viernes, 20 de mayo de 2011

Ella era la chica de Toni, un buen polvo




Cuando terminé anoche a Catherine Millet, pensé el sexo puede ser tan aburrido como practicar deporte. Así que intenté hacer algo parecido: lenguaje sexual nada erótico
I
Ella era la chica de Toni. Un buen polvo, como decía él. Uno como hace años no tenía. Y fregaba, cocinaba, odiaba los toros, leía a Ibsen y a Unamuno, no dejaba pelos en el baño o la compresa ensangrentada flotando en el water y, sobre todo, no le importaba demasiado chupársela ; aunque también tenía sus ratos, como todas, vaya, como todas, y cogía un peluche o se mordisqueaba el dedo y hacía jurar a Toni que nunca la dejaría. Aún así, Toni la quería : por su magnífico polvo, porque limpiaba y todas esas cosas. Y ella decía que tenía quince años, y él asentía, echándole a su putita japonesa, como él la llamaba por sus ojos rasgados y su cabello negro, unos veintidós o veintitrés.


Qué no está nada mal, joder, que un tipo como yo, cumplidos ya los cincuenta y con una cicatriz en la cara, se folle después de desatascar meaderos a una putita así... Y le doy caña, vaya si le doy.
Era agosto : las dos y media. Hacía un sol del demonio. Toni regresaba a casa.
Y también estaba Yolanda, que volvía de Argentina, de follarse a todas esas Américas, como decía él, gringos, perros, indios, leprosos, loros, sudacas... Yolanda, que ni fregaba ni se la chupaba, leía a Bretch y a Reich y su polvo era sólo aceptable, antes sí, de joven tenía un polvo de geisha, a Toni le gustaba la palabra geisha, y un coño caliente ; pero Yolanda, que no cocinaba y siempre tenía jaqueca, era su mujer.
- Cariño, llego mañana tarde.
Y hoy era mañana mañana y no le había dicho a su putita japonesa que se tenía que marchar.
Entró a casa. Se quitó el mono azul de trabajo y se metió en la ducha.
Esta tarde volverá mi mujer con la niña, te tienes que marchar. No te dije que fuera para siempre... Nada lo es. Fueron tres semanas... ¡Joder, tres semanas fantásticas ! Bien, te tienes que ir... Quizá pueda darte algo de dinero. No mucho, claro, soy fontanero. Desatasco la mierda de los ricos. Cuanto más ricos, más mierda. Nunca he tenido mucho dinero... No llores por favor. Fueron tres semanas de la puta madre. Yo nunca te dije...
Salió de la ducha, se secó despacio con una toalla el pelo y se puso el albornoz.
Entró a la cocina. Olía a acelgas y a tocino friéndose. Empezó a hablar :
- Mira, nena, yo...
No estaba saliendo como esperaba. Gritaba, lloraba, le pegaba, intentaba arañarle la cara. Por fin se calmó. Toni la abrazó, cerró los ojos y continuó hablando :
- Cariño, soy sólo fontanero, antes fui barrendero, y en la mili, camello... y mañana puta. Siempre pobre. No podría ponerte un piso aunque quisiera. Con ese cuerpo alguien te llevará con él. A lo mejor os casáis... No, no te rías.
- ¡Vamos a follar !
Siguieron abrazados. Se besaron, se separaron y se volvieron a abrazar. Las manos encallecidas de él bajaron hasta su entrepierna, estuvo un rato con las dos manos en el coño, sin moverlas. Luego una subió hasta sus tetas y comenzó a apretarlas y amasarlas, desagradable y vulgar ; primero por encima de la ropa. Al momento ella se quitó la camiseta y el sujetador. Con la otra mano consiguió bajarle las bragas y le metió uno, dos y hasta tres dedos en el coño. Se calmó y comenzó a acariciarle el monte de Venus, el clítoris, los labios mayores y menores, hasta que llegó al perineo. Volvió a dedicarse al clítoris. Ella le metió la mano dentro del albornoz y le agarró la polla. La frotó contra su coño e hicieron el amor, mitad en el sofá, mitad en el suelo. Al terminar, él se limpió en la cortina.
Hostias, se me ha olvidado chuparle las tetas.
Pero ella había encendido un cigarrillo y estaba tumbada, indiferente, en el sofá.
- Cuánto dinero quieres ? - dijo él. Había sacado un fajo de billetes de la cartera y los estaba contando.
- Me has violado.
- ¿Qué ? - se sorprendió -. ¡Qué has dicho, puta !
- Tengo quince años y me has follado.
- Tú no puedes...
Y entonces fue cuando vio la sonrisa de ella, vio también cómo se ponía la falda y jugaba con las bragas, estirándolas entre las manos.
- ¡Maldita sea !
