Juan González Castaño, doctor en Historia por la Universidad de Murcia
y académico numerario de la Real
de Alfonso X el Sabio, es autor de más de un centenar de publicaciones, muchas
de las cuales tratan del pasado de la
Región de Murcia en los siglos de la Edad Moderna.
Recientemente ha publicado su proyecto más ambicioso, una Breve historia de la
Región de Murcia, que edita Tres Fronteras y que ya se ha
convertido en imprescindible acompañante de quien quiera conocer la historia
murciana. En la reseña de su libro
publicada en este periódico (número 381) el crítico Rubén Castillo señala: La
destreza de este tomo consiste en que su autor ha tenido que condensar en
cuatrocientas páginas todo lo que sabe (que es mucho) sobre el devenir
cronológico de nuestra provincia». De prosa asequible, descripciones de
innegable fuerza visual, ameno… así define Rubén Castillo el estilo del autor. (Reseña de Rubén Castillo).
—¿Cómo ha
sido el proceso histórico murciano desde las sociedades cazadoras hasta
nuestros días?
—Muy
complicado, pero afrontado admirablemente, ya que el resultado está a la vista,
una Región próspera que, pese a las dificultades del momento económico que
atravesamos, encara el futuro con optimismo. Los avatares históricos, a menudo
duros o, claramente, desastrosos, pues sólo hay que recordar las épocas de
pestes, hambres o de inmigración, han ido curtiendo a los murcianos
y preparándolos para desempeñar un importante papel en la España del siglo XXI.
—¿Qué época puede considerarse la de mayor esplendor en
la Hª. de Murcia?
—El período que va desde 1490 hasta 1540. En esas
cinco décadas, tras la caída de Granada en poder de Castilla y el fin de la
amenaza que los musulmanes de ese reino suponían para los murcianos,
dados los frecuentes golpes de mano que infligían en localidades fronterizas,
con tomas de cautivos y ganados, la producción se disparó, en especial la
de cereales, luego de que se roturarán lugares boscosos y zonas adehesadas,
convertidos en campos, y con ella la población, que, no en vano, se
triplicó en menos de medio siglo. Ese tiempo histórico puede ser conceptuado
como el verdadero Siglo de Oro económico-demográfico para el viejo Reino de
Murcia en los últimos quinientos años.
—¿Y
la de mayor retroceso en lo político, social y económico?
—Mencionaré dos momentos. El siglo XIV, en
especial su segunda mitad, época de pestes, sólo hay que recordar la de 1348,
que, aparentemente, despobló una gran parte de la comarca del Noroeste, y las
de 1379-1380 y 1395-1396. Esta última mató a más de 6.000 personas, únicamente,
en la capital murciana, que tenía un censo de unas 12.000, y se sumó a la
guerra intestina que enfrentaba al Obispo de la diócesis y al Adelantado del
rey, por lo cual no hizo sino empeorar la situación de la mayoría de los murcianos.
Y la centuria del seiscientos, singularmente las
décadas entre 1630 y 1680, cuando los habitantes de la Región se vieron
enfrentados a unas hambrunas no vistas en mucho tiempo, que culminaron en
pestes atroces, las cuales terminaron con la existencia de muchos miles de
ellos. A modo de ejemplo, mencionaré que, entre 1635 y 1650, apenas si hubo un
par de siegas buenas en el Reino, ante la ausencia de lluvia, por lo cual el
hambre fue atroz, hambre que desembocó en la epidemia pestífera de 1648 que, en
Cartagena acabó con las vidas de 5.000 personas y en Mula con las de 2.300, el
70 y 60 por cien aproximadamente de sus vecindarios. Sin olvidar que la peste
volvió a manifestarse en dos oleadas entre 1676 y 1678, aunque no con la
letalidad de treinta años antes. Este último brote supuso la desaparición de
ese Jinete del Apocalipsis de nuestra tierra para siempre.
—¿Qué
importancia ha tenido Alfonso X en la Historia de Murcia?
—Fue fundamental, pues con él comienza la
historia de Murcia cristiana. Cierto que, en 1243, entró en la capital del
reino siendo aún Infante y en nombre de su padre, el rey Fernando III el
Santo, pero también es verdad que fue el impulsor de la restauración del
antiguo obispado, en 1250, del que fue primer prelado el franciscano Pedro
Gallego; de la pacificación del territorio, con la toma por la fuerza de las
armas de Mula, Lorca y Cartagena; y el que repartió
las vegas de Murcia, Lorca y, tal vez, de Mula entre
los pobladores cristianos que le habían ayudado en la empresa conquistadora e
impulsó su laboreo.
