martes, 9 de abril de 2013

El prestigio de los asesinatos y de los presos políticos

Thierry
Cierren los ojos, piensen en un preso político. Uno, dos, tres... ¿Mandela? ¿Les viene a la cabeza Nelson Mandela? A mí es el primero que se me ocurre.
Quizá ahí radique el problema, la indignación que produce en nuestro Ministro de Interior (y en personas mucho más respetables) que los amigos de ETA consideren que el asesinato de Fernando Buesa fue un asesinato político y que el etarra muerto Thierry un preso político y su muerte un asesinato político.

Se le da al preso político un prestigio que en la mayoría de los casos -y entre todos- deberíamos quitar. Matar o morir por la política, ¿por qué tiene más valor que robar o matar por hambre?
Bromeando: ¿O por qué tiene más valor que matar o morir por las míticas Air Jordan? O más valor que el asesinato de la vieja de Dostoievski para comprobar que sí se puede.
Matar o robar por hambre sí parece un asesinato político (política son los millones de parados en Europa y los comportamientos antisociales consecuencia de esa mala política); matar por la patria, dios o una idea, en la mayoría de los casos, una ensoñación adolescente. Y sangrienta.
Nelson Mandela
En Europa, tras las múltiples guerras de religión que ensangrentaron el continente, los asesinatos religiosos han perdido su nobleza (aunque algunos justifiquen las muertes que provocan los islamistas por ofensas a su religión, como las que supuestamente le han infrigido a Mahoma caricaturistas amenazados o las feministas de Femen, ahora en el punto de mira por su Yihad en topless). Y, volviendo la vista atrás, quizá quitando el caso de Tomás Moro, otros como los mártires cristianos cordobeses, prácticamente no dejaron otra opción a las autoridades musulmanes. Ni tampoco los que insultaban al emperador romano solo para que los arrojaran a los leones.
Cuando hablemos de presos políticos o de conciencia, no pensemos en Nelson Mandela o Martin Luther King, o en soldados norteamericanos que se negaran a disparar napalm sobre poblados vietnamitas; pensemos en el rostro enrojecido, como de hooligan  deportivo, de Thierry (el amor para la patria tiene mucho que ver con el amor a un equipo de fútbol). La cara de ese Thierry que parece la de un demente, con los ojos fuera de óribta, es la de un asesino político. Y no hay nada de noble o bello en ella.

Los Redondos: Todo preso es político


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