecido. Por no creer no creí que estuvieras viva... ahora sé que estás muerta, como estuviste ayer.

Húndete conmigo. Muéstrame la cicatriz y háblame de seguros, de hipotecas, de basura que se amontona en la puerta de la habitación. Háblame y no pares, que me olvide qué estamos haciendo. No es mucho tiempo, lo sé. Quizá, si realmente olvido qué estamos haciendo, dure siglos o unas fiestas de primavera. Pero en los hechos no hay engaño y me divido en cien, en mil haces de luz, en mil insectos... todos bien muertos. Perdona, tengo que ir al lavabo. Coge galletas.

Dudo que lleguemos a entendernos. A mi me conmueve tu insistencia de que nos conocimos en otro tiempo, y que ese tiempo nos deparó una suerte mejor, pero es difícil creerlo, y también que en recuperar ese pasado común y, por lo que dices, maravilloso esté la clave para mejorar nuestro presente. Hay otros puntos de fricción, como mi cucaracha Yolanda. Dime algo y no estés tan callada. ¿Enciendo la vela que huele a mayo ? Vaya, los sueños de mayo están ajados. Dime algo y no estés tan callada. Puedo chupetearte la cara o cantarte una nana. Dime algo y no estés tan callada, que creo que he vuelto a estropearlo todo.

Tú le hechas toda la culpa a Yolanda, a mi Yoli.

Todo lo nuestro se está desmoronando, sin poderlo apuntalar con nuevos momentos y sensaciones, desde que descubriste que llamaba a mi cucaracha con tu nombre. Pero deja que te diga que eso no es malo y, además, yo la quiero con otro afecto, sin sensualidad.

Federico llamó a su tortuga como yo, aunque tú me quieras confundir para que te dé la razón y digas que fue al revés, que yo me llamo así por la tortuga. La cucaracha se llama como tú porque me dio mucha lástima matarla y, después de muerta, no me atrevía a echarla a la basura y la dejé allí en el baño. Poco a poco, cuando tenía que ir me quedaba un rato de charla con ella, hasta que las charlas se hicieron continuas y empecé a buscar excusas para ir y tener una conversación profunda y agradable. Bien pensado es incluso un honor que os llaméis las dos Yolanda, y ya también yo empiezo a dudar quién fue antes : si ella o tú.

¿Te levantas y te vas ? ¿No te gusta lo que oyes ? Mira que tienes mucho que perder. ¿Quién jugará contigo al juego del caracol ? ¿O al de la rosa y la gaviota ? Mira que Yolanda se queda conmigo, encerrada en el baño. Está bien, vete, que ya nadie te dirá caracol col col saca los cuernos al sol ni tampoco nadie oirá tus pesadillas de niña que ve luces rojas en la tarde. Creo que estás muerta o muy cansada. Te has dejado las galletas y no has dibujado dragones imaginarios con tus uñas en mi pecho desnudo. Pero ya sabíamos que este goce es a la vez una muerte y algún precio teníamos que pagar si cada día parece mejor. Ahora que te vas no te contentas con marcharte sin ruido, esperas impaciente, apoyada en la jamba de la puerta a que yo grite o llore, pero los hombre no lloran... y esto no es una lágrima o el que llora no soy yo.



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