—¿Qué
papel jugó Jaime I en la conquista de Murcia?
—El protagonismo del rey aragonés, denominado el
Conquistador, fue escaso en los primeros momentos del protectorado castellano
sobre el reino islámico de Murcia, cuyo último monarca fue Inb-Hud. Sí fue decisivo durante el levantamiento de los
mudéjares andaluces y murcianos en la primavera de
1264, ya que los cristianos se vieron sobrepasados por lo audaz de la rebelión
y el rey Alfonso X se vio obligado a pedir ayuda a don Jaime, su suegro, al
hallarse casado con su hija Violante, quien, con su
ejército, entró en tierras de Murcia en noviembre de 1265 y, en apenas tres
meses, terminó con la revuelta. Las tropas aragonesas penetraban en la capital
el 2 de febrero y, algo después, fueron cayendo en su poder los castillos entre
esa ciudad y Lorca.
—¿Qué
valoración hace del Cantón de Cartagena?
—Que fue un sangriento hecho romántico que sirvió
para muy poco, pues fue sofocado en el término de seis meses por las fuerzas
del gobierno central, mandadas por el general López Domínguez, al
capitular sus defensores el 12 de enero de 1874. No obstante, la figura del
principal dirigente, Antonio (Antonete) Gálvez Arce,
se vio reforzada y entró en la historia y en la leyenda de nuestra Región por
la puerta grande.
—Hay murcianos conocidos como los de la Cierva, Belluga,
Ben Arabí o Peral, ¿qué otros merecerían conocerse
mejor?
—Hay muchos que, habiendo realizado una labor encomiable
en pro de las letras, las artes o la historia regionales, no son tan conocidos
como los mencionados en el enunciado. Así, a modo de ejemplo, deberíamos saber
más de don Diego Saavedra Fajardo, uno de los mejores diplomáticos españoles y
escritores del siglo XVII, autor de obras tan importantes dentro de la
literatura nacional como Idea de un príncipe político cristiano, Corona
gótica castellana y austriaca, Locura de Europa o La República Literaria.
De don José Moñino, conde de Floridablanca,
Secretario de Estado con Carlos III y Carlos IV, que, en 1773, logró del
pontífice Clemente XIV la abolición de la Compañía de Jesús, y apostó por realizar obras
públicas, de las que tan necesitado estaba el país; las impulsó en su Murcia
natal, con el arreglo de caminos y otras infraestructuras. Durante los primeros
momentos de la Guerra
de la Independencia
fue miembro de la Junta
Suprema de Murcia y, a partir del otoño de 1808, presidente
de la Junta Suprema
Central, hasta su fallecimiento en Sevilla, el 30 de diciembre de ese año. Y de
los tres Cierva y no sólo de uno, de don Juan de la Cierva y Codorníu, suficientemente conocido por ser el
inventor del autogiro. Los otros dos eran su padre, don Juan de la Cierva y Peñafiel, y el
hermano de éste, don Isidoro, ministros ambos, aunque don Juan lo fuera varias
veces de diversas carteras.
—¿Qué
relaciones ha tenido a lo largo de su historia el Noroeste con el resto de la
región? La impresión es que hasta la inauguración de la autovía era de
aislamiento
—Ese aislamiento era relativo si se bucea en la
historia. Pues ya en época anterior a Cristo los romanos se establecieron en el
conocido como poblado de Villaricos, en el Estrecho
de la Encarnación,
cerca del cual levantaron el imponente templo existente dentro de la ermita de
Nuestra Señora de la
Encarnación, y la fortaleza del Cerro de la Fuente, en Archivel. Desde entonces, si bien es cierto que las
comunicaciones con Andalucía, Castilla y el resto del reino de Murcia eran
deplorables, basadas en caminos y sendas que, con dificultades, se podían
denominar así, y el río Segura había que pasarlo por medio de barcas en Calasparra, ante la ausencia de puentes, también lo es que
la alta producción de cereales de los campos del Noroeste hacía que hubiese un
importante trasiego de carreteros y arrieros que los llevaban a puntos
distantes de la geografía regional y nacional, mientras traían a las
localidades comarcanas productos de otros lugares del país y de Europa; sin
olvidar el enorme papel de la ganadería como impulsora de la economía del
Noroeste durante los siglos de las Edades Media y Moderna.
—¿Cree que
los murcianos conocen lo suficiente la historia de la
región?
—Sinceramente, creo que los murcianos
están interesados en conocer su historia, puesto que, son conscientes, de que
la suya es una tierra dotada de un glorioso pasado; de ahí que acojan muy bien
cuantas obras la explican de modo sencillo.
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