jueves, 29 de abril de 2010

Planetarios

«Maier pensaba que el empacho de memoria era la prueba de que las sociedades occidentales habían llegado al final de un proyecto colectivo masivo». Esto escribió el domingo Santos Juliá en El País. Si no hay futuro, si la historia ha acabado como pretende Fukuyama, no nos queda otra que regodearnos continuamente en el pasado: ganando guerras que nuestros abuelos perdieron o, por lo menos, empatándolas. Pero este volver la mirada hacia atrás con rabia, convive con otro pensamiento igualmente ingenuo: pensar que lo que vivimos o viviremos representa una cumbre. Así hablamos de «partido del siglo» cada dos semanas, o de «polvo del siglo» (con menos frecuencia de la aconsejada, es cierto), de disco de la década… y podemos seguir.


Los políticos se suman al empeño como hooligans: no hay que hacer leña del árbol caído de Leire Pajín y de su próximo acontecimiento histórico planetario. La traigo a cuento porque la Pregonera de las Fiestas de Mayo también se refirió al Año Santo como acontecimiento planetario del año. Si el entusiasmo se mide en aplausos, la pura demagogia de la periodista Paloma Gómez Borrero (aderezada con un mucho de sermón) no enardeció a casi nadie. Caravaca año a año mejora sus fiestas, su pueblo agradece que sus pregoneros conozcan y vivan las Fiestas, como ha sucedido con Alfonso López, Mista, Luis Leante o, incluso, la Consejera Inmaculada García.
La fiesta, por supuesto, es religiosa, pero dudo que a nadie de los presentes (he hablado con muchos) le interesara el intento de asesinato a Juan Pablo II, la Virgen de Fátima o el viaje a Lituania (este acontecimiento, más que planetario, galáctico) del Papa fallecido. Pero la periodista fue inteligente: soltó lo del acontecimiento planetario, deseó fervientemente ser caravaqueña (tanto como Josef K. dejar de ser insecto) y gritó un «Viva Caravaca» de compromiso. Luego recordé los olores, los sabores, la música, las mujeres, la excitación del Baile del Pañuelo… Todavía quedan instantes por los que merece jugarse la primavera: no les ponemos grandes nombres ni apellidos, tal vez en estas Fiestas vivamos sólo uno. Pero cuando lo vivamos que nadie nos diga cómo tenemos que sentirnos o llamarlo.
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