viernes, 29 de julio de 2011

Un crimen por envidia

En la turca Av Mevsimi, el novato se pregunta sobre la posibilidad de un asesino en serie en su país.
Pregunta del subdesarrollo o de un pretendido camino diferente, que también se hacía el español Pérez Reverte: este, que siempre tiene respuesta, concluía que el asesino en serie es un producto norteamericano mientras que aquí se lleva el crimen cainita, un Puerto Hurraco en el alma.
¿Es lo moderno el serial killer (el noruego, en todo caso, entraría en la categoría de asesino múltiple)? ¿O ha estado siempre allí (Whithechapel) pero no teníamos CSI, Bones, etcétera? Y si hacemos caso a los perfiles Hollywood, ¿puede existir un serial killer que no sea blanco y que no tenga entre veinte y cincuenta años?
Los periódicos españoles se retuercen hablando de islamofobia (que ha aumentado, pero no ha disminuido, como pretenden, el antisemitismo: ni la islamofobia es tan solo de derechas ni el antisemitismo de izquierdas) y dan la palabra a los escritores actuales de novela negra nórdica. Y ahí tenía curiosidad porque esperaba que no cayeran en los tópicos... y lo hacen. Un par o tres de escritoras destacan que no podrán quebrar su sociedad multicultural, y el más señero de todos, Mankell, aplicando el concepto de "banalidad del mal" dice de Eichmann
“Para aquellos que no recuerden el proceso, Eichmann fue el comandante, enormemente temido, de un campo nazi, que no dudó en llevar a cabo las órdenes que recibió sobre el extermino masivo de judíos, gitanos y otras personas que Hitler pensaba que debían ser eliminadas de la faz de la tierra.”
Esto lo firma un hombre, se supone, culto. No es necesario leerse Eichmann en Jerusalén para saber que el tipo no dirigió ningún campo...
Los novelistas, por tanto, no nos sirven. De lo que significa una sociedad multicultural de la que se embeben tanto (unos para apoyar, otros para rechazar), escribiré otro día: la semana pasada había un par de artículos en The New Yorker sobre el multiculturalismo y, leyéndolos, comprendes que en Estados Unidos y en Europa no hablamos el mismo lenguaje aunque utilicemos las mismas palabras...
Pero llegamos a Estados Unidos, porque el criminal tiene más que ver con la extrema derecha individualista norteamericana que con el fascismo europeo o con la derecha tradicional española. En ese sentido, el análisis más inteligente de los que he leído me ha parecido el de Joaquín Prieto (cita obligada a Stieg Larsson), La herencia del asesino de Oklahoma.
"Pero, para ellos, los verdaderos malos de la película no son los inmigrantes, sino la élite del poder, que sacrifica a su país en el altar del "multiculturalismo"". 
Al leer élites de poder, el lector y yo exclamaremos "¡si son solo unos muchachos que participaban en un campus político!". Pero un tipo como este, con una visión del mundo así, podría firmar una canción de La Polla que decía, más o menos: "mientras en sus escuelas [católicas] preparan los cargos de mando de la represión fascista". 
"La represión fascista" la organiza el Opus; "la represión fascista" la organiza la socialdemocracia noruega...; el FBI para un paleto sureño, o un Presidente que se han empeñado que es una quintacolumna del Islam... Podríamos definir el crimen como un "crimen por envidia", de quien se encuentra que hay mejores que él o que tienen mayores oportunidades.

jueves, 28 de julio de 2011

El sumidero, la Historia, generaciones

Parece la norma que una generación desprecie lo que realizó la anterior (o, peor aun, lo desconozca). Los mandamos al sumidero de la Historia, que diría Trotsky si fueran burgueses y nosotros la evolución natural. Que no prentendan además contarnos qué hicieron: para nosotros, batallitas de viejos, escupimos, y pasamos al próximo tema.

Av Mevsimi: ¿un policíaco turco?, un policíaco a secas

Protagonistas
Av Mevsimi es un policial turco, dirigido por Yavuz Turgul, que se desarrolla en Estambul y que como la italiana La ragazza del lago no tiene nada que envidiar a otros policiales de cinematografías más conocidas como la norteamericana, la francesa o la surcoreana. No se trata por tanto de un cine en el que buscamos lo exótico, lo raro.

