Rosebud, Rosebud...
¿Qué importa si es un trineo
o una fotografía en blanco y negro, o una canción o un recuerdo que te asalta y se te queda en el
pensamiento, clavado para siempre ? ¿Qué
importa cómo deviene la tiranía de la infancia ? Recuerdo de
madrugada (hoy, ayer, mañana), sin orden
cronológico, conversaciones ; gestos ; actos que marcaron mi infancia y que yo creo que me formaron :
la tarde de verano que me obligó el monitor de
natación a saltar a los más hondo de la piscina ; los camareros que
me decían qué niña más
guapa y los chavales del barrio que me gritaban nena o córtate ese pelo
nena ; cuando mi madre nos
llevaba a mi prima y a mí (cada uno con media barra de pan bajo el brazo) a la
plaza del ayuntamiento, que estaba llena de palomas y domingueros, a que
le diéramos de comer a las palomas, y mi
prima les daba de comer en su mano, pero yo,
que tenía miedo, siempre tiraba el pan y huía ; mi abuelo
contándome historias de José María el
Tempranillo, que robaba a los ricos para... ;
los recreos que me quedaba castigado (o
eso pensaba yo) porque no pronunciaba bien la letra r ; mi madre llevándome
al cine todas las tardes de verano durante muchos veranos para que viera Dumbo, Bambi, Robin Hood... (siempre las
mismas películas) ; mi madre escondiendo mis comics de Spiderman y
regalándome Los Cinco en apuros ;
mi madre y yo riéndonos con los payasos del circo ; yo, asustado,
aferrándome a mi madre cuando salían los leones ; mi madre...
Elena ha venido esta noche,
hemos salido a bailar y, como se nos ha hecho tarde y no quería volver sola a
casa, se ha quedado a dormir.
La cama es pequeña e
incómoda para dos, y cuando nos hemos acostado hacía calor, así que no esperaba
dormir mucho ni bien. Sabía, cuando le propuse que viniera a mi casa, que
cuando llegara la madrugada, si no había podido dormirme, ya no podría, pero pensaba que el sueño apacible de Elena
me tranquilizaría, actuando como narcótico,
y no me abandonaría a pensamientos inútiles y perniciosos.
En la cama hemos hablado de
literatura, pero ella se ha callado pronto y yo he continuado hasta que la he
notado dormida. He susurrado un buenas
noches, Elena, le he olido el
cabello y se lo he besado.
Poco después se ha
despertado y me ha dicho que estaba asada de calor, se ha desvestido y se ha recostado en mi
pecho : en seguida se ha vuelto a dormir.
Llevamos ya cuatro o cinco
meses juntos. Al principio no imaginé que fuera a funcionar. Yo había conocido otras mujeres
(muchas no) : las que me gustaban realmente pronto se cansaban de mí y salían con chicos
mayores ; las otras querían que eliminara
mis singularidades, que fuera como
los otros, decían ; y poco después yo las dejaba. Les preguntaba que por qué no se iban con
cualquier otro, pero me respondían que ellas lo que querían es que yo fuera
como los otros, no a los otros. Todavía no lo entiendo :
si soy como los otros y si un día me engañan, ¿debo enfadarme o pensar, ya que
todos somos idénticos, que utilizó para el coito a quien encontró más a
mano ? Me he alejado de lo que
quería decir. No creí que durara porque desconfío de las mujeres (del
género humano, en general), Pero también
porque, para decirlo como los poetas, si lo fuera, ella era luz y yo ocaso. Pero no soy poeta, así
que no voy a intentar decirlo como los poetas.
Yo me conformo con poco en
el día a día : un buen libro o una película, algo de beber (con alcohol, por favor), una canción triste
y poco más ; a ella le interesan las personas, quiere salir por las noches
y rodearse de la gente, quiere también pensar (y que yo piense) que la vida es
bella. Le molesta mi indiferencia, mi apocamiento cuando hay gente delante. Del
futuro sólo me interesa dejar constancia de mi paso por la Tierra, que no sea fugaz y
efímero. Es un sueño vago y confuso, lo sé, pero es mi sueño, no tengo otro.
