jueves, 10 de octubre de 2013

Las mujeres de los dictadores, de Diane Ducret

La periodista Diane Ducret
La periodista Diane Ducret biografía brevemente las mujeres que pasaron por la vida de algunos de tantos dictadores como hubo en el siglo XX de forma entretenida y con las suficientes notas para que el interesado por ellas y ellos pueda continuar aprendiendo sobre la vida amorosa de Hitler, Mao, Stalin... y en un posfacio para la edición española firmado por Eduardo Soto-Trillo también sobre Franco.
Mussolini y su formación política e intelectual de la mano de Angelica Balabanoff (Mussolini: "lo repito, debo a Angelica mucho más de lo que ella cree. Poseía la sabiduría política. Era fiel a las ideas por las cuales luchaba [...] Si no la hubiese conocido en Suiza, seguiría siendo un pequeño activista de partido, un revolucionario dominguero") y Margherita Sarfatti ("Margherita ha comprendido un punto esencial: más allá de las dotes de orador, benito tiene un cuerpo, una presencia física magnética". Además de su esposa, Rachele Guidi y su última amante Clara Petacci (¿o fue Clara Petacci y también su hermana menor Myriam?).
Margherita Sarfatti
Lenin y su esposa Nadezhda Krupskaya y su amante Inessa Armand. Aunque "pese a frecuentar a muchas mujeres, Lenin sigue sintiendo cierto desprecio por las cuestiones de la sexualidad y la vida conyugal". Escribirá Lenin: "No tengo ninguna confianza en la seguridad y perseverancia en la lucha de las mujeres, para las cuales la novela personal se mezcla con la política...".
Inessa Armand
Una mujer tiene en parte la clave del ascenso de Stalin ("combinando una virilidad ostentosa y una pudibundez victoriana, no es ni sensualista ni epicúreo, y habla poco de sus hazañas sexuales"): la mujer de Stalin, como secretaria de Stalin, conoce el contenido de la Carta al Congreso que Lenin dicta la Noche de Navidad: "Creo que la presencia en el Comité Central de miembros como Stalin y Trotski es una amenaza para la estabilidad...". Las dos esposas de Stalin, Kato Svanidze y la suicida Nadia Aliluyeva ("o la unión de un maniaco del trabajo sin corazón y de una chica egocéntrica, desequilibrada y desgastada por el poder, que ella no deseaba".
El seminarista portugués Antonio Salazar, que renunció al matrimonio ("las contradicciones son la esencia de su personalidad. Es un enamorado de la civilización europea, pero detesta viajar y no visitará ni una sola de las colonias portuguesas en cuatro décadas. Jefe supremo del país, no aceptó jamás ser presidente de la República por antidemócrata convencido. Salazar es un Jano, un ex seminarista que practica el amor libre, un militarista que no hace la guerra, un monárquico que afianza la república...) pero no a las mujeres que en csos le sirven de espías en el interior del país, como Felismina de Oliveira, feroz denunciadora, o Emilia Vieira (que además será su astróloga).
Una aventura africana: la del dictador Jean-Bedel Bokassa y sus mujeres, sobre todo Catherine Bokassa (¿amante de Valéry Giscard d'Estaing?).
Mao y su afición por bailarinas y enfermeras que nunca lo abandonó ("Mao basará su práctica -intensiva- de la sexualidad en la doctrina taoísta"), si bien no era muy escrupuloso con la higiene: no se cepillaba los dientes, no se bañaba, los órganos genitales tampoco se los lavaba "me limpio en el cuerpo de las mujeres", replicaba), aunque la historia evidentemente se centra en Jiang Qing ("Jiang Qing debía enfrentarse a las dudas que albergaban los dirigentes revolucionarios respecto a ellay también al desprecio instintivo de los campesinos hacia una mujer procedente de esas grandes ciudades donde se vivía y se amaba en libertad. Pero Jiang Qing no es una secretaria y menos todavía un ama de casa. Esa decisión provocará en ella un rencor terrible"), quien ya en 1966 es nombrada consejera cultural del ejército ("ahora lidera a un ejérctio de seis millones de hombres en materia de ópera, danza, música y libros"), intenta ser la sucesora de Mao una vez muerto Zhou Enlai y apartado por un tiempo del poder Deng Xiaoping. Fracasa y, cuando la juzgan, se suicida. "Para arrebatarle cualquier gloria fúnebre Deng Xiaoping no anuncia su muerte hasta dos años más tarde El mutis lo ha hecho entre bastidores".
Catherine Bokassa
Precisamente a Jiang Qing y a Isabel Perón en un momento determinado trata de emular Elena Ceaucescu, también asesinada, aunque su obsesión son los títulos académicos, "sin embargo, detrás de los cargos hay una realidad: Elena dirige ahora toda la planificación del Estado rumano en materia de investigaciones científicas y equipamiento industrial puntero". En 1973 entra en el gobierno. La suya es una historia de caprichos, de celos, ¿de enfermedad mental? Marido y mujer mueren juntos.
Finaliza Diane Ducret con el más conocido de los dictadores: Adolf Hitler y sus mujeres: Helen Bechstein, Winifred Williams, Maria Reiter, su sobrina Angelika Raubal (Geli), Eva Braun, que tanto se parece a la sobrina, Magda Goebbels... No todas las relaciones tuvieron un componente sexual pero resulta indudable que Hitler gustaba a las mujeres, sobre todo a raíz de que Helen Bechstein lo educara para entrar a los salones de la República Weimar. Escribió el dictador alemán: "En política hay que buscar el apoyo de las mujeres; los hombres te siguen solos".
Acaba, como ya he señalado, este libro con un posfacio de Eduardo Soto-Trillo sobre Paco y Carmina. O Franco y doña Carmen. Dejaremos que el lector conozca, si los hubiese, detalles sobre su intimidad sexual.
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