No es de Orson, es de Carol Reed: The man between (1952)

James Mason y Claire Bloom en una Larga Noche
Filmar una película considerada durante décadas la mejor británica del siglo XX, pero que lleve detrás la coletilla "... de Orson Welles", resulta injusto (hablamos de El Tercer Hombre), además de ocultar el hecho de que Carol Reed tiene por lo menos otras dos obras maestras: Larga es la noche (1947) y esta The man between.

miércoles, 27 de julio de 2011

El humanitarismo, forma extrema de aburrimiento

Veo una fotografía en portada de El País. ¿Me interpela?
Caravaca, repleta (exageración evidente, pero sí dos por supermercado) de mendigos. ¿Me dicen algo?
¿El terremoto de Lorca? Ni tan siquiera practiqué "turismo de la desgracia". Para qué si no opto a cargo público: entiendo la presencia de un Manuel Campos, por ejemplo, que ha hecho carrera política del incendio de Calasparra y el terremoto de Lorca... hasta envidio a Manuel Campos por conservar en un cargo tan inútil su jefa de prensa.

martes, 26 de julio de 2011

La nariz de Cleopatra, de Judith Thurman

Uniforme de Air France, por Balenciaga
Duomo Perímetro publica una recopilación de artículos (entre 1987 y 2009) de la periodista del The New Yorker, Judith Thurman.
El título La nariz de Cleopatra: 26 variedades del deseo alude a la famosa sentencia de Pascal: de literatura, de cine, de moda, de fotografía, casi todos sobre mujeres... Judith Thurman escribe con igual perspicacia e ingenio de cada uno de los temas; (casi) nunca es cruel, pero tampoco complaciente con las personas a las que entrevista o de las que hace un retrato cuando se inaugura una exposición (que nunca veremos en España) sobre su obra.

"Levantemos el puño al grito de otro Paracuellos"

Cambien la frase de arriba, por ejemplo: "levantemos el puño al grito de otro Guernica"... O su "y que disparen sobre De Cospedal" por cualquiera que se les ocurra "que disparen sobre Saramago" (ese no que está muerto, y poco sentido tendría). Por no hablar de cuando cantan soy "el comunista que sodomizó a la niña de Rajoy". O llaman "gusano" al fallecido Orlando Zapata. O los asesinatos de Botín y de Prada 
"Sueño que secuestran a Amancio Ortega y graban un discurso mientras una paliza le pegan".

lunes, 25 de julio de 2011

¿Contaré con las palabras...?

            ¿Contaré con las palabras suficientes que me permitan expresar…? Yo, como todos, fui muchos otros, y de todos esos guardo algo: un gesto, un presentimiento, manías... y de todos renegué un poco para ser quien soy hoy, el hombre que no seré mañana, aunque como ya estoy haciéndome viejo es de querer que estas revoluciones y alteraciones, que cíclicamente me transforman y trastornan todo lo que se somete a mi imperio, paren o, por lo menos, que su acción sea menos violenta. De todo lo que fui anteriormente renegué (o así quiero creerlo), pero el nuevo hombre no es una flor nueva que crece insultante en su independencia de la flor madre, pronta a marchitarse. El hombre no es un punto y  aparte, tan sólo un punto y coma y a veces ni eso: es como la escritura desordenada de un novelista que plasma sin respiro, sin márgenes, sin sentido, en un papel todo lo que mana con abundancia de su cerebro. Así que el pedante de hoy que sólo vive la vida que se vive en los libros quizá mucho antes quiso aprender de la experiencia lo que no se lee en los libros. Puede que sea esto, o más bien que en el hombre de hoy esté claramente el que fui hace tiempo y sólo yo no me dé cuenta. En fin: yo soy el torvo, el huraño, el consentido y resentido, el solitario, el lobo... Escribo todo esto de mí sabiendo que acierto en detalles sueltos, que mi pintura es para verla de lejos, si te acercas pierde mucho y se desdibuja mi autorretrato. Pero tú, que me conoces tan bien como el que más, no te sorprendes de mis palabras. El que hablara de mí ha sido habitual en los años que llevas conmigo. Conocerás mis palabras, que por gastadas y manidas, no te sorprenderán, como conocerás mis noches de temores inciertos o como reconocerás mis manos en tu cabello. Te lo digo sabiendo que te vas (a dónde no lo sé) y sin pretender hacer un encomio a mi fidelidad y un poema necio sobre tu traición. Sé, ciertamente, que no fui nunca como me esperabas, y las revoluciones y caídas que he tenido en estos últimos diez años tampoco fueron a mejor. Sabía que cuando llevábamos cinco años viviendo juntos añorabas al hombre que fui cuando nos conocimos, y ahora añorarás al hombre que fui hace cinco años (ese que antes no querías) y posiblemente si lo piensas preferirás ser la mujer que eras cuando no me conocías y preferirás el hombre que fui cuando los cambios y las transformaciones eran para mejor o el hombre que pude haber sido. Nos vimos una noche de mayo, nos acostamos y a la mañana siguiente, temprano, huí de tu lado y corrí a emborracharme. Nos vimos otra noche en un bar y me emborraché y grité y me peleé con el camarero y vomité encima de la mesa, pero tú ya me querías, quizá porque te escuché, escuché tus fantasías de loca que veía luces rojas y leía libros profanos, antes de que huyera de tu casa a emborracharme. Sí, tú me querías, pero ya sabías que yo no era para ti (para nadie) bueno. Y esa noche, yo borracho, tú querías llevarme a tu casa a que se me pasara la borrachera y yo gritaba más fuerte y llamaba a los camellos y convidaba a las fulanas a un trago y besaba a una, a varias, delante de ti como diciéndote que te marcharas, que no me robaras la magia... y es que yo, entonces, creía que tenía magia (¡infeliz !) y que las mujeres y los críticos literarios sólo vivían para vulgarizarme, aborregarme, quitarme la magia que me envolvía, brillante caballero místico de espada de oro.
Tal vez pienses, o soy yo el que lo pienso. que te vas para que pueda terminar la novela que estoy escribiendo. Que si te vas a casa de Luis o de Juan será sólo por un tiempo. Hay una ley de los grandes números, en economía, que los movimientos extraños que hacen unos individuos, tienden a eliminarse con los que hacen otros individuos, así que la normalidad es lo general. Es de esperar que en una sola persona, en una sola vida, las equivocaciones que puedan tenerse se irán unas con otras, y que volveremos a la madre tierra (si es que allí sirve para algo) con un historial absolutamente normal, limpio.

