viernes, 19 de agosto de 2011

The conspirator: syc semper tyrannis

Quizá el asesinato de Lincoln fuera la primera conspiración, o primera teoría de la conspiración, de la historia norteamericana (atentados e intentos hubo muchos antes que el de Kennedy, y películas mejores que la de Oliver Stone, como Executive Action con guión de Dalton Trumbo).
Y ha sido el director más norteamericano y uno de los liberales, Robert Redford, el que ha llevado a la pantalla el juicio de quienes ayudaron a Wilkes Booth en The conspirator. Por director norteamericano: le gustan las camisas de leñador. Por liberal: seguramente pertenece a alguna asociación de Salvar el Águila o Salvar el Indio (perdón, el nativo americano).
Gracias a su categoría de estrella pudieron realizarse filmes del "ala liberal" de Hollywood como Los tres días del condor o Todos los hombres del presidente. Pero mi estima y mi interés lo fue perdiendo con cada nueva cirugía estética (lo bien que le sentaban las arrugas a Paul Newman o a Jason Robards y lo ridículo que aparecía Redford o Warren Beatty). Como director, siempre he pensado que Gente corriente y El río de la vida están muy sobrevaloradas. Quiz Show es su mejor película; y con otro actor y otra fotografía El hombre que susurraba a los caballos sería un peliculón.
Este The conspirator o la anterior de Leones por corderos son las cosquillas que provoca el director en sus compatriotas, el masajeo de conciencia progre. Y el argumento de The conspirator daba para mucho: en el juicio se enfrenta la conciencia civil (luz y taquígrafos) contra la mentalidad militar (de antemano condenados). ¿En una situación de emergencia se respetan o no las leyes? "Abandonar la Constitución o es la solución" dice en un momento Frederick Aiken (James Mc Avoy), héroe de guerra y, a su pesar, abogado defensor de Mary Surratt (Robin Wright), en cuya casa se reunieron los conspiradores: ella misma acusada de conspiración, al igual que su hijo dado a la fuga.
Nadie entiende a Frederick: ni su novia, ni sus amigos, ni sus compañeros de armas... Aquí podía haber jugado sus cartas, pero no lo hace con efectividad.
La película se mueve entre el judicial y el drama (en algún momento apunta al thriller pero Redford es demasiado respetuoso para añadir una "coma" a la historia de su país): buenos actores; la música no es tan de anuncio de publicidad como es habitual en su cine ni la fotografía tan de tarjeta postal. A los no norteamericanos les dejará indiferente; a los norteamericanos creo que también.

Artículo de Gregorio Belinchón en el 75 cumpleaños de Robert Redford: Tercera Edad en el Nuevo Hollywood
(salvo el regreso de Malick, en mi opinión, y algo de Scorsese, queda lo peor de esa generación: los que ya en los 80 infantilizaron Hollywood)



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