- ¿Otro buen polvo ?
Llego mañana tarde. Cárcel. Los periódicos. A los violadores les dan por el culo en el trullo. Mi putita japonesa y su polvo magnífico. Cuando sales ya no eres el mismo. Sólo quince años.
- Pero tú no quieres hacerme esto, ¿verdad, nena ? A lo mejor puedo ponerte un pisito... o entre mi amigo José y yo. Lo conoces, ¿verdad, nena ? Dijiste que la tenía así de grande. Mi mujer no tardará en volver a Argentina, a follarse a todas esas Américas : gringos, perros, indios, leprosos, loros, sudacas... Y puedes volver aquí entonces. ¡Tú sabías lo que hacías ! Yo no he sido el primero. ¿Te he pegado alguna enfermedad ? No, ¿verdad nena que no ?
- Me has violado y llamaré a la policía.
Toni gritó. Ella gritó. Nada. Entonces él salió, cerró la puerta de un portazo.
Bajando las escaleras se iba cagando en todo el santoral : San José, San Esteban, Santa
Catalina, San Jaime...
El coche lo tenía aparcado en la puerta. Lo abrió, encendió el aire acondicionado y lo volvió a cerrar. Esperó fuera, fumando, hasta que se enfriara un poco el interior.
Terminó el cigarro, encendió otros dos más y se metió después en el coche. Conectó la radio : Dire Straits, y se dirigió al puerto. Al llegar pensó que había mucha gente.
Aparcó, entró a una licorería para comprar una botella de ginebra ; ginebra sola, inconfundible, para retener un rato en la boca y luego tragarla o escupirla, porque a veces hay que escupirla. Andando atravesó el puerto y llegó a una playa solitaria, se quitó los zapatos y siguió por la arena, contemplando el mar embravecido o, a su izquierda, la línea de tren. Cuando se cruzó con dos mujeres en tetas, tuvo tiempo de pensar en unos pezones que a la primera caricia se ponen duros y sensibles. Sonrío a las chicas o al pensamiento que le asaltó después y que era viejo y conocido. Tomo conciencia de no ser, de realidades diferentes o compartidas, extrañas, confusas e inconexas. Pero Marco, que era quien escuchaba esas reflexiones después de comer en cualquier bar, entre sorbo y sorbo de su carajillo, sonreía y eructaba o se tiraba un sonoro pedo en honor del cocinero y no decía nada ; aunque la opinión de Marco no era la más indicada.
Es que Marco es lector de Henry Miller y de Don Camilo, y no da importancia mas que a los sonoros pedos, a los vómitos y eructos o al gargajo verde y al palillo en la boca.
Toni saltó la pequeña verja que por precaución separaba las vías del tren de la playa y de la carretera. Se arrodilló, apoyando la cabeza en el raíl y con las dos manos extendidas. No habrá más huevos que el tren me arranque los brazos y me aplaste la cabeza... y me aplaste la cabeza. No se sintió tan bien como antes : se sentó, bebió un trago de ginebra, aguantándola un rato en la garganta, la saboreó y luego la notó bajando hasta el estómago, limpiándole cualquier poso de flaqueza ; se llevó también la amargura y los cojones, porque morir no tiene mucho que ver con los cojones. Cuando a Luis, a mi hermano, al Luis de la polla gigantesca, la boca partida, los dientes todos rotos, más combates a sus espaldas, perdidos y ganados, que ningún otro chico del puerto de Barcelona... cuando a Luis le aplastó el pecho una viga que cayó de la obra, también se cagó. Y eso que Toni olvidaba el llanto, el oh Dios, el olor a sangre y a heces y a sudor, a mierda, vaya, a mierda.
Toni suspiró. Bebió otro trago de ginebra siguiendo el ritual anterior, porque siempre lo había hecho así y porque no sabía hacerlo de otra manera. Se volvió a arrodillar.
Yo sólo desatasco lavabos. Lavabos de ricos... los pobres se bañan en su mierda. Lavabos de ricos... y cuanto más ricos, más mierda. Nena, ¿por qué lo hiciste tan difícil ? Ahora ya no hay salida.
Y Toni sabía la historia que se contaba : que a los violadores les dan por el culo y que cuando salen han cambiado, son débiles, asustadizos...
Oyó llegar el tren. Soy un buen indio, porque hasta cinco minutos después el tren no se le echó encima. Suspiró y pensó que quizá hubiera necesitado otro trago de ginebra, otra botella, porque morir no tiene mucho que ver con los cojones...
