Regresó estas navidades el Sherlock de la BBC. Y lo primero es quitarse el sombrero por lo bien que venden los británicos sus productos: más fútbol en Navidad; estreno de Death comes to Pemberley (la continuación de Orgullo y prejuicio en clave misterio por PD James) y la vuelta del detective más famoso al que vimos por última vez lanzándose de un edificio al vacío al final de la segunda temporada.
(Aquí una crítica mía del primer episodio de la segunda temporada y una comparación con el Sherlock de Guy Ritchie: "hace su aparición Irene Adler").
Saturados o no de ellos, saben venderse como nadie: en Nochevieja un aperitivo de poco más de cinco minutos en los que se da vueltas al suceso: "si Sherlock, está vivo, ¿cómo lo hizo?". Y para Nochevieja-Año Nuevo, el primer episodio de la tercera temporada donde continúan las hipótesis al "¿cómo lo hizo?: una incluye la relación homosexual que imaginó Billy Wilder -y de la que no dejan de preguntar a Steven Moffat y Mark Gatiss (un estupendo Mycroft)- pero con protagonistas insospechadas. Y como en este artículo repasan ¿no pertenece este Sherlock (como Sheldon) a una generación ameba?.
En las temporadas anteriores nos centrábamos en lo lograda de la adaptación de Gatiss y Moffat (este último ya había realizado una maravilla con Jekyll) que trasladan la trama del Londres victoriano a la actualidad (en Elementary es en la actualidad y Sherlock se encuentra en EEUU con un Watson femenino: serie que ha comenzado a engancharme, pero el hándicap insuperable continúa siendo el mismo: compite con este Sherlock de la BBC); esos guiones en los que, además de la trama general (o más que la trama general), funcionan esos detalles que hacen las delicias de los adeptos del detective; también resultaban insuperables algunos personajes secundarios, como la maravillosa Irene Adler o Mycroft, pero sobre todo la química entre Benedict Cumberbatch y Martin Freeman.
Quizá no recalcábamos suficiente otro hecho de esta y otras series, que ya se pueden ver como películas. Como muestra, en esta tercera temporada de Sherlock, su montaje asombra durante la casi hora y media de capítulo, pero hasta que Sherlock y Watson se reencuentran en el restaurante en el que conocemos a Mary es un prodigio de precisión: no se pueden contar dos historias paralelas tan bien. The Newsroom (cuya segunda temporada ha sido un flashback que para comprenderlo entero había que esperar hasta el final) también nos ha regalado unos montajes parecidos.
Por lo demás, no faltan los elementos que han hecho popular este Sherlock: el duelo intelectual entre Mycroft y Sherlock; la química entre Benedict y Martin; bromas ("¿qué padres pudieron parir a Mycroft y Sherlock?"); un misterio que se resolverá adelante; y el personaje de Sebastian Moran, del que aún no sabemos si podemos esperar tanto como de Moriarty o de Irene Adler.
Continúa este Sherlock siendo mi favorito, aquí un breve repaso por Holmes y Watson llevados al cine o la televisión.
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