lunes, 11 de mayo de 2015

Proteger y potenciar la fuchina como primer punto del programa electoral en Caravaca

Josefa, en el Kiosco de Piedra
Cuando un amigo no es tal, le regalo vino de la Cruz; cuando lo es de mis abuelos, yemas de Caravaca. Solo un primo de Barcelona, aún joven, recibía con satisfacción nada disimulada las yemas
que cada verano le llevaba, hasta que descubrí que lo que tanto le atraía de ellas era el orujo del Campo de San Juan que las acompañaba. Mi paladar no distingue el segureño del cordero sin padre que le diera apellido.

Así que cuando escucho de los candidatos a la alcaldía propuestas para potenciar estos productos o defenderlos como si fuesen especies protegidas, vuelvo la vista con nostalgia a las Fiestas de Mayo, a la fuchina sobre todo.
Dudo que las yemas, el vino o el cordero se acabara, pero la mañana del 2 ya no quedaba en el Kiosco de Piedra (el cronista José Antonio Melgares escribe sobre este lugar fundamental para el buen transcurso del 2, del 3 y ahora también de la Noche de las Migas) fuchina. Hasta en los bares con la tapa te regalaban una trufa de esas de las que mi hija y los hijos de mi hija van a vivir si tienen tanto futuro como promete la candidata popular Ana Belén Martínez Fernández.
Pero si el futuro ya está aquí, lo que podría darle un nombre a Caravaca es su fuchina: un laboratorio, para saber qué demonios lleva el veneno inventado por Carmen Martínez (se sabe que se compone de cuatro ingredientes: anís, limón, y que los otros dos se mantienen en secreto), mientras vendemos la escasa que queda al precio de la sangre de Cristo.
Ustedes prueben la Jagermeister que han popularizado los festivales de los modernos, y tras ella un buen chupito de nuestro licor autóctono. 

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