Cierran los bares, apagan las
luces, la fiesta termina en esa hora en la que se cruzan los de los ojitos
rojos que regresan a casa con los de los ojos somnolientos que retoman el
trabajo, la monotonía que durante los días en honor a la Virgen de las Maravillas desapareció.
1.998 parados en la localidad.
1.998 parados en la localidad.
Quien abra las puertas del
negocio se alegrará de la rutina del día a día cuando vea los escaparates
vacíos de la tienda de la esquina y el «Se Vende». «¿Será la última vez que
suba las persianas?», se preguntará mientras lee sobre la ERE en la
Puerta de Moratalla; cuando recuerde el drama de los
trabajadores de Caravaca Jubilar y sus familias. Esperando a Valcárcel tanto
tiempo que ya parece teatro del absurdo, aunque no se adivine qué tiene de
cómico.
8.239 parados en la comarca del
Noroeste se contabilizan en el mes de agosto.
¿Usted uno más en la cola del
paro? Triste se presenta octubre: los estudiantes regresan al instituto o a la
capital y los parados, con la fresca, a los bancos de las plazas. Y ni una mala
fiesta que echarse al cuerpo (aunque quedan las de Bullas). No importa: siempre
quedará algún mundial de lanzamiento de hueso de oliva o algún otro de basket
para remojarnos en las fuentes públicas (como la leche de cabra de Cleopatra,
costumbre, la del remojón en fuente pública, que algún día se demostrará
beneficiosa para la salud). ¿Cuántos españoles ocuparon las calles tras la
victoria en el Mundial de Fútbol? Millones.
¿Cuántos la ocuparán con los
recortes en Sanidad (eficaz manera de acabar con el paro, los muertos, tal vez
esa idea rondaba en la cabeza de González Pons), cuántos con los de Educación (¿para
qué el esclavo necesita aprender a leer?).
Ha sobrado carnaval este verano.
O, entendámoslo, parecía necesario apurar la alegría hasta acabar ahíto porque
todos sabemos que este invierno será más crudo que el anterior.
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