martes, 26 de julio de 2011

La nariz de Cleopatra, de Judith Thurman

Uniforme de Air France, por Balenciaga
Duomo Perímetro publica una recopilación de artículos (entre 1987 y 2009) de la periodista del The New Yorker, Judith Thurman.
El título La nariz de Cleopatra: 26 variedades del deseo alude a la famosa sentencia de Pascal: de literatura, de cine, de moda, de fotografía, casi todos sobre mujeres... Judith Thurman escribe con igual perspicacia e ingenio de cada uno de los temas; (casi) nunca es cruel, pero tampoco complaciente con las personas a las que entrevista o de las que hace un retrato cuando se inaugura una exposición (que nunca veremos en España) sobre su obra.

Ana Frank, excelente su comparación con la escritura de Jane Austen: "Ambas son moralistas cómicas con una opinión despiadada sobre la feminidad convencional, sin por ello renunciar a esta" (aunque me surge la duda de qué edición, de las muchas de los diarios, leí yo en su momento); Catherine Millet ("Si bien se refiere a la "vasta extensión de su deseo", pocas mujeres parecen haber aprendido menos sobre la naturaleza del éxtasis en el curso de sus experiencias, o haber obtenido tan poco provecho de sus derechos de explotación"), Yasmine Reza, Flauber, Maulraux (Judith Thurman escribió la biografía de Dinesen en la que se basa ese horror de película llamado Memorias de África)... Lo borda sin embargo en una frase que dedica a la cineasta Riefenstahl, la crítica más brutal de una carrera: "Si, por definición, el tráiler de una supuesta obra maestra nunca puede ser mejor que la propia película, el legado de Riefenstahl no supera la prueba". Todo esto en un momento en que se reinvindica a la alemana y se intenta limpiarla de sus simpatías nazis (más que demostradas).

Picasso y Lee Miller
Pero sus artículos de moda son especiales: una conversación con Jackie Kennedy poco antes de que muriera, que le sirve de prólogo a una reflexión sobre la ropa que llevaba en la Casablanca. Una exposición sobre Jackie en la Camelot, donde se excluye el vestido rosa ensangrentado del marido y el traje de luto con un velo extraído directamente de Goya; Maria Antonieta: Madame Pompadour, Isabel Toledo en el momento de ser elegida directora creativa de Anne Klein en 2006, Luisa Casati (que no era diseñadora pero vivía de la moda), Armani, Versace... y dos genios (Balenciaga y Schiaparelli) y medio genio (Chanel).
Balenciaga fue considerado por Christian Dior el mayor diseñador de alta costura del siglo pasado. Judith Thurman lo llama el Absolutista: capaz de marcar tendencia en dos líneas: una casi ascética y otra que sigue la tradición española de majas... vestidas, Vírgenes de Zurbarán. Quien sin salir a la calle adelantó la revolución del 68. Un Balenciaga "que se dirige a un imperio en extinción, y el otro a una improbable utopía". Hay un Balenciaga para cada diseñador, aunque Thurman reconoce que la ropa de Balenciaga, vista en exposiciones pierde en comparación con otros diseñador, aunque explica que él nunca usó modelos sino mujeres interesantes: "la moda se aprovecha del miedo cuando intenta persuadir a las mujeres crédulas de que un vestido puede volverlas tan encantadoras como a las adolescentes inhumamente perfectas que lo llevan. Pero Balenciaga, que se negaba a hacer trampas, apreciaba en su justa medida los pecados de las mujeres y las perdonaba". 
Elsa Schiaparelli
El vasco se sintió menospreciado cuando Dior en 1947 se llevó el mérito de haber reactivado la alta costura con la silueta corolle, también llamada New Look, cuando Balenciaga se había adelantado ya antes de la II Guerra Mundial. Del menosprecio, al orgullo: se negó a participar como todos los diseñadores en la semana de la moda de la Cámara Sindical de Alta Costura: él y Givenchi lo hicieron un mes más tarde: no faltó nadie del todo París. Todavía en el 56 su "vestido saco" encendía la imaginación de Fellini.
¿Y Schiaparelli? Busquen en Internet sus locuras con los dadaístas y surrealistas como el español Dalí: su color era el fucsia intenso, le shocking. Según, Judith Thurman, Antonio Marras está ya en las primeras colecciones de la italiana (1927-1929), las cremallera de los vestidos de Helmut Lang en 1935; los vestidos cruzados de Diane von Furstenberg, los hacía la italiana en 1930; con una falda pantalón vistió a la tenista Lilí Álvarez... Los vestidos de papel, los impermeables transparentes, los calcetines de colores, la ropa deportiva, las chaquetas camisa, las colecciones con temas exóticos... aunque la italiana también le debe a predecesores como Paul Poiret.  Y para los cinéfilos (esto es un poco gay, o mucho) el traje de las Dietrich, Garbo, Crawford (ella la descubrió para Hollywood), esas míticas hombreras...
Sentenciaba Schiaparelli: "El veinte por ciento de las mujeres tienen complejo de inferioridad, y un setenta por ciento se hacen falsas ilusiones".

PD. Lo peor, sin duda, del libro es que no contenga fotografías: ni de la obra de fotógrafas como Lee Miller ni de los trabajos de diseñadores como Balenciaga (la única vez que hizo moda para las masas: esas azafatas de Air France) o Schiaparelli (los trajes de Wally Simpson, la mujer que hizo abdicar a un rey), las pinturas de kimonos de Moriguchi... El precio se dispararía, claro, y tenemos Internet.
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