jueves, 21 de julio de 2011

Bogart o Dunaway

Lo único que se trajo Murdoch de China
Más de 2.300 periodistas asesinados desde la década de los noventa, según la Fundación Internacional de Periodistas; otros bajo amenazas o que sufren abusos sexuales (Lara Logan denunció una agresión en Egipto, pero el Comité de Protección de Periodistas señala que no hacerlo público es lo normal ante el temor de que sus jefes les impidan acudir a países en guerra), blogueras como Shahinaz Abdel Salam o Yoani Sánchez, donde no hay prensa libre…
En poco tiempo, una profesión que podía presumir del Yo acuso de Zola, el Hiroshima de John Hersey (publicado en español por Turner) o las investigaciones de Woodward y Bernstein se ha encontrado con el escándalo del «caso Murdoch» (los únicos que han arrodillado al magnate australiano fueron los chinos: el capítulo «De cómo Murdoch perdió millones en China y encontró una esposa» dentro de Cultura Mainstream de Fréderic Martel) que la ha llevado a tocar fondo: esa Rebekah Brooks (me la he pedido de madrastra pelirroja para Reyes) que hace publica la enfermedad del hijo de Gordon Brown y luego obliga al padre a que acuda a su boda…
Pero News of the World también puede convertirse en un chivo expiatorio: un occidental se hace pasar por una bloguera lesbiana de Siria y los medios que lo publican, como el New York Times, no comprueban la identidad ni cuando afirma haber sido detenida; El Mundo se dedica a los kilos de más o menos de la Ministra de Sanidad; el ex periodista Cebrián abusa de su posición en El País para el desquite con Zapatero… por no hablar de la crítica literaria donde lo primero que debemos saber es si editorial y medio pertenecen al mismo grupo.
Ni una profesión heroica ni mercenarios untados con un «fondo de reptiles»; el futuro del periodismo se asemejará más a la belleza cínica de Faye Dunaway en Network (1976) que al rostro sincero y arruinado por el cáncer de Bogart en El cuarto poder (1952).

