miércoles, 18 de julio de 2012

Calasparra Republicana: entre dos dictaduras

No resulta habitual entre nuestros historiadores de la comarca del Noroeste, profesionales o aficionados, hurgar en la herida que supuo el golpe de Estado fracasado que acabó en Guerra Civil. Tampoco retroceder hasta la II República, partera de la Guerra Civil, pero también (y más importante) primera democracia española.

El robo de la Cruz de Caravaca, los fusilamientos del Castillo, el patrimonio salvado o destruido que pertenecía a la Iglesia... han sido explicados en voz baja, con temor todavía, no fuera que alguien se ofendiera. Quedará esta labor para los historiadores jóvenes, sin hipotecas, y para rara avis del Noroeste, como Agustín Robles Rquena, quien, una vez retirado en 2002, investió en archivos como el Naval de Cartagena la información que pudo recopilar de la Calasparra republicana, pero también de sus antecedentes, de la guerra y del franquismo hasta los años sesenta.
Quizá porque este militante y concejal socialista descubrió que la historia con mayúscula afectaba a su propia historia: "Mi padre murió en 1981 con 76 años y no quebrantó ese silencio para decirme a mí, su único hijo, que había estado sometido al procedimiento sumarísimo número 10.530 por tenencia de una granada de mano y una vieja pistola escondida en un terreno, además de pertenecer a organizaciones subversivas. También fue reclutado en la llamada quinta del saco para el ejército republicano. Difícilmente habría salido condenado con menos de 12 a 16 años si no se hubieran interpuesto dos amigos muy influyentes. Su silencio y el de mi madre fueron totales".
En el prólogo de Calasparra Republicana: entre dos dictaduras Juan Fernández Montoya, brevemente, biografía a Agustín Robles: nació en Calasparra el 6 de octubre de 1941, impartió magisterio en La Encarnación, Caravaca... y en 1969 en Las Pedreras de Calasparra y luego en el Pérez Piñero hasta que se retiró en 2002. En política, perteneció primero a grupos juveniles cristianos y luego a la Izquierda Democrática, cuando desapareció este partido entró en el Ayuntamiento como concejal independiente y luego como concejal socialista entre los años 1979 y 1983.
En Calasparra Republicana no se ocultan las tropelías que cometieron tanto republicanos como nacionales, aunque el objetivo del libro resulta claro: homenajear a "los ignorados, que no tuvieron hitos en las plazas de nuestros pueblos, merecerán siempre el reconocimiento por su sed de justicia y hambre de libertad. Eran vidas perdidas en un único pueblo enconado y disperso en orillas paralelas, divergentes, donde unos hallaron la paz y otros la rodilla doblada de la súplica, del temor, del vencido pero no derrotado".
Agustín Robles narra la historia de esa Calasparra republicana sobre todo a través de las actas del Ayuntamiento, pero se eleva a la realidad murcianana y española para dotarlas del contexto necesario, para que no resulten incomprensibles. 
Un trabajo fatigoso el realizado por el historiador que, en algunas ocasiones mezcla datos con opiniones (dígamoslo claramente como a muchos historiadores españoles a Agustín no le parecen igual los muertos de uno y otro bando y con su manera de escribir lo demuestra, así como la bibliografía y las citas que vertebran el libro no contentarán a todo el mundo) e incurre en anacronismos para hacérselo más fácil al lector, pero se pierde rigor (¿la llamada pinza de Aznar y Anguita fue un equivalente de la de la CEDA y la CNT?). 
Sin embargo, los aciertos superan con muchísimos los errores y este libro además puede servir de base a otros estudios que se realicen sobre Calasparra y el resto de la comarca (cabe destacar las condenas que se produjeron después de la Guerra: nombres, apellidos, sumario, sentencia, conmutación o no, prisión...). También cabe destacar su voluntad de recordar: "Calasparra, pueblo de retaguardia por destino del azar, pagó su tributo de muerte con Victoriano GArcía Montiel, Francisco Moya Rubio, Mateo Carrasco Donate, Juan Hervás Barrios, Antonio Navarrete Gómez, Pedro José Fernández Pérez. Los seis creían tener sus razones en la sin razón de la muerte, podían haber sido vencedores pero el destino segó sus jóvenes vidas, no tuvieron imperio aunque sí la gloria en el reconocimiento de los suyos, en los hitos levantados junto a plazas, iglesias y monumentos de mayor rango aunque ningua el valor de una vida.
Los ignorados Manuel Alarcón Nieto, Manuel Cava Marín, Antonio García García, Juan Martínez Pérez, Francisco Miñano López, Joaquín Molina Gómez, Jerónimo Moya Castillejo, Domingo Sánchez Ballestero y Pedro Solís Moraleda no tuvieron imperio, tampoco gloria alguna para ellos ni sus familiares. Fueron los vencidos, los leales a la Repúblcia, los que no tuvieron hitos ni alabanzas, los apestados rojos, los rebeldes porque aspiraban al reparto del trabajo, de la tierra sin cultivar, de la igualdad, a una vida sin caciques ni explotadores, hombrse y mujeres peregrinos de prisiones, apaleados, torturados, sumando incontanbles años de vida carcelaria".

Calasparra Republicana: entre dos dictaduras puede encontrarse en distintas librerías de la comarca del Noroeste: en Caravaca, por ejemplo, en Rosendo y Endrino; y en Diego Marín en Murcia.
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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una vergüenza el intento de manipulación constante de los rojos que se empeñan en reescribir la memoria histórica para manipulación de las generaciones venideras.
La historia, fué como fué, no como algunos se empeñan en contarla.