jueves, 14 de noviembre de 2013

Solo cosas buenas, solo cosas malas

Para sobrevivir inevitablemente nos ayudamos de trampas de la memoria las personas…, pero también los colectivos. Así nos resulta más fácil, por ejemplo, criticar a aquellos acomodaticios que observan “desde la barrera” cuando en circunstancias parecidas tampoco nosotros “saltamos al ruedo”. Mucho más sencillo escandalizarnos en la tertulia del café por el comportamiento de aquel policía con los suyos cuando anteayer nosotros fuimos los suyos. O los suyos de cualquier otro funcionario. Pero lo olvidamos o nos decimos al oído que diferentes fueron los motivos, que lo nuestro sí estaba justificado.
Parecería entonces que descartamos lo malo o en todo caso lo pulimos de aristas para que quede decente. Parecería, pero… la experiencia de una joven emprendedora de Bullas María Fernández Valverde muestra lo contrario. “Un día hablando con mis abuelos me di cuenta de que sólo piensan en lo malo, bien sea malestar físico o emocional, siempre hablando en negativo, buscando siempre la peor parte de todo. Seguro que esto os resulta familiar a más de uno y es que según parece con el tiempo todo lo bueno que nos va pasando se nos olvida y lo peor de nuestra vida sigue con nosotros siempre”, así surgió su proyecto Solo Cosas Buenas, seleccionado por el programa Think Big de Telefónica. “Por un tiempo quería hacer que mis abuelos sólo pensaran en la mejor parte de su vida, les dije que les haría una entrevista donde tendrían que contarme toda su vida pero sin mencionar nada malo, sólo anécdotas y buenas experiencias”.
¿Atesoramos, como los ancianos, los ciudadanos antes los malos recuerdos que los buenos?
La democracia española ha crecido sobre cimientos frágiles y nuestro milagro económico ha resultado más que nada un espejismo. Ahora nos encontramos en plena resaca que sufrimos todos, pero antes hubo una fiesta que, aunque la disfrutaron unos mucho más que otros (y es importante recalcarlo), no hubo tantos excluidos. Cuando en el Parlamento de Cataluña; en el pleno del Ayuntamiento de Caravaca; políticos de una u otra laya, votantes de uno y otro signo; lectores de este semanario o de aquel diario, se insultan como antiguos amantes, deberían, los primeros recapacitar en el deterioro que con su conducta producen a nuestras instituciones; los demás en qué pensábamos cuando los procederes, que quizá fueran irregulares o poco éticos, nos favorecían. No se trata de quedarnos solo con lo bueno o lo malo, pero si estamos convencidos de abrir una causa general a la democracia a la española deberíamos hacer un ejercicio sincero de memoria. Obviar sus trampas. O todo quedará en la búsqueda de un cabeza de turco que nos evite reflexionar sobre nuestro papel.
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