viernes, 5 de noviembre de 2010

Funcionariado, jubilación…

Equivocamos las batallas para acabar perdiendo la guerra.
En la Francia de Sarkozy los jóvenes se echaron a la calle para protestar contra el aumento de la edad de jubilación. En parte por solidaridad con sus mayores; en parte por egoísmo bien entendido. Sin embargo, la esperanza de vida se ha alargado (en 1870, la de los españoles no llegaba a los 30 años y en 2009 se acerca a los 81) y también nuestra salud. Más importante que trabajar un par de años más o menos, deberíamos lograr que se respetara la división clásica del día: ocho horas de trabajo, ocho de sueño y ocho de esparcimiento.


Empresa Familiar, en boca de su Presidente, ha pedido que se pueda despedir a los nuevos funcionarios, propuesta que tampoco ha sido bien recibida. La creación de un funcionariado de carrera tuvo mucho que ver en España con la alternancia entre partidos que conllevaba cambios y más cambios en la Administración cuando el gobernante pasaba a la oposición: se buscó entonces un funcionariado eficaz y apolítico. ¿Pero, cuando un partido gobierna varias legislaturas un Ayuntamiento, no acaban copando los cargos municipales miembros de la familia (política) de los concejales? Por otro lado, funcionarios, como los profesores y jueces, necesitan una continua puesta al día de sus conocimientos. No se trata de examinar al examinador y juzgar al juez… Aunque, ¿por qué no?
Por último, que Rajoy reconozca a David Cameron como su modelo ha alarmado a una parte de la sociedad que se teme una oleada de privatizaciones. Pero tanto Aznar como González desnacionalizaron lo suyo. Asusta, es cierto, un país donde sólo los pudientes tengan seguridad, sanidad y educación y resulta falso que la empresa privada sea mejor que la pública, como demuestra el desgobierno de la recogida de basura en Caravaca o las atrocidades de los mercenarios norteamericanos en Irak. Aunque de esto no se deduce inmediatamente lo contrario: la excelencia de la gestión pública.
Es hora de olvidarse de un único trabajo para toda la vida, con piso propio y en el pueblo que nos vio nacer. ¿Pero es tan importante, es ésta la batalla que debemos luchar en el siglo XXI?
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