
Como convivimos con el lechero de Churchill una fiebre primaveral se nos asemeja a una rebelión y unas décimas más y ya parece la revolución. De una democracia en la que vegetábamos durante décadas, hemos pasado a una efervescencia de propuestas ilusionantes acompañada de los «hombres de la porra» aporreando y de los abertzales sin boina anteayer en el domicilio de Valcárcel, ayer en el de Gallardón… Todos somos el judío de alguien.
Porque los excesos de la revolución (o los desórdenes fantaseados por sus enemigos) abren las puertas de la contrarrevolución. ¿Quedará algo de esta pasión que nos ha sacudido? ¿Un Testamento del Doctor Mabuse, unas Tempestades de acero antes de que España enmudezca otros treinta años?
El asedio al Parlamento catalán fue la primera derrota de los «indignados». A pesar de que el Movimiento 15M (y todos los que han cobrado relevancia tras las primeras protestas) han condenado la violencia, creo que no solo la escaramuza, la guerra se ha perdido. Solo hay que hojear los periódicos en esta resaca…
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