martes, 19 de julio de 2011

Una confesión... política o musical

Con mis amigos pasé los años del instituto y parte de la Universidad escuchando grupos de rock protesta, alguno incluso filoetarra o equidistante entre las víctimas y los verdugos, y cantautores más propios de la generación de mis padres. Mis lecturas también se escoraron hacia García Lorca, Hemingway, Neruda, Orwell. Cine, ninguno entonces: Tierra y libertad que la vi y reví en infinidad de ocasiones (aunque ahora apenas soporte las películas de Ken Loach). Todo aquello dio lugar a una cosmovisión de izquierdas, más próxima al anarquismo o a la disidencia comunista (leyendo alguna frase suelta) que al comunismo, por eso de la impetuosidad de tomar partido por los perdedores de cualquier guerra. El Estado, para mí, cualquier autoridad, era represora por naturaleza: al servicio de los ricos. “Estáis todos acojonaos por el ejército y vendidos a todos los banqueros, camuflando en democracia este fascismo, Porque aquí siempre mandan los mismos”. Esa letra quizá represente mejor que ninguna lo que podríamos denominar ideología (nunca pensamiento) político de aquella época. Aunque no tuve nunca esa idea de “España madrastra de pueblos” (algunas canciones me causaban incomodidad, toda vez que gran parte del rock protesta llegaba desde el País Vasco; y buscábamos coherencia en las letras por encima de la música: y el nacionalismo parecía provinciano frente a cualquier Internacional) ni tampoco la Guerra Civil tuvo un significado especial.

Entendiendo memoria histórica como un hecho que se transmite de generación en generación más o menos modificado, no tengo memoria histórica: ningún familiar en esos años me contó su experiencia o de personas cercanas a él.

Esas lecturas, esas canciones, evidentemente, llevan al prejuicio, es decir, a algo formado antes de un juicio meditado que, por otra parte, puede parecernos correcto. Ese prejuicio en política tenía dos vertientes: la primera, el PSOE como quintacolumna del adversario (o enemigo); el PP directamente como el enemigo/adversario.

Una vez que pasan los años (aunque no por costumbre no voto), me preguntaba hace unas semanas (en mensajes con mi amigo Paco) si para las Elecciones Generales de 2012, sabiendo el desastre de los ocho años de gestión del socialismo español, podría votar al PP ya que la situación española es de emergencia. La respuesta: no.

¿Cuánto daño hacen las canciones, los libros que se leen a determinada edad para que no pareciéndome en nada al de ayer (mi libro de cabecera era Contra las Patrias de Savater) los prejuicios nos guíen antes que el juicio?

PD. Nada de lo que conozco del programa de Rajoy me invita a votar a este partido. Pero me refiero a las siglas: si se intercambiaran programa electoral Los Verdes y el PP tendría el mismo problema (y eso que ya no utilizo el Alianza Popular para referirme al Partido Popular). El PSOE, por ejemplo, hace años que dejó de ser socialista (ni tan siquiera socialdemócrata), obrero o español... Y entre los de mi especie nunca estuvo bien visto. Pero no llevaba la carga del PP: alguien votaba al PSOE y decías "por qué votas a esos vendidos"; pero con el PP ni preguntabas: no entendías cómo gente de mi generación los votaba: hubo mucha en Caravaca (y en toda España). Yo no tenía edad para votar en las primeras generales que ganó Aznar; en las segundas quería votar a Borrell (creo que este momento de las Primarias de Borrell fue el único en que me encontré próximo a una organización) pero cuando se presentó Almunia me alejé de ese partido. Pero, como digo, si no mi círculo más íntimo, los de mi edad votaron en masa a Aznar, que obtuvo la mayoría absoluta.
La reflexión sigue siendo la misma: el peso de la música, los libros o las historias que leemos en nuestra infancia y adolescencia sobre cualquier tema y lo que cuesta modificar (si fuera necesario) esos prejuicios, esa valoración que uno hace sobre un asunto, correcta o incorrecta da igual, sin haberla reflexionado en la madurez. 

lunes, 18 de julio de 2011

Y si volviéramos al televisor


Una habitación pequeña. Una luz ilumina tenuemente el cuerpo de los dos protagonistas, que se ven en penumbra . Los dos están sentados en el suelo desnudos, mirando fijamente la pared.

Personaje I : Estuvo bien.
Personaje II : ¿Tú crees ?
Personaje I : ¡Claro !
Personaje II : ¿Por qué ?

            Un silencio.

Personaje I : ¿Por qué ?
Personaje II : Nos pegaron como siempre.
Personaje I : Ya, pero...
Personaje II : (Le interrumpe) También estamos otra vez en la cárcel.
Personaje I : Salimos en televisión.
Personaje II : ¿Qué quieres decir ?
Personaje I : Algo debe haber cambiado.
Personaje II : ¿Tú crees ?
Personaje I : ¡Claro !
Personaje II : ¿Por qué ?