II
Rosa, la putita japonesa, que no era japonesa, ni siquiera puta, nada más marchar Toni deambuló por las calles de Barcelona, rumbo a Las Ramblas. Hacía mucho calor, y era ridículo ver a una muchacha a las cuatro de la tarde con un viejo abrigo de hombre, del tío Pedro, que me lo dio antes de marchar. Él fue quien me dijo que un hombre no era hombre si no tenía dinero, y si era pobre... ¡pues a comer coños !, pero el abrigo harapiento de hombre resultaba incómodo y ridículo. No llevaba maleta.
Las bragas que llevo en el bolsillo, la falda y la camiseta puestas. Para qué quieres la ropa, me dijo Toni. Y yo, la muy tonta, no tengo nada mejor que hacer que tirar lo poco que traía cuando me prometió llevarme de tiendas. El coño se me hizo agua. ¡Yo de tiendas !
Sonaba una ambulancia cada vez más cerca, unos pilluelos corrían detrás de un balón pinchado, las vendedoras de flores se refugiaban en el Corte Inglés, un joven tartamudo le preguntó si tenía frío, en las terrazas de los bares, los ingleses bebían limonada.
¿Qué haré en Las Ramblas ? Allí ya no está el tío Pedro en su puesto de camisetas y banderas.
Pidió un taxi.
- No, no tengo dinero. Perdone. Yo... me equivoqué.
- ¡Váyase a la mierda, puta !
Recorrió la ciudad. Tuvo que andar casi dos horas para llegar a las afueras.
Éste es. Número dieciseis. Cuarto A.
Subió las escaleras despacio. Alguien lloraba en el primero. ¿Un niño ? ¿Una niña ? Alguien. Y su padre le gritaba que por favor se callara.
Siguió subiendo.
En el segundo piso había un burdel, de doña Ramona, que siempre ha querido llevarme. Que no te va a faltar de nada, decía, que tendrás cama y comida todas las noches. Pero Rosa no quería cama... o no tanta.
Y ya ves de qué me ha servido. Con tito Pedro, con Víctor, con Toni... con todos en la cama. Tú eres mi reina, te quiero a morir... Y en la cama es verdad. Yo soy la reina de todos, de todos ellos... en la cama.
Llegó al tercer piso. Hizo un alto, respiró y escupió por el hueco de la barandilla.
Contempló el gapo que caía, se limpió la baba que le colgaba, volvió a respirar y continuo subiendo.
Estaba en el Cuarto. La puerta del Cuarto A estaba entreabierta. Entró y la cerró después cuidadosamente. Atravesó un largo pasillo, ya en él le llegó un fuerte olor a marihuana. Sonaba una canción de The Doors. La había escuchado como unas mil veces.
Era todo lo que hacía Víctor : acostarse en la cama, leer a Rimbaud, Blake o Lovecraft, escuchar veinte veces seguidas Riders on the Storm y colocarse.
Lo contempló desde la puerta. Estaba con los ojos cerrados, sin camiseta, el pecho velludo y barba de dos semanas, el pelo grasiento y largo, unos vaqueros rotos, calzoncillos rojos ; se frotaba la polla suavemente. Un porro se consumía, triste, en un cenicero. Rosa examinó ahora la habitación : el viejo tocadiscos, el poster de Jim Morrison y el de Marilyn, libros empaquetados y otros por el suelo, siempre dijo que no se quedaría y vive aquí ya dos años, la carta de una antigua novia sobre un mueble destartalado.
Él, por primera vez, abrió los ojos. Aspiró un ligero aroma a sándalo y volvió la vista hacia donde se encontraba ella. Tanteó la cama buscando el cenicero. Lo encontró, le dio una calada al porro y lo tiró al suelo. Cerró de nuevo los ojos.
- Has vuelto, ¿no, puta ? Te dije que volverías. Anda, ven y chúpamela.
- Claro, Víctor. ¿Tienes algo de comer ? No he comido, ¿sabes ?
- Chúpamela antes.
Bombeo y succión. La mayoría de las mujeres piensan que esa es la clave de una buena mamada. Pero no es así. Tito Pedro decía que cualquiera puede hacerlo. Bombeo y
succión, decía, es para paletos, como si joder fuera sólo meterla y sacarla. A veces vale. Es violento y rápido. Pero me enseñó a usar la lengua. A pasar mi lengua por la polla de un tío, a recrearme en el capullo, a dejarme llevar por sensaciones y que no fuera un acto mecánico. Yo hago las mejores mamadas. Igual que Toni te hacía correr de gusto cuando te chupaba el coño. Tito Pedro, con toda su teoría, nunca fue tan bueno.
- Dame algo de comer antes.
- De eso nada... En todo caso un poco de harina.
Víctor se levantó de la cama y fue a prepararse una raya.
Rosa salió de la habitación. Seguía sonando Riders on the Storm. Víctor terminó de empolvarse la nariz, vio como Rosa se marchaba y comenzó a gritar :
- ¿Dónde te crees que vas ? ¡Dónde vas, puta ! Vuelve aquí a chupármela. ¡Vuelve, puta ! Sé que vas a volver.
