Fumadero de opio en el East End (Gustave Doré) |
"¿Cómo contribuyen los estimulantes a la historia del hombre moderno? ¿A qué se debe que en determinada épocas aparecieran en Eurpa sustancias estimulantes completamente nuevas? El café, el té y el tabaco, ¿se llegaron a usar por simple azar, a remolque de los descubrimientos coloniales, o venían a satisfacer las nuevas necesidades, previamente inexistentes?
En primer lugar, la definición: "Mientras el término alemán Genusmittel (agentes de placer) resulta vago, el de stimulants (estimulantes), empleado por franceses e ingleses, se acerca algo más a la realidad histórica, puesto que tales sustancias no se limitaban simplemente a proporcionar un deleite paradisíaco, sino que al mismo tiempo también realizaba un cierto "trabajo". Su efecto histórico, que a primera vista pudiera parecer paradójico, es el haber dado lugar a este "trabajo en el placer"".
Y lo primero que llegó a Europa, y que abrio caminos para que llegara, fueron las preciadas especias, de las que en la Edad Media hubo una dependencia como en la actualidad por el petróleo. Hasta que "durante el siglo XVII las especias dejaron de encabezar el mercado mundial; el mercado estaba saturado. El gusto europeo ya no se sentía atraído por las comidas fuertemente condimentadas. La cocina, comenzando por la francesa, se fue convirtiendo en la que conocemos hoy en día, moderada en el uso de especias".
Después llegaron el café (y el té) y el chocolate, el tabaco, y continuó bebiéndose cerveza.
No se sabe cuándo comenzaron a beber café los árabes. No antes del siglo X, época en que se convirtió en una bebida popular, toa vez que tenían prohibida la ingesta de alcohol. "El café ha sido llamado el vino del Islam" y llegó a Europa en el siglo XVII. "Tanto la literatura médica como la opinión generalizada de los siglos XVII y XVIII consideraban el café ante todo como la bebida ideal para mantener la sobriedad, a diferencia de las bebidas alcohólicas, las únicas conocidas hasta entonces. La burguesía de finales del siglo XVII saludó la llegada del café y contraponía la lucidez y el sentido comercial de un bebedor de café a la torpeza y el embotamiento del bebedor de alcohol. Esta opinión la sustentaban ante todo los textos puritanos del siglo XVII".
Pero entre las clases bajas el café no sustituyó la cerveza, que además era una fuente indispensable de calorías en una dieta que llegaba a incluir sopa de cerveza en el desayuno. No solo entre las clases bajas. La duquesa Charlotte de Orléans (1652-1722) escribe: "El te me sabe a heno y estiercol, el café a hollín y altramuces, el chocolate me resulta demasiado dulce y no lo soporto, me produce retortijones. Lo que me gustaría tomar es una sopa fría de vino o una buena sopa de cerveza, que tan bien le sientan a mi estómago".
Pero para la popularización del café: "no solo era preciso una ideología puritana para condenar "el diablo de la bebida", sino una base material que lo posibilitara": Dicha base era, por un lado, una sociedad y economía más desarrolladas, mayores obligaciones objetivas, una mayor disciplina de trabajo; y, por otro, un nuevo conjunto de bebidas capaces de sustituir a las tradicionales".
Con el café surgieron los cafés (para hombres) que se diferenciaban de la taberna. Y con el café y los cafés también las críticas. Como en 1674 en Londres el panfleto Petición de las mujeres contra el café, donde se exponen públicamente los agravios para con su sexo debido al uso desmesurado de dicha bebida desecadora y debilitadora". En el panfleto se aseguraba que los hombres quedaban "tan estériles como los desiertos de donde procede dicho fruto".
En Inglaterra principalmente se sustituyó el café por el té. El autor explica que el cambio de una droga a otra de similares características tuvo que ver con la importancia de la Compañía de Indias Orientales que actuó como grupo de presión.
