Aunque la mayoría de los expertos aseguraron poco después de los atentados del 11-M que España era blanco de los terroristas islámicos desde antes de la guerra de Iraq, resultó más sencillo a la oposición (para ocupar el poder) achacar este atentado a la política exterior de Aznar; a la vez resultaba consolador para la opinión pública: si nos vamos de Iraq, dejaremos de ser objetivo terrorista. Cuando abandonamos Iraq, Al Qaeda nos exigió marcharnos también de Afganistán (donde estábamos antes de participar en la invasión de Iraq); después que dejáramos El Líbano, Ceuta y Melilla y España entera transformada de nuevo en Al Andalus.
Las pruebas de que el yihadismo preparaba un atentado en España antes de Iraq se han ido acumulando en los últimos años: sorprende, sin embargo, que El País le dé su Cuarta Página a un artículo de Ignacio Cembrero (el periodista español que mejor nos explica qué ocurre en Marruecos) y Fernando Reinares (el experto que suele utilizar El País para hablar de terrorismo islamista) con el título ¿España fue blanco de Al Qaeda antes del 11-S?
Hubo quienes nos opusimos a la Guerra de Iraq porque habíamos leído de la división en ese territorio, que auguraba una guerra civil tras la guerra de liberación y porque no entendíamos el doble rasero de Sadam, malo y Arabia Saudí, Marruecos, Kuwait, etcétera, buenos. Los que justificaron el abandono de Iraq, no por motivos morales, sino simple miedo, deberían preguntarse si el mundo ahora es más seguro que hemos decidido dejar nuestros valores democráticos para tratar con islamistas.
domingo, 12 de septiembre de 2010
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