miércoles, 29 de junio de 2011

Sí, pero... referendos

El resultado de las elecciones municipales en el País Vasco no me ha convencido, ¿se deberían anular?
Más hiriente, esa elección de San Sebastián como capital cultural europea en 2016: ni a destacados miembros de este Gobierno les convence porque creen que han primado intereses políticos antes que los propiamente culturales (pero también es cierto que la candidatura se presentó antes de que nadie adivinara que Bildu ganaría las elecciones: falta saber si, como algunas acusaciones, recibieron ayuda para mejorar la propuesta). ¿Reniegan los ciudadanos de las derrotadas de esa victoria y crean sus ciudades culturales alternativas y boicotean la designada?
Aceptamos en la democracia que tenemos que los votos deciden: hoy gana el PP, ayer el PSOE, anteayer el PP... Sin embargo, cuando se habla de referendos surge la duda. Por ejemplo, El País (periódico que podría definirse como el del "sí pero") realiza una serie de reportajes (la mayoría interesantísimos) sobre las consecuencias del 15M (ya va por la entrega 9). Ayer titulaba "Democracia directa, sí... pero con mucho cuidado. La experiencia de Suiza y California aconseja manejar con gran cautela las armas del referéndum y las iniciativas populares". La expulsión de extranjeros con delitos, minaretes sí o no, despenalización de la marihuana (por qué no otras drogas)... 
Como señala un protagonista de El Ala Oeste de la Casa Blanca: "democracia es que a veces gane el otro". No me entusiasman los referendos porque reducen la complejidad de la vida a un sí o un no, pero los políticos deben aceptar que los ciudadanos no son tan cultos, ni desinteresados como ellos (ironía), más teniendo en cuenta que en sus escuelas apuestan por la no educación y en sus debates por la demagogia más pueril: "el PP acabará con la Seguridad Social"; "el PSOE rompe España" y los pobres de IU se han llevado demasiados palos entre la prensa "progresista" como para insistir. Si en un referendo los españoles, por ejemplo, se muestran favorables a leyes de inmigración más restrictivas, antes que pensar en racismo, deberíamos mirar si los servicios sociales están colapsados y si en ocho años de Gobierno socialista se ha hecho algo decente en sanidad o en educación para que el obrero vote a la extrema derecha o la clase media huya de la enseñanza pública...
Evidentemente no existe contradicción entre leyes y referendos, este último no puede sobrepasar las leyes (que no son intocables ni la Constitución la Biblia, claro). Pero hay derechos fundamentales como el de las minorías. Tomemos el caso de Botín y su pandilla (una minoría en un mundo de pobres): a más de uno podría ocurrírsele lincharlo y asesinar a su mujer e hijos como unos nuevos Romanov (pocas ideas más populares tuvieron los Reyes Católicos como la expulsión de los judíos).
Más interesante es el problema que plantea El País sobre el grado de participación: en Suiza, los jóvenes, muchísimo menos que los padres y abuelos. Es decir, puede llegar el caso en que cuatro gatos muy politizados decidan votar mientras el resto nos quedamos en la cama. "¿Cuántas conquistas comunistas se han basado en la apatía de los votantes en una democracia?", se pregunta Orlando Figes en su libro sobre La Revolución Rusa. La tragedia de un pueblo
Con una democracia participativa, como exigen cada vez más voces, entre ellas el 15M, en lugar de un voto cada cuatro años, debemos ser conscientes que como ciudadanos se esperará mucho más de nosotros. En mi caso, no tengo claro que vaya a dar la talla.
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