Ella tiene claro (casi siempre) que terminará la carrera, se casará o vivirá
con un hombre, buscará trabajo y lo encontrará... y será feliz (tampoco es esto
lo que pretendía : la estoy dibujando sin aristas, sin contradicciones, y
ella no es así). Para mí nada está tan claro. Aun así estamos juntos, y la
quiero y me quiere. Tenemos buenos ratos y también malos. Reímos, lloramos, nos
besamos, nos odiamos, hacemos el amor, hay incomprensión, como también les pasa
a los otros (lo digo sin ironía). La
quiero y la llamo cariñosamente pequeñaja...
y yo no suelo ser cariñoso.
Tenues rayos de sol se
cuelan por la cortina y puedo ver la habitación y a Elena desnuda. Su ropa está
tirada en el suelo, desperdigada por toda la habitación. Reparo en sus bragas
rojas, en el sujetador, que está cerca de la puerta, y en los calcetines al pie
de la cama. Ahora me fijo en ella : se ha acurrucado (es normal, anoche
acabamos echando a un lado las sábanas y esta madrugada le habrá entrado frío),
el pelo le cubre la cara y...
Está moviéndose, buscándome.
Acerco mi cuerpo al suyo y la rodeo con el brazo.
Estaba a punto de dormirme
cuando he notado que se levantaba. Ha descorrido las cortinas ; luego se
ha sentado en la cama y ha comenzado a acariciarme el pecho, casi
mecánicamente, mientras tarareaba una canción de moda ; así ha estado un
tiempo, entonces ha acercado su cara a la mía y me ha mirado fijamente unos
segundos. Yo estaba ya con los ojos entreabiertos. Ella acercaba más sus labios
a mi cara, suponía yo que para besarme, pero ha sacado la lengua y me ha
chupeteado las mejillas como si fuera un perro. He saltado de la cama,
sorprendido, mientras ella se reía. Todavía riéndose se ha recostado de nuevo
en la cama y yo me he acostado encima de ella, la he besado para que no
desconfiara y cuando no estaba prevenida he comenzado a hacerle cosquillas.
Ella pataleaba y reía y gritaba y lloraba y pedía que por favor la dejara hasta
que me he cansado de hacerle cosquillas y me he puesto triste sin motivo.
Elena tiene ya los
pantalones puestos y juega distraída con el sujetador en la mano.
- ¿Te lo has pasado
bien ? - le pregunto.
- Sí - se ríe -, sobre todo
con las cosquillas.
- ¿De verdad te tienes que
ir ?
- He de entrar a clase.
La agarro de la cintura y la
atraigo hacia mí. Le beso la boca, el cuello y, finalmente, le beso con
delicadeza un pezón. Ella me aparta riéndose. Termina de vestirse y se va hacia
la puerta. Yo estoy todavía desnudo en la cama, mirándola. Me contempla
preocupada, duda si decirme algo o no, pero no se lo pongo más fácil.
- Víctor, debes ir tú
también a clase. Ya ha pasado más de un mes desde lo de tu madre.
Mamá murió hace un mes. De
cáncer. Llevaba matándola casi dos años.
Consumiéndola por dentro.
Morir día sí y día también, sabiéndolo irreversible y próximo, debe de ser una
agonía. Hace un año (más o menos) tuvimos una discusión. Ella me hablaba de mi
futuro y yo trataba (lo juro) de parecer animado e interesado. Pero nos
peleamos. Llevábamos haciéndolo desde que no cumplí las expectativas, las
esperanzas que todos ponían en mí y que antes o después retiraban. Me cansé de
que ensombreciera mis éxitos y agrandara mis fracasos : siempre la
comparación con la hija o el hijo de tal o cual, siempre diciéndome lo ilusionados
que estaban todos conmigo cuando era pequeño y ahora... Si cuando algo que
hacía o algo que leía me ilusionaba y se lo contaba, ella no hubiera dicho que
eso era secundario, que pensara en estudiar y luego Dios proveería...
