martes, 29 de septiembre de 2009

Memoria Histórica

El año 2006 fue elegido por el Partido Socialista para rendir homenaje a la II República. Y a las víctimas de la guerra civil y del franquismo. Casi todos los grupos políticos estuvieron de acuerdo, excepto el Partido Popular que cree que hay poco o nada que celebrar de la República.
El problema de una conmemoración de este tipo es que surgen centenares de libros buscando la polémica, simplificando los términos del debate: así surgen los Pío Moa de turno (una aclaración: Los mitos de la Guerra civil, partidista donde los haya, tiene cierto valor, sobre todo los capítulos sobre el Pacto de Santoña o el salvamento de las obras del Prado) y se convierten en superventas. Peor todavía es que historiadores serios se sientan obligados a entrar en la polémica y, a su vez, escriban artículos en los periódicos donde simplifican las tesis de sus propios libros. Es el caso de, por ejemplo, un Julián Casanova o Santós Juliá. Sin embargo, mucho de lo que sabemos de la historia del Partido Socialista o de las víctimas de la guerra civil se lo debemos a ellos. Por el contrario, los libros de Pío Moa extraen su información de los libros que se publicaron en el primer franquismo, todos abundando en las barbaridades de los rojos. Pocos historiadores serios, yo diría que el único Stanley Payne, aceptan en parte los puntos de vista de Pío Moa. El propio Stanley Payne, uno de los mayores conocedores del fascismo en la historia y quizá el más interesante de quienes desde el extranjero historian España, en uno de sus últimos libros de divulgación, El colapso de la República, también se ha situado en un revisionismo de derechas: no es que mienta, es que oculta, no concede la misma importancia (él, con razón, dirá que demasiado se ha hablado de los crímenes de los otros). Por ejemplo, mientras dedica páginas y páginas a la violencia de los socialistas en las ciudades, olvida la violencia hacia el campesinado español; mientras, dato tras dato, explica el proceso de radicalismo del PSOE, sólo en unas pocas líneas comenta que el líder del principal partido conservador, Gil Robles, pidió por lo menos en tres ocasiones antes de la guerra a Franco que preparara al ejército para sublevarse. No mentir, pero darle una importancia exagerada a unos datos, mientras se empequeñecen otros, es una peligrosa forma de hacer historia.
La República debe ser reconocida como un intento, casi el único de nuestro siglo XX, Transición aparte, de que la clase política se adecuara a una sociedad cada vez más consciente de sus derechos y más dispuesta a reivindicarlos. La sociedad española de la República no era comparable, pero se estaba acercando, a las sociedades europeas más avanzadas, por ejemplo, en cuanto a escritores, pintores o abogados no tenía nada que envidiarles. En última instancia falló la clase política, incapaz de coincidir en puntos básicos. Incluso dentro de los mismos partidos: si el Partido Socialista no se hubiera agrupado en torno a dos líderes enfrentados: Prieto y Largo Caballero… Si el segundo hubiera aceptado un gobierno fuerte de Azaña – Prieto, parece improbable que los militares traidores a la República hubieran tenido la más mínima oportunidad. Aunque con un Gobierno capaz de mantener el orden tampoco hubieran tenido la necesidad de rebelarse. Por otro lado, nos encontrábamos en el tiempo de los ismos: el fascismo y el comunismo. Y gran parte de la sociedad se sentía fascinada por unos movimientos que, en última instancia, prometían el paraíso en la tierra. Ni más ni menos. Una expectativas crecientes de alcanzar mayor bienestar para la inmensa mayoría de este país que las políticas económicas de la República y el anterior crack del 29 desbaratan.
En comparación con la República, también la Transición viene precedida, a pesar del franquismo, de uno de los momentos de mayor desarrollo económico y social de su historia. Y, al igual que la República, nace en plena crisis económica con un importante paro: en la República el crack del 29, en la Transición la crisis del petróleo del 73. Las dos experiencias democráticas de nuestro siglo XX tienen una Constitución insuficiente, debido a las prisas. Y las dos tienen a militares golpistas y anarquistas o terroristas dispuestos a destruirla. ¿Qué cambia entonces? La clase política, que es capaz de dialogar, discutiendo democráticamente los hijos de los vencedores y de los vencidos. Pero sobre todo la sociedad española, que ha dejado de creerse los lemas turísticos de España es diferente y rechaza que en el español haya un gen que cada cierto tiempo nos lleve a perseguirnos, a pegarnos fuego y a matarnos. En las primeras elecciones democráticas, los dos partidos más votados fueron la UCD y el PSOE. Los españoles prefirieron la UCD a Alianza Popular y el PSOE al Partido Comunista, buscando más los contactos que el enfrentamiento.
Entonces, la reivindicación de la República debe hacerse. Pero siempre que no se busque el descrédito de nuestra actual democracia, a todas luces mejor. Junto al homenaje a la República, este año será también el de las víctimas de la guerra civil y el franquismo. En el libro colectivo Víctimas de la guerra civil, coordinado por Santós Julía, aunque los datos no sean completos y el número de víctimas aumente, se dan casi 95.000 fusilados por los rebeldes y luego por las autoridades franquistas durante la guerra y la posguerra, mientras que, también con datos incompletos, los republicanos hicieron lo mismo con casi 40.000 personas. Pero mientras las víctimas de los republicanos tuvieron sus entierros y homenajes durante el franquismo, todavía no se ha hecho lo mismo con los republicanos muertos. En un libro de conversaciones de Franco con un primo suyo de igual nombre, que era su secretario, mantienen un diálogo sobre el Valle de los Caídos. Estamos en el año 57. El primo de Franco no está de acuerdo con la construcción del Valle y dice así: «En España no hay ambiente para ese monumento, pues aunque dure el miedo a otra guerra civil, gran parte de la población tiende a perdonar y a olvidar. No creo que ni los familiares de los blancos ni de los rojos sientan deseos de que sus deudos vayan a la cripta, que si sólo es para los blancos establecerá para siempre una eterna desunión entre los españoles». Franco, claro está, no era de su misma opinión: ni olvidó ni permitió que los españoles olvidaran que aquí había habido una guerra con vencedores y vencidos; que gobernaba por derecho de conquista. Por tanto, era legítimo que los asesinados y represaliados por el franquismo tuvieran su reivindicación pero, con este Partido Socialista que ni chicha ni limoná sólo consiguió poner en contra a parte de la opinión pública sin conseguir su objetivo de visibilizar (qué palabra más fea) a las víctimas.
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2 comentarios:

sarónico dijo...

Buena alusión a Pio Moa, el mejor historiador español, a quien nunca lográis refutar, solo insultar, mientras él sí os refuta. Deberíais leer, por ejemplo, "Franco para antifranquistas" o "Los orígenes de la guerra civil"

EL COBRA,CORNELLA,BARCELONA. dijo...

¿PIO MOA EL ANTIGUO TERRORISTA DEL GRAPO ? QUE ASCO DE FACHAS