sábado, 26 de octubre de 2013

¿Se intercambian los concejales su número de teléfono?


Mercado La Esperanza

“Yo y mi nación contra el mundo. Yo y mi clan contra mi nación. Yo y mi familia contra el clan. Yo y mi hermano contra la familia. Yo contra mi hermano”. No sé si en nuestra comarca del Noroeste para hacer política se aplican este proverbio somalí. Pero algunas actuaciones no se entienden. 
El domingo 20 fue un éxito el Mercado del Peregrino de Caravaca: desde su cambio de ubicación a la céntrica Glorieta hasta la mayor variedad de puestos artesanales y talleres para todas las edades. La temporada pasada solo faltaba ponerle la mortaja y ésta tiene todos los visos de resucitar. Aún más éxito tuvo el Mercado la Esperanza que se celebró el mismo día en el Santuario calasparreño y que aprovechando el tirón turístico y religioso que genera la imagen de la Virgen congregó a más de mil personas.
Mercadillo del Peregrino
Pero ¿a ningún calasparreño o caravaqueño entre los organizadores se le ocurrió levantar el teléfono y decirse “si el Zacatín de Bullas es la primera semana de cada mes y el Mesoncico de Cehegín la última, por qué no hacemos el de Caravaca la segunda semana y el de Calasparra la tercera y no los dos el mismo domingo de cada mes”? Sé que falta Moratalla y que aún no tenemos meses de cinco semanas, pero entre dos mercadillos ya asentados como el bullero y el ceheginero, más vale un poco de organización, sobre todo para Caravaca porque salvo domingos señalados no puede atraer tantos turistas como el Santuario. Y de momento en Moratalla, incomparable su casco antiguo para realizar un mercadillo una vez al mes, no lo tiene.
¿Se intercambian los concejales sus números de teléfono una vez que asumen el cargo? ¿Se llaman de vez en cuando para hablar de proyectos comunes o por lo menos para que una concejalía no le pise a otro su prueba deportiva estrella programando otra en la misma fecha?
Mercadillos a un lado (enhorabuena a los organizadores), el ejemplo más claro de ese “yo contra mi hermano” fueron los dos auditorios inacabados de Caravaca y Cehegín: al menos que sus esqueletos sirvan como advertencia a las próximas generaciones de lo que no debe volver a repetirse.
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