Propper de Callejón |
Este libro de Historia, más que un ensayo, historias varias, no gustará ni al lector que ya tenga una mínima información sobre el Holocausto o las relaciones hispanoalemanas durante la II Guerra Mundial o sobre la actuación de los embajadores de España o sobre la huida de Francia a través de los Pirineos. Lo mejor que puede decirse de él es que tiene cierta utilidad como puerta de entrada a estos temas (aun así, una utilidad limitada: la bibliografía resulta pobrísima y el autor no cita la procedencia de las citas).
La actuación de los embajadores españoles que quisieron ayudar la dificultaba el hecho de que se vieran obligados en cada decisión por las estrictas órdenes de entrada: "el régimen franquista vetaba la entrada a España de evadidos republicanos, excombatientes de la Brigadas Internacionales y... judíos. Los cónsules debían consultar con la Dirección General de Seguridad cualquier solicitud antes de responder".
En el caso judío, algunos podían acogerse a la nacionalidad española sí demostraban su origen sefardí, sin embargo, al comenzar la Guerra el plazo de acogida había finalizado. Fue en las décadas de 1920 y 1930, cuando militares españoles entraron en el norte de África en contacto con descendientes de los expulsados por los Reyes Católicos que todavía conservaban parte de las costumbres de Sefarad - España. Primo de Rivera en 1924: "ordenó redactar un Real Decreto, sancionado por Alfonso XIII el 20 de diciembre, por el que se habilitaba la posibilidad de que obtuviesen la nacionalidad española". Algunos embajadores y trabajadores de la embajadas españolas se servirían de este decreto, ya caducado, para que judíos sefardíes abandonaran Francia o cualquier otro territorio ocupado por los nazis (algún embajador extendería su protección, como Sanz Briz, a judíos askenazies) y, a través de España, pudieran dirigirse a Estados Unidos (la entrada de extranjeros se había complicado en este país) o Palestina (Inglaterra no estaba tampoco por la labor). Pero fueron escasos y contaban con oposiciones importantes. Propper de Callejón (su nieta es la actriz Helena Bonham-Carter), de la Embajada de Francia, quien hizo lo que estuvo en su mano para ayudar a los perseguidos a escapar de Francia, fue destituido por Serrano Suñer; y Rolland de Miotta, cónsul general de España en París desde 1939, solo recibió obstáculos del embajador Lequerica y del ministro Serrano Suñer.
José Ruiz Santaella y Carmen Schrader |
La salida del Ministerio de Serrano Suñer y la entrada de Jordana no cambió la política española. Y la sustitución de este por Lequerica tampoco excesivamente (Julián Zugazagoitia y Lluís Companys fueron entregados por Francia, y fusilados en España, a insistencia suya), pero Franco y los suyos cada vez eran más conscientes de que Alemania perdería la Guerra y decidieron utilizar la baza judía.
Además de los diplomáticos españoles, los portugueses también estuvieron muy activos. Y los mejicanos más que portugueses y españoles en su empeño de salvar tanto judíos como republicano, como Gilberto Bosques. Entre los españoles le deben la vida María Zambrano, Max Aub o Manuel Altolaguirre. Apresado por los alemanes cuando México entró en guerra, fue canjeado por prisioneros de este país: "Cuando su transatlántico llegó a Veracruz, centenares de exiliados españoles y evadidos judíos aguardaban en el puerto para rendirle un homenaje espontáneo".
Ángel Sanz-Briz, un hombre del Régimen y que nunca alardeó de las vidas que salvó en Budapest (si lo hubiera hecho, la pregunta habría sido: "si un hombre solo pudo, ¿cuánto no hubiera hecho el Dictador de haber querido?"), explicó así sus gestiones: "Sanz-Briz puede asumir lo que estime oportuno, pero España, no. Violar la inmunidad de una persona protegida por España es algo que España no se puede permitir". Te hace mirar con suspicacia una persona que tiene tanto el nombre de "España" en la boca. Pero Sanz-Briz entendió la dignidad del país que representaba por encima del Régimen transitorio que gobernaba. Salvó a más de cinco mil personas con la ayuda de Perlasca (que siguió la tarea tras la marcha de Sanz-Briz) y con otros diplomáticos, como el sueco Raoul Wallenberg y el nuncio Angelo Rotta.
Además de Sanz-Briz, Propper de Callejón y el matrimonio José Ruiz Santaella-Carmen Schrader han sido reconocidos por el Estado de Israel como Justos entre las Naciones. Y Miguel Ángel de Muguiro, Julio Palencia, José de Rojas y Moreno, Bernardo Rolland de Miota y Sebastián de Romero Radigales han visto reconocida su labor para salvar judíos. Entre los españoles que no deberíamos tampoco olvidar el Conde de Mayalde, autor del censo de judíos en España, cerca de seis mil (investigación y artículo interesante de Jorge M. Reverte).
Conocer el nombre de estos diplomáticos (y también un preso) y otras personas que, a través de los Pirineos, ayudaron a escapar a judíos y demócratas o antifascistas de los nazis contrasta con la actuación del Régimen de Franco. Por eso Sanz-Briz nunca contó su historia, lo que le ha valido a Giorgio Perlasca para atribuirse todo el mérito de los judíos rescatados de Budapest.
En Arcadi Espada, cuatro artículos que no tienen desperdicio. Al contrario resultan mucho más interesante que el libro de Diego Carcedo (en imposible que el periodista e historiador no conociera las "revelaciones" últimas de Perlasca, quien explica la ayuda de Sanz Briz por una amante judía que tuvo). Aquí Arcadi Espada (I; II; III; IV). El periodista Eugenio Suárez, quien estuvo en Budapest en la época de Sanz-Briz escribe sobre el libro de Diego Carcedo: "Un libro de Diego Carcedo muestra cómo se pueden escribir cuatro chismes redactados de prisa y corriendo, sin el menor rigor y una fuente dudosa. Y otros autores. Hasta la fecha solo un apreciado periodista, Arcadi Espada, parece inmerso en la tarea y descubrió que en aquél tiempo también vivía un periodista español en Budapest: yo".
En Arcadi Espada, cuatro artículos que no tienen desperdicio. Al contrario resultan mucho más interesante que el libro de Diego Carcedo (en imposible que el periodista e historiador no conociera las "revelaciones" últimas de Perlasca, quien explica la ayuda de Sanz Briz por una amante judía que tuvo). Aquí Arcadi Espada (I; II; III; IV). El periodista Eugenio Suárez, quien estuvo en Budapest en la época de Sanz-Briz escribe sobre el libro de Diego Carcedo: "Un libro de Diego Carcedo muestra cómo se pueden escribir cuatro chismes redactados de prisa y corriendo, sin el menor rigor y una fuente dudosa. Y otros autores. Hasta la fecha solo un apreciado periodista, Arcadi Espada, parece inmerso en la tarea y descubrió que en aquél tiempo también vivía un periodista español en Budapest: yo".
Un libro de lectura fácil pero decepcionante.
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