Si alguna vez me hubiera
besado sin haber motivo... Pero mi madre no era mujer de besos (ni yo tampoco).
Así que nos peleamos ; y desde entonces sólo la veía los fines de semana,
le pedía dinero, hablábamos en el salón y los últimos meses en el hospital.
Hablábamos sin escucharnos.
Por supuesto no nos entendíamos. Creo que en psicología esto se llama ruido,
pero yo no entiendo de psicología. ¡Cuántas veces me dije y me hice promesa de
que la vez siguiente todo marcharía bien ! Pero, qué va, no salió bien.
También es cierto que entonces
yo fumaba marihuana continuamente y que su consumo potenciaba mi natural
indiferencia, desgana e incapacidad para asumir situaciones inusuales. Influía
otro factor : yo pensaba que mi madre era fuerte (¡la más fuerte !).
Había cuidado ella sola de mí. Recuerdo ahora una vez, yendo yo a parvulitos,
que una profesora, cansada de perder la voz sin lograr que nos calláramos, nos
mandó dibujar a nuestra familia. Yo dibujé a mis tíos, a mis abuelos, a mi
padre... y a mi madre mucho más alta que todos ellos, tan alta que, incluso, no
pude dibujar su pelo porque ya había ocupado todo el folio. Así que cuando vino
mi tío a recogerme y silenciosos nos montamos en el coche dudaba de que
realmente estuviera muerta. “Ellos creen
que está muerta. Pero no lo está”, me decía yo. Y me sonreía como si ese fuera
nuestro secreto.
En el pueblo toda la familia
lloraba. Vinieron extraños y me dieron el pésame. Mi padre todavía no había
llegado (estaba de negocios en Galicia). Mi tía no quería que viera a mi madre
(por la impresión, supongo) y mi tío y mi abuelo se enfadaron conmigo y me
dijeron que no era un hombre, que dejara de portarme como un crío. Llegó mi
padre. Pasamos la noche sin dormir. Hacía frío y tenía hambre. A la mañana
siguiente se celebró el funeral. Varios amigos vinieron a hacerme compañía. Yo
escuchaba a las viejas decir que era un bonito entierro. Mi padre siempre decía
que yo mataría de disgustos a mamá, pero yo sé que no lo hice. Se murió de
cáncer, el médico dijo que fue un cáncer, papá, yo no lo hice.
- Ya casi no pienso en nada.
- ¡Tampoco es eso !.
Abre la puerta de la
habitación y se va. La escucho hablar con mi compañero de piso. Me levanto de
la cama y ojeo los libros de mi biblioteca : Los subterráneos de Kerouac, América
de Kafka, Candido de Voltaire, Parménides de Platón... Finalmente cojo el Pabellón No. 6 de Chejov. Comienzo a
leer, pero no me concentro. Éste es otro día más sin ir a clase. Ya no escucho
a mi novia. Me acuesto de nuevo después de bajar la persiana. Quisiera quedarme
aquí, inmóvil en la cama, sin pensar en nada. Sin embargo estoy pensando en la
última de mis novelas inconclusas (y ya son varias).
Salgo a la cocina y me
preparo un vaso de leche. Me lo bebo, lo friego y voy al comedor, donde está mi
compañero de piso.
- Vas desnudo.
- Ya - le contesto con
indiferencia.
- Hemos pensado que
necesitas hablar con alguien de tus...
- ¿Quiénes ?
- Tu novia y yo.
- No creo que os importe lo
más mínimo.
- Eso no es justo. Además,
tu novia no lo está pasando bien. Dice que últimamente...
- ¿Qué…? - le interrumpo.
