domingo, 3 de julio de 2011

El saqueo de los saqueadores

Los bolcheviques, en los años de 1917 y 1918, se encontraban incapaces de controlar la violencia campesina contra cualquiera que poseyera. Sí podían en cambio alentarla... y es lo que hicieron. Si la vida del campesinado y del obrero no mejoraba, habiá otra opción: que la del funcionario, la del burgués, la del aristócrata, empeorara. Un igualitarismo en la desgracia, al que Lenin, acertado en lemas que pasan a la histoira, llamo "el saqueo de los saqueadores". 
Una viuda noble (cuenta Orlando Figes) había entregado pacíficamente la mayor parte de su tierra y ganado a la comunidad campesina. Finalmente se suicidió cuando unos soldados-campesinos borrachos le mataron su último caballo, su última vaca y le dejaron en la puerta de su casa, como recordatorio, su perro muerto.

¿Puede un esclavo liberarse a sí mismo? Tras siglos y siglos de servidumbre, ¿puede actuar de manera diferente a una bestia? En el caso soviético, Orlando Figes demuestar que no existe un Febrero pacífico y un Octubre violento como han defendido los enemigos de los bolcheviques (tampoco el Octubre de Eisenstein). La violencia se desató entre las masas desde los primeros instantes: a las expropiaciones necesarias se les añadieron rasgos de un sadismo extremo. Lenin instauró el Terror centralizado, pero el de los campesinos y obreros fue simultáneo o previo. Nadie les tuvo que decir que mataran a los enemigos de clase. En este sentido cobra mayor relevancia el subtítulo de la obra de Figes: "La tragedia de un pueblo". En primer lugar fue el pueblo el responsable de la tragedia y en segundo lugar ese pueblo sufrió en sus carnes la tragedia porque la inmensa mayoría de soviéticos eran campesinos que apostaban por unas comunidades autogestionadas, eso significaba para ellos el poder soviet, lo que vagamente creían que representaban los bolcheviques. Escribía Dzerzhinsky en 1922 que la Cheka se encargaba de "proporcionar una sabia dirección al odio de siglos que el proletariado sentía hacia sus opresores". 
Parecen los campesinos hacer buena la sentencia de Sartre en el prólogo a Franz Fanon: Porque, en los primeros momentos de la rebelión, hay que matar: matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro,
suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido: quedan un hombre muerto y un hombre libre; el superviviente, por primera vez,siente un suelo nacional bajo la planta de los pies".
¿Puede producirse un cambio sin violencia? En el caso del campesinado ruso, la ebriedad de la liberación sacó lo peor de cada persona y el funcionariado bolchevique ya se encargó de potenciarla, nunca de aminorarla: "No busquéis las pruebas de que el acusado ha actuado o ha hablado contra los soviets. En primer lugar, preguntadle a qué clase pertenece, cúal es su origen social, su educación y profesión. Éstas son las preguntas que deben determinar el destino del acusado". 
Cuando se lee Los que susurran del propio Orlando Figes, posterior a La Revolución Rusa, sobre los muertos de Stalin, cuando uno ve (ahora sabiendo) a los miles de hutus que huían de los tutsis tras exterminar cerca de un millón de tutsis, no puede dejar de preguntarse: ¿hasta qué punto se lo merecían? En el caso del campesinado ruso tal vez hasta pueda hablarse de una justicia poética, ellos, que eran la inmensa mayoría que rodeaba Petrogrado como una isla no defendieron la Asamblea Constituyente, ni tan siquiera el Consejo de Soviets, pagarían con creces. ¿Pero, por otro lado, si a los campesinos los tratas como animales durante siglos, cómo esperar que no te muerdan?
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