            Un silencio.

Personaje I : ¿Por qué ?
Personaje II : (Ausente) Tengo sangre en el costado.
  
            El Personaje II se mira el costado.

Personaje I : ¿La ves ?
Personaje II : (Aburrido) ¿La ves tú ?
Personaje I : No puedo ver nada de noche.
Personaje II : De pequeño decías ser un gato.
Personaje I : Nos conocemos desde...

            Un silencio.

Personaje II : Nos conocemos.
Personaje I : (Repentinamente animado) ¿Es roja ?
Personaje II : ¿La sangre ? (Pausa) Sí, sigue siendo roja.
Personaje I : Ponme un cigarrillo en la boca. (El personaje II le mete el dedo índice en la boca) Así. ¡Gracias ! (Pausa) ¿No tienes fuego ?
Personaje II : No, lo siento.
Personaje I : No importa. (El personaje II va a sacar el dedo) No, no me lo quites.
Personaje II : ¿Cuándo nos dejarán marchar ?
Personaje I : Nunca nos dejan. (Abatido) Es la misma cárcel.
Personaje II : No importa.
Personaje I : ¿Siguen todos nuestros nombres en la pared ?

            El personaje II se levanta, retirando su dedo de la boca del otro. Comienza a bailar.

Personaje II : ¿Dónde están ?
Personaje I : Cerca de la ventana.

            El personaje II se vuelve a sentar.

Personaje II : No los encuentro.
Personaje I : (En tono de disculpa) Yo no veo...
Personaje II : (Le interrumpe) Juan, Marcos, Lucía, Santiago, Irene, Patricia, Joaquín, Vicente, Rosa (Pausa) ¿Son éstos ?
Personaje I : Sí. Y también Juan, Marcos, Santiago, Irene, Patricia, Lucía, Joaquín, Rosa y Vicente.
Personaje II : Están borrados.
Personaje I : (Sorprendido) ¿Cómo ?
Personaje II : Esos nombres no están.
Personaje I : ¿Qué importa ? (Dubitativo) Los borraría la limpiadora o habrá goteras o nunca los escribimos. ¿Qué importa ?

            El personaje II comienza a masturbarse frenético.

Personaje II : (Ahogándose) Tú tampoco serás, yo tampoco estaré mañana, ella nunca más querrá.

            Un silencio. El personaje II se levanta y cierra los ojos. Termina de masturbarse. Solloza y vuelve a sentarse.

Personaje I : Tranquilo. Cierra los ojos. Respira conmigo.
Personaje II : ¿Ves a la serpiente ?
Personaje I : (Interesado) ¿Qué serpiente ?
Personaje II : (Enronquecido) Esa que ha mudado la piel, que va a mudarla pronto : ojos amarillos, burlones. (Histérico) ¿Por qué me mira ?
Personaje I : No, a esa no la veo.
Personaje II : (Extrañado) ¿Cuál ves ?
Personaje I : Esa pequeña, parecida a un caracol. Mírala reptar por el suelo, condenada de por vida. ¿Nos la comemos ?
Personaje II : ¿Tienes hambre ?
Personaje I : No. ¿Tienes tú ?

            El personaje I aproxima su cuerpo al de su compañero. Le besa el cuello y los ojos. Suspira profundamente. Luego pasa su mano por el mentón del otro. Continua un rato hasta que da una voltereta y se recuesta, indolente, en el suelo.

Personaje II : Me aburro. ¡Me has traído aquí para que me aburra ! Y tú, tú tienes barba.
Personaje I : ¿Tienes hambre ?
Personaje II : ¿Por qué iba a tener hambre ?
Personaje I : No sé. (En tono dolido) ¡Olvídalo ! (Canturreando) Caracol, col, col saca los cuernos al sol, que tu madre hace tiempo que ya...
Personaje II : (Le interrumpe) ¡Cállate, por Dios ! ¿Por qué me atormentas ?
Personaje I : (Preocupado) No entiendo.
Personaje II : ¡Sí que entiendes !
Personaje I : (Intentando que su voz suene tranquila) Vamos a jugar al ordenador.
Personaje II : (Aliviado) ¡Ya era hora !
Personaje I : (Se justifica) Creí que sangrabas mucho.
Personaje II : Sólo lo necesario. ¿Pasaremos por su casa ?
Personaje I : ¿Para qué ?
Personaje II : No sé. Algo le diré.
Personaje I : (No muy convencido) Está bien. Improvisaremos.
Personaje II : (Tajante) Hablaré con ella yo solo.

