
Tras un tiempo dedicado a llevar la animación a sus límites, como en Beowulf, regresa a los actores de carne y hueso. Y a tratar de pulverizar récord de Oscar con otro de sus melodramas de fábrica.: El vuelo (The Flight, 2012). Aunque este año la suerte no le ha acompañado: solo dos nominaciones: mejor guión y mejor actor, un excelente, como siempre, Denzel Washington, que interpreta a un piloto de avión, alcohólico y drogadicto, héroe que puede acabar, con razón o no, convertido en cabeza de turco.
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Denzel y Kelly |
Espectacular comienzo con el arriesgado pilotaje para una película de las de caída y camino hacia la redención que entretiene sin levantar el mínimo entusiasmo (Zemeckis conoce de sobra el oficio) hasta que ves la última escena, a modo de epílogo, en la que todo el conservadurismo del director sale a la luz. Tanta corrección política cuando lo que pide a gritos es cuestionarse si un piloto (sin consumir cocaína y alcohol) hubiera podido realizar la maniobra de Denzel. Un guión en el que meten con calzador la figura de la chica heroinómana (aunque me ha enamorado siempre -desde que la vi en Eden Lake- Kelly Reilly), de la familia (la visita del hijo...), ¿cómo puede estar nominado por los Oscar al mejor del año?
Termino recomendando no ver la película y, si la ven, fijarse en el uso tan evidente, facilón, de canciones conocidas, auténticos temazos. Lo señalaba un crítico de El País (creo) en relación al personaje de John Goodman y su aparición sonando Sympathy for the devil. Valdría también para cunado Kelly Reilly se pincha heroína y suena Sweet Jane en versión (excelente) de Cowboy Junkies. Pero de la música hablaremos el miércoles en Tímpanos y Luciérnagas.
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