La segunda secuencia de Jack goes boating la emparenta con Punch Drunk Love. Incluso la primera, con la aparición de ese tío de Seymour Hoffman, que luego no tiene ningún protagonismo, nos recuerda a la familia de Adam Sandler.
Pero en nada se parece la ópera prima de Hoffman, a la obra maestra de Paul Thomas Anderson: ni el poderoso estilo visual, ni la interpretación de los actores ni el uso de la música (ningún director como Paul Thomas Anderson en este sentido). Lo único que las iguala es la presencia del propio Hoffman y el aprecio por los marginados de la sociedad.
Jack goes boating es una comedia y un drama (o esa mezcla de comedia y drama que tan bien funciona en televisión: Nurse Jackie, Weeds, The Big C...) con sus diálogos de gente pez. Un argumento mínimo: una pareja presenta a Hoffman y Amy Ryan, pero mientras estos se enamoran los otros dos (fantásticos John Ortiz y Daphne Rubin.Vega) comienzan a ver cómo se quiebra su relación.
Hoffman demuestra gran sabiduría en el uso del montaje paralelo para mostrar la situación de las dos parejas, tiene la suficiente inteligencia como para darse cuenta que la historia del desmoronamiento es más interesante que la que él protagoniza y, por último, nos ofrece en el tramo final de la película la secuencia memorable de la cena que cocina Hoffman para Ryan y un plano que cierra de Ortiz que no necesita más para expresarlo todo.
Comienzo prometedor el de Seymour Hoffman como director.
PD. La crítica la hice antes de que Seymour Hoffman falleciera; ahora, con cuatro años de retraso, ha llegado a nuestras carteleras.
En El País escriben sobre ella Clara Morales y Jordi Costa: la película es una obra teatral que protagonizó con actores con los que trabaja desde 1994.
Pero en nada se parece la ópera prima de Hoffman, a la obra maestra de Paul Thomas Anderson: ni el poderoso estilo visual, ni la interpretación de los actores ni el uso de la música (ningún director como Paul Thomas Anderson en este sentido). Lo único que las iguala es la presencia del propio Hoffman y el aprecio por los marginados de la sociedad.
Jack goes boating es una comedia y un drama (o esa mezcla de comedia y drama que tan bien funciona en televisión: Nurse Jackie, Weeds, The Big C...) con sus diálogos de gente pez. Un argumento mínimo: una pareja presenta a Hoffman y Amy Ryan, pero mientras estos se enamoran los otros dos (fantásticos John Ortiz y Daphne Rubin.Vega) comienzan a ver cómo se quiebra su relación.
Hoffman demuestra gran sabiduría en el uso del montaje paralelo para mostrar la situación de las dos parejas, tiene la suficiente inteligencia como para darse cuenta que la historia del desmoronamiento es más interesante que la que él protagoniza y, por último, nos ofrece en el tramo final de la película la secuencia memorable de la cena que cocina Hoffman para Ryan y un plano que cierra de Ortiz que no necesita más para expresarlo todo.
Comienzo prometedor el de Seymour Hoffman como director.
PD. La crítica la hice antes de que Seymour Hoffman falleciera; ahora, con cuatro años de retraso, ha llegado a nuestras carteleras.
En El País escriben sobre ella Clara Morales y Jordi Costa: la película es una obra teatral que protagonizó con actores con los que trabaja desde 1994.
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