            Un silencio.

Personaje I : ¿Y mañana qué haré ?
Personaje II : (Riendo) No es pertinente tu pregunta.
Personaje I : ¿Nos llevamos la serpiente ?

            El Personaje II se levanta. Palidece visiblemente. Comienza a divagar mientras no para de hacer círculos.

Personaje II : Me mira raro. (Gritando) Me comerá los ojos, y las entrañas... y el hígado y el corazón y la cabeza y los recuerdos ; y el olvido se comerá también, incluso las ganas y el riñón, y el ansia, y los besos y los no besos, y... y...

            El personaje I se levanta y lo abraza.

Personaje I : Abrázame fuerte y deja pasar la tormenta.
Personaje II : (Con la mirada perdida) Tengo frío.
Personaje I : Yo calor.
Personaje II : Yo no tengo miedo.
Personaje I : Ni frío ni calor.
Personaje II : (Alelado) ¿Eres blanco ?
Personaje I : (De buen humor) Difícil la respuesta.

            El personaje II rechaza al personaje I y esconde la cabeza entre las manos. Disimuladamente espía al otro.

Personaje II : ¿Cómo puedes saber si eres sólo deseo ?
Personaje I : Me he perdido.
Personaje II : (Con voz lejana) A veces quisiera besarte. (Se besan y se separan de nuevo) A veces sólo es cuestión de apretar el pulsador.
Personaje I : (Amable) ¿Tomaste la pastilla ?
Personaje II : A veces quisiera no ser Dios.

            Al personaje II se le mueve la cabeza en todas y en ninguna dirección. Cae al suelo. Sin embargo, no pierde el conocimiento.

Personaje I : (Enfadado) ¿Tomaste la puta pastilla ?
Personaje II : A veces sueño que ella ha vuelo. (Cantando) Volver con la frente marchita... (Duda un momento) cantaba Gardel. ¿Canto bien ? (Pausa) A veces, sólo a veces, dudo de ser yo, pero lo extraño es que resulta que yo ya no soy el que soy.
 Personaje I : ¡Mierda ! ¿Por qué no tomaste la pastilla ? (Un tiempo) ¡Camarero ! Un vaso de agua. (Se escupe en las manos y luego se limpia en el suelo) ¿Estás mejor ? (Mirando a la pared) Gracias, camarero (Un tiempo) ¡Vámonos a jugar a la consola !
Personaje II : (Suplicante) ¡Sácame del televisor !
Personaje I : Sí, pero no grites. El chofer comienza a sospechar.

            Los dos se cogen de la mano y miran a la pared. Se empujan y se rozan hasta que el personaje I sufre una erección y para avergonzado.

Personaje II : ¿Pasaremos por su casa ?
Personaje I : (Con amargura) No piensas más que en ella.
Personaje II : (Impaciente) ¿Pasaremos por su casa ?
Personaje I : ¡Claro !
Personaje II : ¿Por qué ?

            Un silencio.

Personaje I : ¿Por qué ?
Personaje II : Tengo sangre.
Personaje I : Estará cerrado el supermercado.
Personaje II : ¿Me comprarás zumo de piña ?
Personaje I : La nevera está cerrada.
Personaje II : (Insistente) Pero irás, ¿verdad ?
Personaje I : (Paciente) Sí.
Personaje II : (Llorando) Sé que no me lo vas a comprar. (Pausa) Zumo de piña. He dicho zumo de piña. ¿Me entiendes ?
Personaje I : Sí.
Personaje II : Piña, que luego me traes de manzana. (Se levanta, golpea la pared con fuerza, luego, distraído, vuelve al lado del personaje I) Tengo sangre.
Personaje I : ¿Nos damos un beso ?
Personaje II : (No muy seguro) ¿Tú crees ?
Personaje I : ¡Claro ! ¿No ves que se acaba la función ?
Personaje II : (Todavía indeciso) ¿Servirá para algo ?
Personaje I : Quizás tengas que ir al baño.
Personaje II : Entonces no. En el autobús no hay baño.
Personaje I : Pero en la cárcel sí.
Personaje II : ¿Y si volviéramos al televisor ?

