viernes, 8 de octubre de 2010

Libertad de expresión: Evo Morales y


Censuramos lo que no nos gusta: para qué debatir (que no significa transigir) con los contrarios si podemos prohibirlos.
Hace un año, quizá menos, El Mundo publicó diversas entrevistas con historiadores de la Segunda Guerra Mundial, entre ellos el polémico David Irving. Inmediatamente, le llovieron las críticas al periódico, tanto de otros historiadores participantes que, aseguraron, de haberlo sabido no hubieran colaborado con El Mundo hasta el ministro Moratinos que, como le sobra el tiempo porque no tiene trabajo en Marruecos, Venezuela o Gibraltar, da opiniones. Éste es un editorial de El Mundo explicando por qué dieron la palabra a Irving (no encuentro la entrevista, las reacciones contrarias sí son fácilmente encontrables en Internet y también apoyos a Irving, sobre todo de antisemitas). El mejor método para desmentir algunas afirmaciones de Irving es el que sigue el historiador británico Lukacs: "y refutar en consecuencia los "documentos" y argumentos de Irving, no sólo concentrándose en las tesis moralmente cuestionables de Irving, sino señalando de modo cuidadoso los errores de interpretación de sus "fuentes". Aquí en pdf el capítulo del libro de Lukacks El Hitler de la Historia.
Ahora el presidente de Bolivia, Evo Morales, ha aprobado una Ley Antirracismo necesaria pero que puede vulnerar la libertad de expresión en su articulado (además de ser una manera de control de los medios como las de Chávez o los Kirchner.
El Senado aprueba la Ley Antirracismo
Y, lo que es mucho peor, un tribunal va a juzgar a un político holandés de extrema derecha por comparar Mi lucha de Hitler con el Corán. A mí la comparación me parece totalmente legítima: sólo hay que leer pasajes del Corán y el uso que le dan sus fieles, con los de Hitler: a lo largo de la historia el Corán y la Biblia han matado a infinidad más de personas que Hitler y su Lucha. ¡Además, aunque lo hubiera comparado con la Madre Teresa o Lady Di!
Escribe Arcadi: "Nada jurídicamente apreciable le sucedería al que comparase Mein Kampf con el Manifiesto Comunista, con la Declaración de los Derechos del Hombre, con la Política de Aristóteles, con La interpretación de los sueños o, incluso, con el Decamerón. Pero los jueces holandeses deben de creer que el Corán es un libro sagrado. Nada demasiado diferente de lo que cree, en el fondo, millones de personas cuando exigen para las ideas religiosas un respeto que no exigen para ninguna otra clase de ideas. Una cláusula fundamental de Occidente es que un libro religioso sólo es un libro y por tanto puede ser tratado como un objeto cultural convencional".

Lo peor de todo es que los prohibicionistas se creen defensores de la libertad de expresión: serían cínicos si no fueran estúpidos.
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