- Dice que no tienes
confianza en ella y que nunca habláis de nada... Que estás todo el tiempo
callado sin prestarle atención.
- Tampoco follamos tanto
como antes.
- ¿Pero... ?
Es mediodía y quiero que mi
compañero de piso desaparezca, pero si lo hiciera estaría metido de lleno en una novela
fantástica y quiero que ésta tenga su dosis de
realismo. Loado sea el Cielo : ya no será necesario meterme en el
terreno de la ciencia ficción, porque mi compañero dice que va a casa de unos
amigos a comer y luego al cine a ver Deep Impact (espero que la elección de
esta película sea suficiente para que se hagan una idea de su inteligencia y
sensibilidad). Me pregunta si quiero irme con él.
Entorno los ojos para no
contestarle y se va. Tengo la casa para mí solo. Saco una silla al balcón y me siento a ver pasar las chicas.
Estando cómodamente sentado,
con una temperatura agradable, me he quedado
dormido. He despertado poco después, recordando sólo en parte un sueño
extraño que he tenido : una mujer de mediana edad, sin rostro, desnuda
encima de una espaciosa cama ; un joven (creo que soy yo) se acerca a ella
y se desnuda también ; el joven le besa los ojos, los hombros, el
cuello ; comienzan a hacer el amor ; mientras lo hacen ella le
acaricia el cabello y él llora en silencio ; poco a poco y milagrosamente
él se introduce completamente en su matriz. A partir de aquí no recuerdo con
claridad : tengo la sensación de que ella anhelaba que él se introdujera
en su matriz ; me parece que él nació de ella nueve meses después. Lo
cierto es que me he despertado un poco inquieto y que esta sensación
desagradable aumentaba conforme intentaba recordar claramente el sueño para saber cuál era su significado..
Tengo hambre. Deben ser las
cuatro o las cinco de la tarde. Por la calle pasean dos chicas cogidas de la
mano. Otro grupo de chicas, con risas y carpetas, espera el autobús (no son guapas, pero seguro que
huelen bien). Veo también hombres ocupados,
mirando al suelo mientras andan con prisa. Piensas que no tienen un
orden o un itinerario prefijado porque tropiezan unos con otros y se disculpan,
se saltan semáforos en rojo o, por indecisos, pierden el autobús que debería
llevarlos a su oficina. Un día, uno de estos
hombres grises se levantará como siempre : desayunará, se
lavará, trabajará, comerá, fornicará... hasta que diga basta ya y se quede parado en plena Gran
Vía, mientras la vorágine de la ciudad
desnaturalizada continúa. Hará falta que en otros puntos de la ciudad, respetables hombres grises digan basta también y se paren para que
las autoridades tomen este curioso
fenómeno en cuenta. Luego se suicidarán miles de estudiantes japoneses y los
presidentes de las siete grandes potencias económicas, secundadas (pero con
reservas) por “la madre Rusia”, decidirán que la culpa de esta crisis en
nuestra aldea global la tiene Fidel Castro, un cantante de tangos ya retirado, la España del siglo XVII, el
gallego de la luna, los saharauis y los kurdos, Agustina de Aragón y el
colectivo (terrorista, según fuentes próximas al Vaticano) de los aceituneros
de Jaén. Pero me olvido de ellos en cuanto veo a una rubia esperando a alguien
(¿quién será el afortunado ?) en la puerta de una aseguradora. Scott
Fitzgerald recomendaba, ante la proliferación de malos escritores que
describían días maravillosos y rubias altas y guapas (como diosas), a estos
mismos escritores, que empezaran hablando sobre días normales y mujeres
aceptables, y si lo hacían bien entonces podían escribir acerca de mujeres como
diosas y días radiantes. Sin embargo, cuando dices que una mujer es rubia,
alta, con un impresionante cuerpo, guapa, parecida a una diosa, todo el mundo
te entiende. Así era mi rubia. De tanto perder el tiempo hablando he dejado de
prestarle atención y se ha marchado. Veo pasar dos hombres negros : van
juntos, pero no se hablan, ellos también tienen prisa. Pobres, pienso, qué
triste tiene que ser su vida en este país para haber adoptado el
apresuramiento, tan europeo, de sus ciudadanos. He leído sobre ciudades
latinoamericanas en donde tienen cabida todas las razas y todas las culturas, y
unas influencian a otras y todas se enriquecen. No se malvive sacralizando el
trabajo. Espero que realmente exista un pueblo así, porque también leí a otros
muchos escritores que hablaban con las mismas palabras sobre París y cuando fui
vi muchas razas y pueblos : nórdicos, hispanos, africanos, asiáticos, pero
todos andaban ciegos por las calles, no había variedad en el modo de sentir la
vida, tendían a uniformarse bajo una forma de vivir tan europea como
despreciable. Veo a otra chica guapa y se me quita el mal sabor de boca. Pero
escucho abrir la puerta de la calle y pienso que será otro de mis cuatro
compañeros de piso. En efecto, es Ramón : vuelve el sabor amargo. Se asoma
al comedor.
