Mal empezaba el regreso en autobús cuando los viajeros eran incapaces de hacer una cola recta para subir. "Si fuéramos alemanes", pensó mi amigo JuanFer por mí. E iba a hacer un comentario racista cuando caí que todos (excepto dos mujeres) éramos españoles. Ni moros ni sudamericanos a quien culpar.
O el lado ácrata español o mejor nuestra incapacidad para seguir una línea. No sé si los insulté o no: "el español es al hombre lo que el cerdo al cerdo ibérico" porque cuando voy con los cascos no tengo claro si hablo o pienso.
Avanza la cola como meandros de un río y, despistado, tropiezo con el de delante. Se sorprende, me sorprendo, miramos al frente donde un gurpo de ancianas parece que están regateando con el autobusero. "Mañana me subo a Cavila a practicar con el coche", este no es JuanFer si no yo. La vieja primera me recuerda a mi abuela: costumbre de colarse, regatear y, quién sabe, si le dará por fregar el suelo (la fregona hubiera venido bien a la ida, pero no nos adelantemos).
Las ancianas se dan cuenta de que el conductor está de mal humor y desisten. Entonces observo la fauna que viene detrás mío en la cola y descubro a un caravaqueño que echó las potas a la ida... Ahora se trata de acertar, no vaya a que se coloque a mi lado. He comido poco y mal (gracias Mónica) pero no tengo estómago para vómitos o varon dandy (igual).
Llego casi hasta el final y me siento apoyado en la ventana izquierda; en la ventana derecha, también apoyada, una chica con un pañuelo en el cuello y bolsa de Zara... Seguro que huele bien... Pero, al momento, dos adolescentes se sientan: una a mi lado, otra, al de la chica del pañuelo y sacan sus bocadillos, casi más grandes que ellas. En mi época todos eran de nocilla y estos parecen de sobrasada.
Sigo con la música: mientras el caravaqueño no pote (está unos asientos más adelante) todo va medio bien. Entonces, por Mula, después de un interminable viaje por pueblos de Murcia que no están en los mapas, sube al autobús un cuarteto de lolailos, lo intentan con el cubata, no les deja el autobusero de mal humor, pero el pestazo a larios y la música desafinada les acompañan. Subo el volumen a la mía... me ganan... hasta que pruebo con el último de Britney, insuperable.
Y en Bullas (donde el autobús para más veces que en ningún sitio: podrían tener estación) veo cómo me estoy quedando sin batería en el Mp3. Media hora más y ahora no me quedará mas remedio que escuchar a los cantores, las viejas, las adolescentes... a punto la ansiedad... Pero se bajan todos: la chica del pañuelo, las adolescentes, nuestars abuelas, los del larios... y quedamos el de las potas y yo hasta Caravaca. Temo que las eche, que me sume y que el conductor nos ponga de patitas en la calle a los dos.
No pasa nada, la batería y el hombre aguantan como dos valientes. Nos bajamos del autobús y, en seguida, decido coger mi Tata gris. Pero como tengo el Síndrome Escarlata O'Hara lo dejaré para mañana... o pasado..
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