sábado, 22 de noviembre de 2014

"Hubiera sido preferible no llegar a este punto. Pero hemos llegado"

Javier Pérez Royo
"Se impone por fin un principio elemental en un Estado de Derecho: el cumplimiento de la ley y el sometimiento de todos, sin excepción alguna, a las resoluciones de los tribunales", escribe Victoria Prego en el Mundo en relación a la querella contra Mas y la idoneidad de presentarla o no. Sobre el 9N ya escribió, antes de que se votase, Carlos Jiménez Villarejo: Una consulta antidemocrática. Quizá ustedes, como yo, no tengan los conocimientos suficiente para saber quién tiene razón: los fiscales de Cataluña, que no veían motivos para querellarse, aunque han criticado a Mas por deslealtad al Estado, o los de España, que sí los tienen.


Pero parece sensato lo que escribe Victoria Prego en su artículo: la ley debe ser la misma para todos: desde el presidente del gobierno hasta el más tonto de mi pueblo (que canta Pablo Carbonell). Y, si con las leyes españolas en la mano, un hombre va a la cárcel por robar leche infantil para su bebé (en la noticia se aclara que hubo violencia en el robo) y a una anciana la desahucian por avalar a su hijo, ustedes dirán cómo mirar para otro lado si Fiscalía cree que Mas a podido cometer desobediencia grave, prevaricación, malversación y usurpación de funciones.
Sin embargo, la mayoría de partidarios y detractores de la querella reconocen que el siguiente paso debería ser político, no judicial. Negociaciones políticas, claro, pero que deben acabar en un referendo. O en dos, que luego deberían votar todos los españoles. Aunque el asunto se complica con la doble votación.
Termina un artículo reciente Javier Pérez Royo: "No hay debate político posible, en Cataluña y en España, sin la celebración del referéndum. Hubiera sido preferible no llegar a este punto. Pero hemos llegado".
Por tanto, escribimos o leemos artículos sobre los mitos del nacionalismo catalán (Joaquín Leguina) o sobre la autodeterminación en el derecho internacional (Jaume Saura), sobre la pregunta o las preguntas del referendo (Stéphane Dion), sobre qué porcentaje de población debería votar para que este tuviese validez o extrapolar los resultados del 9N (Antonio Zabalza), lamentarse del papel que ha jugado la izquierda en Cataluña (Pere Rusiñol) o de que el Estado hiciese dejación de sus funciones en Cataluña o haya sido incapaz de presentar un proyecto atractivo. Escribimos y leemos, y la pedagogía es necesaria, pero en 2014: "Lo que sí interesa es rebajar el problema, drenar tensión y buscar la vía de que los catalanes voten sobre su futuro. Que voten bien, en una convocatoria con todas las garantías de la ley, con censo, juntas electorales, mesas formalizadas y debates previos plurales en medios de comunicación también plurales, alejados del machaque monocorde e intolerable que hubo antes del 9-N en TV-3 o en Catalunya Ràdio". ¿Independentismo? Juntos, mejor.
Transcribo completo el artículo de Javier Pérez Royo:
La celebración de un referéndum en Cataluña, a fin de que los ciudadanos de dicha comunidad manifiesten su voluntad de mantener su integración dentro del Estado o de constituirse en Estado independiente, es condición necesaria para que la competición política pueda desarrollarse con arreglo a las normas de lo que se considera que es una competición democrática en cualquier país civilizado. 
Una vez que el porcentaje de la población partidaria de que se celebre el referéndum alcanza el 80%, no es posible que se pueda abrir un debate político normalizado en ausencia del mismo. Sin referéndum falta el oxígeno imprescindible para que exista vida política. El único discurso posible es el de reclamación de que el referéndum se celebre. O dicho de otra manera: el único discurso posible es el independentista.
Mientras no se celebre el referéndum, los no independentistas están privados de la palabra y condenados, por tanto, a la esterilidad. Lo acabamos de comprobar en la convocatoria del 9-N. La única voz que se ha oído ha sido la del independentismo. Una voz que prácticamente no había estado presente en el sistema político catalán en democracia, ha sido escuchada por un tercio del cuerpo electoral, que, proyectado en unas elecciones al Parlamento de Cataluña, supondría una mayoría absoluta.
Enfrente no hay nada. Puede haber una mayoría social que no quiere la independencia. Pero se trata de una mayoría que no puede expresarse políticamente en cuanto tal. Se ve obligada a expresarse de una manera fragmentada e inconexa, convirtiéndose de esta manera en políticamente irrelevante.
Mientras la posición del Gobierno de la nación siga siendo la que es respecto del referéndum, no hay debate político posible en Cataluña. Los partidos de Gobierno de España, PP y PSC-PSOE, cuya presencia relevante en el subsistema político catalán es indispensable para que dicho subsistema pueda considerarse parte del sistema político español, están condenados a la marginalidad. Y cada vez más. El Estado no puede estar ausente políticamente de Cataluña. No puede estar presente exclusivamente como “enemigo”, como lo ha calificado Artur Mas.
Hay que darle la posibilidad a la mayoría social no independentista de que se exprese políticamente en cuanto tal, restaurándose de esta manera las condiciones que hagan posible un debate político digno de tal nombre. Ya no hay posibilidad de dar marcha atrás y parar la historia en un momento en el que no hubiera sido necesario la celebración del referéndum. No hay debate político posible, en Cataluña y en España, sin la celebración del referéndum. Hubiera sido preferible no llegar a este punto. Pero hemos llegado.



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