- ¿Estás aquí ?
No le contesto.
- ¿Sabes que vas
desnudo ?
Sigo sin contestarle.
- Me he tropezado con Raúl.
Se ha echado novia.
- Peor para él.
- ¿Por qué ? ¿No tienes
tú novia ?
- Sí - le respondo -, tengo
novia. Pero tener novia, aun cuando te va bien, sólo te trae a la larga
problemas y dolores de cabeza. Si estás con ella ya no puedes dejarla, así que
lo mejor es no tenerla.
- Todo el mundo quiere tener
novia. Así no estás tan solo.
Él también podría irse al
cine. Entorno los ojos... pero éste no se va. ¿Qué darán hoy por
televisión ? Todavía tengo tiempo de vestirme y pasar por la tienda a
comprarme algún refresco y palomitas. Eso voy a hacer. Quizá pase también por
la farmacia y compre somníferos o pastillas para no soñar (como canta Joaquín
Sabina). Mañana vendrá mi padre y tendremos que decidir si seguiré estudiando.
Espero que no nos peleemos, aunque en estas reuniones no se puede asegurar. Ha
comenzado a llover. Supongo que si recuerdo alguna vez que él y yo hallamos
estado unidos será más sencillo : no lo veré como a un extraño que le
arrebató a mi madre su derecho a ser feliz (¿o se lo quité yo ?). ¡Qué
bonita es Murcia mojada ! Si le dijera que me comprara libros y más libros
y que apostara por mí, que un día devolvería todo con creces, se enfadaría conmigo
y me repetiría que yo maté a disgustos a mi madre.. Una pareja (él con
chubasquero y ella con paraguas) se pelea en un portal y hacen los dos ademán
de marcharse, pero van de farol y pronto se abrazaran (así es). Estoy pensando
en Elena y en lo bueno que estaría ahora un potito de frutas (plátano, naranja,
galleta) como cuando era pequeño (no es que una cosa tenga que ver con la otra,
pero es en lo que pienso). Si la esperara a la salida de clase se llevaría una
alegría (pero llueve demasiado). Ahora recuerdo una escena de Dumbo donde la
madre está encerrada (por alborotadora) en un viejo carromato. Allí también
llueve. Su hijo Dumbo, de orejas grandes (otro inadaptado), va a visitarla,
pero, como el carromato está cerrado y ella con cadenas, no puede verla ;
entonces ella mete su trompa entre los barrotes y acaricia a su hijo, uniendo
las trompas. Siempre lloro cuando veo Dumbo. Elena también llora mucho, pero
cuando nos peleamos. Dice que no lo puede evitar, que es llorona.
Mi compañero se va del balcón
y yo me siento solo, quiero llamarlo, decirle que hable de lo que vuelva, pero
mis palabras son caprichosas y consentidas y se niegan a salir.
Rosebud, Rosebud...
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