jueves, 20 de junio de 2013

La República de los Rumores


“Es cierto que los hombres piensan en masa; y se comprobará que enloquecen en masa, pero solo recuperan la cordura lentamente y de uno en uno”, escribió Charles MacKay en un lejano siglo XIX pero parece que se dirigiera a esta sociedad conectada a la Red, con un comportamiento de parte de sus miembros tan gregario que hubiera fascinado a los teóricos de la psicología y la sociedad de masas, disciplinas que nacieron para estudiar la Alemania nazi.
Continuando con recomendaciones veraniegas, en este caso, merece la pena volver a dos películas que firmó uno de esos exiliados de Hitler, el director Fritz Lang: la primera sobre un hombre culpable linchado por la masa (M, el Vampiro de Düsseldorf, 1931) y la segunda sobre un inocente al que trata de quemar una turba (Furia, 1936): ambas obra maestras, si bien a la última la emborrona ese final made in Hollywood.
Hace unos meses la socialista Elena Valenciano abandonó twitter porque su cuenta se había convertido en una escalera de vecinos mal avenida. Peor aún lo vivió McAlpine en Inglaterra: tras anunciar la BBC que desenmascararía por pederastia a un conocido político conservador; en las redes sociales se le acusó a él… falsamente. ¿Quién le devuelve el honor? ¿Quién a esa Katharina Blum que noveló Heinrich Böll y llevó a la gran pantalla Volker Schlöndorff?
En el mejor de los casos la Red permite a un músico que no sale de su aldea de Galicia, como Emilio José, realizar canciones más avanzadas que en el mismísimo Brooklyn; en el peor vomitar anónimamente todas tus frustraciones.
Para el periodista resulta un útil instrumento de trabajo: la Red se ha convertido en una “república de los rumores” –algunos ciertos, otros no- que el reportero debe verificar para distinguir entre informaciones veraces e intoxicaciones interesadas. Ambas por desgracia (o fortuna) multiplicadas por el gregarismo del hombre esponja que hoy absorbe la Red como ayer hiciera con la Biblia. Amén.

Ourense, de Emilio José

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