Orgullo gay, orgullo vikingo,
orgullo comanche, orgullo murciano…
La última de estas expresiones
«orgullo murciano» se repetía constantemente en las redes sociales cuando se
conoció que a un empresario de la región y a un médico le han concedido la Medalla de Oro al Mérito
en el Trabajo.
Alegría, imagino, para familiares
y amigos, pero creer que exista una «condición murciana», con sus atributos
positivos y negativos, parece propio de románticos alemanes o de un nuevo Ernest
Renan que, a la separación racial entre arios y semitas, le sume una tercera
categoría, la «raza murciana», que incluye un gen que permite operar
exitosamente a futbolistas exitosos.
¿Son más racistas las palabras de
Carlos Sentís en su célebre Transmiserià,
donde escribe sobre la promiscuidad de la murciana, que las de Miguel Hernández
y sus «murcianos de dinamita»? Uno puede halagar, el otro enfurecer, pero los
dos parten del convencimiento de que existen unos rasgos comunes en todos los
murcianos. Por lo demás, como conozco a algunos del «orgullo murciano» y para
nada son racistas; tal vez su expresión delate falta de imaginación en ese
momento o necesidad de levantar los ánimos a unos murcianos entendidos como
hinchada futbolística.
¿Orgullo murciano y vergüenza
murciana? Dos sentimientos que presuponen cierta identificación. ¿Los del
«orgullo murciano» experimentarán «vergüenza murciana» cuando apresen a un
pederasta, condenen a un maltratador o no condenen a un explotador de su misma
provincia? ¿O el mérito es de todos pero la culpa individual?
Cuando uno vive de la política o
se encuentra politizado (mucho peor: no te pagan), la frase «vergüenza de ser
murciano» o «vergüenza de ser español», significa más bien «me avergüenzo de
que “tal o pascual” sea mi Presidente».
Importancia de la expresión,
ninguna. Pero que no la pronuncie un norteamericano, un cartagenero o un
catalán: hablaríamos de un retorno a las esencias que en nada tiene cabida en
una sociedad que se presume ciudadana.
Esos orgullos… para los
pregoneros de las fiestas patronales.
¿Mi único orgullo? No sentirme
orgulloso de ninguna pertenencia a raza, tribu o credo.
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