viernes, 12 de agosto de 2011

Una igualdad que incrementa la desigualdad: políticas de Zapatero

¿Qué significa igualdad para el Gobierno socialista de España? ¿Qué entendía el Presidente que se disminuye y el candidato que se engrandece por igualdad o por una sociedad que tienda hacia la igualdad?
Entre twitter y twitter (en lo que parece que Rubalcaba va a basar su campaña) propuso hace unos días disminuir (el habló de "moderar") sueldos y beneficios. Nada que añadir a la respuesta de Gaspar Llamazares: "No es inocente ni es salomónica, porque oculta el hecho de que, en la última década, los salarios perdieron un poder adquisitivo equivalente a 10 puntos, mientras la renta del capital aumentó otros 10".

 
Un igualitarismo de lo peor
En la novela de Hemingway Por quién doblan las campañas (que se desarrolla en la España de la Guerra Civil) un personaje le responde a otro, que le afea que utilice fórmulas de cortesía para saludar, que él lucha para que todos pudieran llamarse de "don". Si podemos calificar esto de un igualitarismo en la excelencia, en la España de Zapatero nos encontramos su reverso: y este va a ser el logro perdurable, el legado de los últimos ocho años en España: la descalificación de la excelencia, que comienza con el Presidente y continúa en casi todos sus ministros, cuya única función y/o calificación para haber logrado el cargo es que fueran (o parecieran) menos inteligentes que Zapatero (cuando alguno como Jordi Sevilla sobresale desaparece de la foto). En la ya mítica frase que reprodujo Suso del Toro, «Sonsoles, no te imaginas la cantidad de españoles que podrían ser Presidente del Gobierno», se encuentra parte del descrédito de la política. Pero medianías políticas han existido siempre: con Felipe González, con José María Aznar (a veces alguno de este regresa a la televisión y crees que es una colección recién salida de La parada de los monstruos): al fin y al cabo, no son más que políticos que pagaron desde jóvenes el carné del partido.
Desde el Gobierno se ha potenciado una cultura de la queja, un tratamiento del ciudadano como menor de edad, una política de cuotas en las que importaba más ser mujer, joven (o viejo), extremeño o catalán, que el mérito y el esfuerzo. 
Una igualdad que incrementa la desigualdad
Las políticas para promover la igualdad, que consisten en lo que se ha dado en llamar "discriminación positiva" (aunque toda "discriminación positiva" lo es "negativa" para otra persona que no tiene culpa de ser varón y blanco, por ejemplo), llevan años introducidas en Estados Unidos: para la mayoría de autores con efectos positivos, aunque nunca ha estado exenta de crítica esta discriminación (en El Ala Oeste de la Casa Blanca, la portavoz CJ se muestra contraria a la "discriminación positiva" porque vio a su padre, consumiéndose poco a poco en casa, más preparado que los otros de su universidad pero siempre había un cupo incompleto: una mujer, un afroamericano, un asiático...). De todas formas, parece que algún tipo de "discriminación positiva" es necesaria mientras las desigualdades sean de tal importancia.
Pero la igualdad y la desigualdad al final son siempre económicas. Y el Gobierno del PSOE nada ha hecho en estos ocho años para reducir las brechas (es cierto que hay cuotas en políticas, en premios cinematográficos -no cuando le lee la cartilla el Gran Capital al Pequeño Timonel-, en cualquier aspecto de la vida que solo tiene una importancia relativa): si se da un cheque bebé idéntico a una mujer que gana 3.000 euros mensuales y a otra que se encuentra desempleada, para la primera ese cheque puede ser superfluo; a la segunda le va la vida. Así como con cualquiera otra de las medidas paternalistas de un pretendido "café para todos": ayudas de vivienda, leyes de igualdad de trato (que, rompiendo con el derecho occidental, obligan al acusado a presentar pruebas de su inocencia)... pero nada que tenga un sentido real fuera de las florituras: nada de reducir (eliminar, más bien) la brecha salarial existente entre hombres y mujeres. 
No hay que ser marxista para saber que sin una igualdad económica las demás no tienen sentido: el esclavo económico no le habla de igual a igual a su amo por mucho que le vendan que existe una "igualdad de trato". 
Igualdad, igualitarismo, conceptos que a veces se confrontan pero que de hecho no tienen importancia en una sociedad que ha aumentado la brecha entre pobres y ricos en unos años en los que hemos oído la palabra "igualdad" más que nunca. Pero paseas por la calle e "igualdad" solo tiene sentido cuando se juntan los ocho banqueros, que son iguales, o Millás y Suso del Toro, con el Presidente, que también es su igual. 
Pero ni los explotadores son nuestros iguales ni tampoco "las prostitutas de la industria cultural" que le reían las gracias a Zapatero y ahora saltan del barco.

PD. No hay mención al PP, salvo al principio, porque sus políticas en las Comunidades Autónomas: su apuesta por la enseñanza privada es la mejor prueba de su intento (y logro) de crear una elites artificiales (no una meritocracia, simplemente dinero) y una mayoría de los españoles sin las mismas oportunidades.


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