El 14 de noviembre, huelga. Ni de
sexo (lo único por lo que todavía no todos pagan) como en Lisístrata ni a la japonesa (no más beneficios para un patrón que
no reinvierte). Huelga General: una para el PSOE, otra para el PP: la doble cara
del capitalismo feroz que ha arruinado a la clase trabajadora y a la pequeña y
mediana empresa (quienes realmente crean riquezas) mientras las leyes que promulgaban
estos partidos parecían paridas por promotores corruptos y capitalistas adictos
al ERE. Salvando las distancias, como si una ley contra la violencia machista
la dicta el maltratador y una para el reconocimiento de las víctimas de
terrorismo se la encargaran al etarra De Juana Chaos.
Más de 500 desahucios al día en
España; apuestas de cuándo se superarán los cinco millones de parados.
Una huelga por necesidad y por dignidad, tomando ejemplo de los protagonistas de La Sal de la Tierra (Herbert J. Biberman, 1954): hombres, mujeres, españoles, extranjeros, jubilados, estudiantes… Una huelga española, pero también portuguesa, griega, italiana… con la solidaridad de los hermanos de América, que protestarán frente a nuestras embajadas.
De joven creía en un par de cosas
respecto a la huelga: en la efectividad solo de una revolucionaria, de todo o
nada, paralización del transporte con sabotajes incluidos. Los años, las canas,
me han quitado esta idea. Cruzarían la frontera de nuevo los Cien Mil Hijos de
San Luis a restaurar en el trono a Fernando VII. La otra creencia era en la Internacional, solo
una Huelga Mundial, o Europea, puede torcer el brazo de los que gobiernan
exclusivamente para el gran capital (y para mantenerse en el poder). Y aún
confío en que, como una mancha de petróleo, «ese espectro que se cierne sobre
Europa» se contagie al centro y norte. O, como cantaba Leonard Cohen: «First we take Manhattan, then we take Berlin». Pero
empecemos el 14 recuperando los españoles España.
0 comentarios:
Publicar un comentario