            Los dos se levantan y escupen, lanzas besos, enseñan las nalgas o hacen cortes de mangas al público. Al momento, lanzan un bostezo hastiado y miran fijamente a la pared.

Hipster, un término que sirve para todo y para nada

En 2009, la revista n + 1 organiza una mesa redonda para hablar del fenómeno hipster. Los resultados son decepcionantes, como resume en un artículo Reid Pillifant, aunque con ellos se ha publicado el libro ¿Qué fue de lo hipster? Una investigación sociológica. En España Alpha Decay.

sábado, 16 de julio de 2011

La amante de dos marineros rusos


("este deseo de poseerla es una herida

que me fastidia como una fierecilla

pero sé que poseerla es entonces no desearla") Nick Cave




- Hace mucho frío - comenté.
- Tienes razón. Deberíamos haber traído algo de más abrigo.
La miré fijamente. Ese gorro de "papá Noel" le sentaba muy bien. Me recordaba a las azafatas de Tele Cinco que veríamos en Nochevieja. Casi sin decirnos nada, nos acercamos a la puerta del Instituto, donde estaba ya todo el mundo. El griterío era impresionante, y yo sentía la necesidad de... 
Acerqué mi cuerpo al suyo y le pregunté:
- ¿Está la botella fría?
- Sí, te lo he repetido mil veces.
Iba a explicarle que me gusta la sidra helada. En general, la bebida caliente me sienta fatal. 
Ella besó a un chico, presentándomelo después. Yo estaba muy mal. Vi a una amiga que resultó ser sólo conocida. No la besé, pues quizá el gorila que la acompañaba se hubiera enfadado. Aunque sólo sus pestañas me gustaban.
Cantamos, gritamos y, por fin, paramos, cuando advertimos que ni así el frío se alejaba. 

No corrió sangre entre nuestro curso y el otro. Los insultos, que este año se presumían más violentos, fueron iguales que el año pasado, aunque no tanto como los de aquel invierno del 93.
No, ninguna Navidad como aquella. Todavía añoro los pechos de Cristina, que estuvieron muy cerca cuando ya no significaban nada. Aquella carta que le envié ese año y que nunca le llegó... 

Toñi hizo un gesto para que me acercara ; y yo, dócilmente, lo hice, con cuidado de no pisar el charco. No quería manchar sus piernas desnudas, que nunca serán de auténtica mujer.
- Estoy muy enfadada, ¿sabes los qué vamos?
- No me lo puedo imaginar... Espera a ver si adivino, puede ser...
-  Sólo José, Patricia, tú y yo... Y, ¡claro !, Teresa quería traerse a sus amigas por lo que yo... Patricia también está de acuerdo, solamente los de la clase. ¿Vamos? - me gritó impaciente.
José miraba ansiosamente la botella y yo miraba a Patricia. No me gustaba, era la chica más aburrida que conocía. Con sus aires de fulana con clase y sus lamentos de perra sin dueño.
Necesitaba su cuerpo, pensaba si se evaporaría cuando la besara, y la duda y el tormento me hacían feliz en ese momento.
Empezó a llover débilmente, mojando los cabellos, pero cesó al instante. En el preciso momento en el que decidíamos suspender la fiesta. 

Íbamos hablando animadamente. Teresa estaba un poco delante. Di gracias, aunque no suelo hacerlo, a que Patricia se dedicara a criticarla. Generalmente sólo me insulta a mí.
Abrimos la botella, con la correspondiente alegría de las chicas y el desdén del que ya está de vuelta de todo por parte de José ; y yo, que me apartaba del grupo, fui obligado a beber un primer trago. Alcé la botella y sentí como la sidra caía, mojándome la barbilla, al suelo. Escupí lo poco que bebí : estaba caliente. Al segundo me arrepentí de haberlo hecho, y pensé en pegarme un tiro, aunque la idea no estaba arraigada todavía en mi corazón.
- ¡Sí, yo también tengo corazón! - murmuré.

