miércoles, 19 de octubre de 2011

"¡Queremos otro Shalit!"...

gritaba la multitud en Gaza mientras Hamás prometía otro Shalit.
Mal negocio el israelí: 477 presos por 1, este de ceder al chantaje del enemigo (no utilizaré "terrorista"). Siempre es mala señal, peor todavía cuando las condiciones de vida de los palestinos hacen miserable la existencia y creen, los alucinados de Alá, en un dios que les promete el Paraíso por asesinar. 
La lección fue aprendida por los enemigos de Europa y Estados Unidos cuando Somalia: uno de los nuestros vale por cientos de los suyos... y más si pueden grabar una decapitación. 
Pero ese casi 500 a 1 es un disparate se mire por donde se mire: trae más cuenta secuestrar a un colono o a un soldado que explotarse en Jerusalén. Es cierto que la sociedad israelí lo quería mayoritariamente, que Netanyahu se encuentra acosado por sus indignados y sus opciones de reelección a día de hoy son escasas y necesitaba un golpe de efecto, pero no entiendo este canje que solo puede traer consecuencias nefastas en un momento en que no es Israel precisamente una fortaleza: el declive del Imperio Americano, la fortaleza del Imperio Otomano, el antisemitismo europeo (aunque se llame antisionismo)... cada vez Israel se encuentra más solo porque la batalla de la propaganda la ganó hace décadas Palestina (a pesar de que los claroscuros en este futuro país son mayores que los de Israel: no una sociedad como las europeos pero sí lo más parecido en Oriente).
Leonardo Sciacia, en un libro apasionante, debatía sobre el secuestro de Aldo Moro por las Brigadas Rojas y, en sus conclusiones, él apostaba por su liberación (como había sucedido en anteriores ocasiones y como se filtraba en las cartas que los secuestradores dejaban escribir al propio Moro antes de asesinarlo). No creo que tuviera razón: ya no se trata de una democracia, o de tener o no razón, que en el caso de Israel es cuestionable en muchos aspectos: aunque no se trata como en el País Vasco donde unos (los etarras) matan y otros son asesinados, en una guerra también hay que saber cuándo negociar y cuándo no. Viendo las imágenes: esta ha sido una victoria clara para Hamás. Qué le queda a Israel: aparte de dejar caer una lluvia de bombas sobre Gaza y Cisjordania, solo veo dos soluciones próximas: la primera, meter una cuña entre la OLP y Hamás (siemrpe mejor que se maten entre ellos); la segunda, contratar como relaciones públicas a Kofi Annan y su pandilla (lo de Blair no ha resultado) cuando estos terminen su verano-otoño-invierno en el País Vasco. 
Cierto es que la comida israelí dudo que esté tan rica como la vasca, pero siempre pueden prometerles un arbolito justo de esos israelíes y, utilizando sus contactos en la Industria de Hollywood (comentario racista: todos los productores son judíos), una película en la que Morgan Freeman interprete a Kofi Annan.


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