Tres décadas de Estado de las Autonomías y ni Partido Socialista ni Partido Popular tienen intención alguna de plantearse tan siquiera sus efectos positivos o negativos, es decir, qué competencias deberían volver al Estado y cuáles transferirse a los ayuntamientos. Sólo UPyD ha presentado iniciativas en este sentido, como la de armonizar las leyes económicas autonómicas. Pero los políticos en general cada vez son más provincianos (o pueblerinos).
Tomemos la dimisión de Fuentes Zorita de la Confederación Hidrográfica (o expulsión por su falta de sintonía con Josep Puxeu y Marta Morén) y los arrebatos de murcianía que ha producido. Pedro Saura asegura que la lealtad a la región está por encima de la de cualquier sigla política, además de llamar a la unidad de valencianos, almerienses y murcianos contra manchegos. El PP quiere cuadrar el círculo: no desairar a Camps y Valcárcel y que Cospedal gane en tierra de Bono. Por su parte, los socialistas albaceteños exigen que el nuevo Presidente de la Confederación no lleve el gorro (esa prenda tan típica) de la Comunidad de Murcia, lo que demuestra que efectivamente cuenta más el terruño que los colores.
¿Pero realmente la cercanía es una ventaja en política? Observen muchos pueblos de Murcia, no los de playa, cualquiera del Noroeste nos vale: verán los estropicios medio ambientales que han diseñado nuestros concejales de Urbanismo y la corrupción que pueden llevar aparejados. ¿Hasta que punto es bueno que estas competencias sean municipales? Ahora váyanse a la Ley de Dependencia: ¿no es una locura que reciban las ayudas los enfermos en unas comunidades sí y en otras no? Por no hablar de la educación. El traspaso de estas competencias a Murcia nos ha condenado a ser españoles de segunda: junto a Baleares, los que peor nivel de formación juvenil tenemos. La España de las Autonomías va camino de convertirse en esa Europa de las dos velocidades de que tanto se hablaba y que ahora es una realidad. Conociendo la política municipal y regional, si me preguntaran diría: «Que me gobiernen desde Madrid (o desde más lejos si se puede)».
Tomemos la dimisión de Fuentes Zorita de la Confederación Hidrográfica (o expulsión por su falta de sintonía con Josep Puxeu y Marta Morén) y los arrebatos de murcianía que ha producido. Pedro Saura asegura que la lealtad a la región está por encima de la de cualquier sigla política, además de llamar a la unidad de valencianos, almerienses y murcianos contra manchegos. El PP quiere cuadrar el círculo: no desairar a Camps y Valcárcel y que Cospedal gane en tierra de Bono. Por su parte, los socialistas albaceteños exigen que el nuevo Presidente de la Confederación no lleve el gorro (esa prenda tan típica) de la Comunidad de Murcia, lo que demuestra que efectivamente cuenta más el terruño que los colores.
¿Pero realmente la cercanía es una ventaja en política? Observen muchos pueblos de Murcia, no los de playa, cualquiera del Noroeste nos vale: verán los estropicios medio ambientales que han diseñado nuestros concejales de Urbanismo y la corrupción que pueden llevar aparejados. ¿Hasta que punto es bueno que estas competencias sean municipales? Ahora váyanse a la Ley de Dependencia: ¿no es una locura que reciban las ayudas los enfermos en unas comunidades sí y en otras no? Por no hablar de la educación. El traspaso de estas competencias a Murcia nos ha condenado a ser españoles de segunda: junto a Baleares, los que peor nivel de formación juvenil tenemos. La España de las Autonomías va camino de convertirse en esa Europa de las dos velocidades de que tanto se hablaba y que ahora es una realidad. Conociendo la política municipal y regional, si me preguntaran diría: «Que me gobiernen desde Madrid (o desde más lejos si se puede)».
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