Rosa saltaba los escalones de dos en dos. Paró en el tercero. Escupió por el hueco de la barandilla y bajó corriendo las escaleras a ver si llegaba antes que el gapo.
III
Yolanda no volvió mañana tarde como dijo, sino pasado mañana mañana. Hizo parada en Brasil, cambió su cubano por un mulato sabrosón de a mil duros el paquete ; y de ahí el retraso.
Para cuando llegó, dos policías estaban en la puerta de su casa hablando con la vecina de abajo.
- ¿Notó algo raro en él ?
- No.
- ¿Cuando lo vio usted por última vez ?
- No lo había visto en todo el día.
- Entonces no puede saber si se comportaba raro.
- No, pero...
Miró fijamente a un policía y luego al otro, que ni hablaba ni tomaba notas. No había visto nada, ella no era mujer que fisgoneara a sus vecinos, pero... pero con ellos no hay duda de que están jodiendo cuando joden. Tiemblan las paredes y gritan como animales en celo. Resoplando él parece una locomotora, y ella pega unos gemidos que se te meten en la oreja y calan hasta los huesos, y una se siente... joder, que necesito masturbarme, que mi Paco ya no rinde y cuando me encuentra ruborizada después de haberme corrido, lo sospeche o no, creo que hasta le alivia. Y cuando se peleaban también lo hacían en serio. Cristales rotos, golpes, aullidos y chillidos. La niña era un buen elemento.
Pero no quería hablar de la putita japonesa.
¿Qué se yo de cuando un hombre necesita a una mujer y la suya está siempre de farra ?
- ¿Qué hay de la chica ?
- ¿Qué ?
- Mire, el vecino de arriba nos dijo que llevaba unas semanas una chica con él.
Fue en ese momento cuando entró Yolanda.
- ¿Qué ha pasado ? ¿Qué hace toda esta gente en mi casa ?
- ¿Su casa ? ¿Entonces usted es Yolanda Serra Maragall ?
- Sí... y, ¿qué hacen ustedes aquí ?
- Acompáñeme, por favor.
Salió Yolanda acompañada del policía que ni hablaba ni tomaba notas.
La vieja cerró los ojos. Esperaba que no le hicieran más preguntas. Sólo recordaba el cuerpo desnudo de la muchacha, su coño negro, cuando en el balcón, tumbada en la hamaca, leía Las olas y La ciudad de Dios ; después llegaba Toni de trabajar, se desnudaba silencioso a su lado, ojeaba el periódico un momento, lo tiraba con desgana y se acercaba a su putita japonesa por detrás y le besaba la nuca, ella se desperezaba y con destreza encontraba la polla de él, que al momento se ponía dura...
- Mire, vieja, sabemos que aquí hay algo más, que ese desatascador de mierda era un putero. Nos da igual. Sabemos pero no queremos saber. No vamos a molestarnos en buscar a la puta que estuviera con él. El jefe ha recibido una llamada de Don Ramón Serra Cabrera. Suicidio de un borracho. Suicidio de un borracho sin motivos, sólo su borrachera. D. Ramón es un pez gordo, y mi jefe, desde que huyó la banda del tío Pedro, está bajo muchas miradas. La gente no quiere pederastas... D. Ramón y otros empresarios catalanes financiaron en las últimas elecciones al alcalde. Nada de publicidad. Usted siga con sus macetas, su pensión, sus pajas solitarias los viernes noche, su vino barato, su marido jardinero...
- Lo sé. Yo a mi vida y que los ricos vivan la suya.
- Pues eso... Mire, tampoco quiero presentarlo así. Yolanda es de familia rica. ¿Qué paso ? Que de estudiante se enamoró de Toni, un hombre mayor que llevaba a sus espaldas muchas carreras huyendo de los grises, muchos conciertos de Lluis Llach, muchas peleas en el puerto... así que se casó con un desatascador de mierda y perdió relación con su padre. No se volvieron a ver. Y ahora él piensa que...
Yolanda apareció apoyada en el policía, dos pasos detrás la seguía sombrío el mulato sabrosón, el polvo a dos pesetas, como le llamó cariñosamente Yolanda cuando grabaron un vídeo guarro la noche pasada.
Yolanda miró a la vieja de abajo, preguntándose confiada si le cuidaría la casa si, como esperaba, se iba de nuevo a vivir a la mansión de papá, mientras esta idea le rondaba la cabeza pensó el mejor Hemingway, el Hemingway de Fiesta, y le dijo al policía como de pasada :
- Antes sí, pero la verdad es que hace meses que no me tocaba... pobre Toni.
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1 comentarios:

Sex Shop dijo...

Muy buenooo!!!!!!!