Jugamos a ver quién bebía el trago más largo. No recuerdo si fui el último, lo único seguro es que no gané. Patricia iba a hacer un desnudo cuando sonó la bocina de un auto viejo. El padre de Toñi bajo de él y le dio dinero. Metí la mano en mi bolsillo y el calor que cosquilleaba mi cuerpo desapareció. Pedí, por favor, que continuara desnudándose. Pero me ignoró y nos llevó al bar de la esquina.
Tomamos unas cervezas. Cuando estaba dispuesto a recitar a Garcilaso, una chavala me besó y me susurró:
- ¿Tienes fuego?
- Sí - respondí -, en el corazón.
Entré al aseo y dejé que el agua refrescara mi cabeza. A la vuelta descubrí que Patricia y Teresa eran de nuevo amigas y que toda mi clase había quedado a las cuatro de la tarde a tomar café. Las mandé a la mierda lo más diplomáticamente que pude y me largué a emborracharme. No entendía a las mujeres, pero me consoló encontrar a un chaval llorando sin consuelo, enamorado del cartel publicitario de una modelo de lencería. 

Entré en un pub vacío. Era ideal para mí. Tomé un vaso de ginebra con limón. La ginebra me sienta fatal por las mañanas. Tarareé una canción que no existía mientras escribía cartas de amor a una princesa en una servilleta. La puerta se abrió y entró una mujer.
 - Siéntate - le dije derribando la silla que le mostraba -. ¿Eres feliz? - pregunté.
Me contó su desdichada historia con dos marineros rusos y...
- ¿Por qué rusos? - interrumpí, ya completamente borracho.
- No sé, creo que queda mejor. Al principio contaba que eran finlandeses, pero todo el mundo preguntaba dónde estaba Rumania.
 - Yo también conozco a un ruso.
 - ¿Es marinero?
 - No, se llama Dostoyevski, y estaba más loco que... ¿Conoces a Roberto?
- ¡Claro!
 - Pues está más loco que Roberto.
 - ¿Está?
 - Sí, todavía vive... Aquí - dije señalando mi cabeza.
Prosiguió su historia, donde uno de los marineros conocía todas las posturas del Kamasutra.
 - ¿Y las practicaba todas?
 - Por lo que yo entendí, sí.
Yo estaba asombrado, por lo tanto escuché su historia, aunque turbado tuve que beber repetidas veces  y, finalmente, cerré los ojos.
 - ¿Hacemos el amor? - preguntó.
 - ¿Ahora?
 - Por supuesto.
 - ¿Dónde podemos? - dije mirando a mi alrededor, en busca del mejor sitio.
 - Aquí mismo, el camarero se ha marchado.
En efecto, el camarero ya no estaba. 
Encima de la mesa apreté sus muslos con desenfreno contra los míos. De repente, todo desapareció: su cuerpo, el bar y hasta el vaso de ginebra, y yo vomitaba en el cuarto de baño de mi casa.

Esa tarde, sobre las tres, con resaca me acerqué a casa de Luis. Por el camino nos tropezamos con Verónica. Los tres juntos fuimos a casa de Miguel. Todos reían y yo lloraba, ellos callaban y yo también. Yo soñaba y ellos solamente pensaban.
Salí de casa de mi amigo y encontré a mi clase.
 - ¿Vienes? - me preguntó Patricia.
- No.
Vi a la misteriosa compañera del bar. Nuestras miradas se cruzaron y las múltiples preguntas de Patricia carecieron de sentido.
- ¿Me quieres? - preguntó la amante del marinero ruso.
- Sabes que no.
- ¡Bésame!
Me acerqué y la besé con fuerza.
 - No puede ser que me beses tan bien y que no me quieras - dijo melosa -. Ni siquiera un poquito.

Aburrido la dejé hablando con Patricia sobre quién folla mejor, si los rusos o los españoles del norte. No terminé de escuchar la conversación. Pasaba por la puerta de casa de Miguel y lo vi asomado a la ventana hablando con Verónica.
- Parece que se divierten - observé asqueado.

Anduve hasta que llegué al puente y, cuando estuve allí, no tenía nada que hacer por lo que volví. Esa noche sonó el teléfono, pero no lo cogí. En la televisión daban "Casablanca" : soñé por última vez. Cargué una bala en la pistola de mi padre, la que siempre guarda en el último cajón. Y disparé... a un transeúnte que pasaba por debajo de mi ventana.
¿Por qué tenía que morir yo si otros lo podían hacer? 
Esa noche vino la policía, pero no me importó, sé que tengo una amiga que la próxima vez que se me aparezca me contará su historia con dos alemanes, y después con unos franceses, hasta que lleguemos a un español de dieciséis años que lleva mucho tiempo viviendo muriendo.


Y una voz se quebró, allá a lo lejos, donde todos seremos solamente malos.