miércoles, 7 de septiembre de 2011

Orgullo murciano, orgullo vikingo

Orgullo gay, orgullo vikingo, orgullo comanche, orgullo murciano…
La última de estas expresiones «orgullo murciano» se repetía constantemente en las redes sociales cuando se conoció que a un empresario de la región y a un médico le han concedido la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.
Alegría, imagino, para familiares y amigos, pero creer que exista una «condición murciana», con sus atributos positivos y negativos, parece propio de románticos alemanes o de un nuevo Ernest Renan que, a la separación racial entre arios y semitas, le sume una tercera categoría, la «raza murciana», que incluye un gen que permite operar exitosamente a futbolistas exitosos.


¿Son más racistas las palabras de Carlos Sentís en su célebre Transmiserià, donde escribe sobre la promiscuidad de la murciana, que las de Miguel Hernández y sus «murcianos de dinamita»? Uno puede halagar, el otro enfurecer, pero los dos parten del convencimiento de que existen unos rasgos comunes en todos los murcianos. Por lo demás, como conozco a algunos del «orgullo murciano» y para nada son racistas; tal vez su expresión delate falta de imaginación en ese momento o necesidad de levantar los ánimos a unos murcianos entendidos como hinchada futbolística.
¿Orgullo murciano y vergüenza murciana? Dos sentimientos que presuponen cierta identificación. ¿Los del «orgullo murciano» experimentarán «vergüenza murciana» cuando apresen a un pederasta, condenen a un maltratador o no condenen a un explotador de su misma provincia? ¿O el mérito es de todos pero la culpa individual?
Cuando uno vive de la política o se encuentra politizado (mucho peor: no te pagan), la frase «vergüenza de ser murciano» o «vergüenza de ser español», significa más bien «me avergüenzo de que “tal o pascual” sea mi Presidente».
Importancia de la expresión, ninguna. Pero que no la pronuncie un norteamericano, un cartagenero o un catalán: hablaríamos de un retorno a las esencias que en nada tiene cabida en una sociedad que se presume ciudadana.
Esos orgullos… para los pregoneros de las fiestas patronales.
¿Mi único orgullo? No sentirme orgulloso de ninguna pertenencia a raza, tribu o credo.
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