lunes, 16 de noviembre de 2009

Establishment


Una lejana encuesta del diario Público situaba a Gallardón o a Rato como preferidos de los españoles para gobernar por encima del Presidente Zapatero.


Los dos, además de ser del Partido Popular, tienen otra cosa en común: su escasa visibilidad. Vale que Gallardón estuvo en el centro con la candidatura de Madrid a las Olimpiadas, pero que lo haga bien o mal, para los madrileños queda. Rato, hasta que salió a la luz la lucha por el control del Caja Madrid, era un político retirado. Preferimos a los que ya no están, o no pueden ser, por encima de los que sí se presentan: Rajoy y Zapatero.
Porque otra encuesta de octubre de 2009 nos decía que la clase política era la cuarta preocupación de los españoles por delante del terrorismo (en septiembre de 2011 la tercera: en Cataluña la segunda): ha habido GAL, Filesa, Prestige, Iraq… Pero nunca hasta situar a los políticos como una preocupación mayor que el terrorismo.
Hay una palabra inglesa, establishment, que se traduce como un grupo de personas unidas por un propósito u objetivo común. Como tal lo podemos utilizar para definir a la clase política española, o catalana, o murciana. Nada dice el término de que ese propósito común tenga interés para la ciudadanía. A veces no lo tiene y otras lo tiene gracias a la sobresaturación en los medios afines a los partidos políticos. Tomemos dos casos: uno en Murcia con el lema Agua para Todos. Parece como si los murcianos tuviéramos cada uno una huerta o un campo de golf o una urbanización. Pero no es así. Han convertido el problema de unos pocos en poco más o menos que delito de alta traición el discrepar. Tomemos otro ejemplo. Ahora nos vamos a Cataluña: algo más de un cincuenta y tres por ciento de los catalanes tienen el castellano como lengua materna, sin embargo, en su Parlamento solamente tienen como primera lengua el castellano un siete por ciento. En cuestiones como la lengua, y de ahí a la identidad, el Parlamento de Cataluña no representa a la sociedad catalana, no es su reflejo (aunque les va a salir redonda la jugada del victimismo con la sentencia de TSJC). De ahí se pasa a los referendos independentistas votados por alcaldes y concejales socialistas que parece que olvidan que gobiernan tanto en España como en Cataluña. ¿Cómo va a tomarse la ciudadanía la política en serio? Deben buscar otros partidos: en el caso de Alemania, por ejemplo, con partidos de los llamados antisistema como La Izquierda. No ocurrirá en España de momento porque Izquierda Unida todavía aglutinará el voto de izquierda que no va al PSOE, y UPyD el voto de centro izquierda y centro derecha que se aleja del PP y del PSOE. Pero la posibilidad de un nuevo Gil o Mario Conde en política, de un salvapatrias, podría producirse en dos o tres legislaturas.
Existe otra razón del distanciamiento entre políticos y ciudadanía. La grosería, la baja cultura de nuestros representantes, que todo se reduzca a alguna frase pretendidamente graciosa para que los fanes y las fanes aplaudan. Pueden comprobarlo en cualquier pleno de su pueblo. Pero para no alargarnos, centrémonos en el ya ex presidente de Valencia, Camps. No tuvo otra frase que decir que a los socialistas les gustaría que apareciera boca abajo en una cuneta. Como si los socialistas fueran proetarras o genocidas o algo parecido. Después se disculpó, claro. Pero cada vez que los políticos defienden sus propios intereses de clase muy bien pagada o intenten tomar por tontos a los españoles, otro votante se quedará en casa, más cínico o más enfadado, tal vez dispuesto en la próxima a votar a quien prometa que todo va a arder. Que para qué esta democracia.
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