Cruz a la entrada de Caravaca |
Subastan el caravaqueño Palacio
de los Uribes, sede del Museo de la
Fiesta, por las deudas de Caravaca Jubilar (aquella empresa
que tan bien ha gestionado su gerente Juan Rigabert y cuyos empleados
desconocen su futuro). Aunque desde la Gerencia se espera que no cunda el pánico
(expresión del Chapulín Colorado y de capitanes de barcos que se hunden
dispuestos a saltar los primeros dejando atrás mujeres y niños) entre los
caravaqueños. A fin de cuentas «no es la primera vez que pasa», señala el
Gerente, y la deuda quedará saldada en noviembre.
Ratzinger, en Caravaca |
¿Será el Museo de la Fiesta el primero de los inmuebles
propiedad de los caravaqueños subastado? Si se tratara de lo que albergan
dentro los tropecientos museos de la localidad, ¿quién daría por ello más de una
perra gorda? ¿o una perra chica?
Peregrino en bicicleta |
Bien mirado, y con fortuna,
podrían subastar la Cruz
que estropea la entrada del pueblo desde la autovía. O el ciclista peregrino
que parece un atentado contra el gusto (cualquier gusto, el malo o el bueno).
Pero a este paso acabaremos (acabarán, pero hoy me siento solidario con
nuestros líderes, así que acabaremos) vendiendo el Templete, las Fuentes del
Marques… o el nuevo lignum crucis que
sustituyó al robado. Y sin nuestra Patrona ni Fiestas de Mayo con sus moras y
cristianas guapas (y caballistas, no me olvido de ellas) ni Año Santo con sus
miles de turistas dispuestos a gastarse el parné ni ná de ná.
Hasta me temo que acaben
quitándole el apellido «de la
Cruz» a Caravaca y la vaca a su escudo.
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