Mientras los burgueses tomaban café, la nobleza (sobre todo la católica) tomaban el chocolate en la cama. "Por su misma composición química, el chocolate estaba predestinado a ser la antítesis del café. Su componente básico, el cacao, no contiene cafeína, sino una pequeña cantidad de teobromina, y aunque la acción de ésta es similar a la cafeína, lo es en mucho menor grado. El chocolate no ejerce una acción estimulante sobre el sistema nervioso central, según constataron ya los tratadistas médicos del siglo XVII". En el mundo católico el chocolate sirvió de alimento durante la Cuaresma con el argumento de que "los líquidos no quebrantan el ayuno". La sociedad aristocrática desayunaba en la cama o en el boudoir, mientras la familia burguesa en la mesa. Trabajador horizontal (si trabajaba) el noble; vertical, el burgués.
De América también llegó el tabaco, aunque no existió la palabra fumar hasta el XVII. Se podía decir, por ejemplo: "beber el humo": y café y tabaco iban de la mano (aunque también la aristocracia fumaba y algunos poseían fabulosas colecciones de pitilleras): "El café ejerce una función positiva al excitar y nutrir el cerebro; el tabaco actúa de forma negativa al tranquilizar al resto del cuerpo, es decir, reduciendo su motricidad al mínimo para permitir la actividad intelectual que es necesaria). Al café y al chocolate criticaron las prefeministas que debilitara al hombre para el sexo; con la llegada del café comienzan a fumar y ciertos hombres a criticar; las llaman "George Sand en miniatura". El tabaco se tomaba de muchas formas hasta llegar al actual cigarrillo. El rapé, por ejemplo, llegó de España y tenía una ventaja que ahora es defecto: "que el rapé consiguiera, aparte de sus efectos estimulantes, suprimir los malos olores".
Con la llegada del aguardiente se transforma también la taberna en diferentes pasos (es uno de los momentos más interesantes de esta Historia de los estimulantes) hasta que aparece la actual barra (en las tabernas inglesas del siglo XIX) donde se sientan los clientes: en Alemania reservada para los habituales y en Inglaterra donde se beben los tragos rápidos. Así mismo, el aguardiente, como apunta Engels, convierte la bebida y la taberna en lugar principalmente para la evasión y no también para la confraternización. Compara la sustitución de la cerveza por el aguardiante como un hecho tan brutal como cuando llegó el aguardiente a los indios de Norteamérica: "la embriaguez alcohólica acabó sustituida por la embriaguez narcotizante".
Sin embargo, se mantienen usos de la taberna que han perdurado por siglos, como que nadie brinda ni bebe a la salud de alguien con café o te y sí se hace en la taberna; donde cuando alguien convida se espera que el otro o los otros también conviden a una ronda.
La última droga de que trata el libro es el opio y como afectó no solamente a poetas y soñadores. Escribe Marx: "El consumo de opio entre los trabajadores y las trabajadoras se extiende a diario, y no solo en los distritos fabriles ingleses, sino incluso en las zonas rurales". Y Thomas de Quencey también advierte de que se ha propagado entre los obreros debido a que era más barato que el alcohol. Pero esta "fiebre del opio" no duró, a la propia Compañía de Indias Orientales le preocupaba el consumo en Inglaterra (no en China). Así lo declaraban en 1813.
Termina el historiador: "Así como en el siglo XVII los ataques al café y al tabaco no eran sino las armas con las que se batía en retirada la ideología medieval, la prohibición de las drogas hoy todavía en vigor podría interpretarse como los últimos cartuchos lanzados por la racional y autodisciplinada sociedad burguesa".
Magnífico libro de Wolfgan Schivelbusch que se detiene más en lo que pensaban quienes tomaban café, tabaco o cualquier droga que en lo sabido actualmente, llena de cuadros, caricaturas, manifiestos del mismo interés que sus propias palabras. Publicado por Anagrama.
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