martes, 24 de agosto de 2010

¿Es posible una derecha española propia del siglo XXI? El aborto y las mujeres en Melilla

A la pregunta de si es posible una derecha española, un partido conservador acorde con el siglo XXI en el que estamos, la respuesta parece, a simple vista, que no. Que es imposible a no ser que este siglo que ahora comienza signifique una vuelta atrás. En España no existe una derecha liberal, tampoco una izquierda liberal, demasiados años de pensamiento único para que una y otra piensen en algo diferente a prohibir, a deshacer lo hecho.


Hace tiempo, cuando Oriana Fallaci publicó su trilogía sobre la barbarie islamista en Europa; cuando nuestros gobiernos corrieron raudos a disculparse con los musulmanes por las caricaturas; entendí que la mal llamada izquierda gobernante, iba a ser incapaz de asumir el reto: lastrada por un sentimiento de culpa colonial (en el fondo, siguen considerando a los blancos superiores: cualquier pueblo le ha hecho a sus vecinos lo que los europeos, pero solamente nosotros lo lamentamos porque en el fondo creemos que al ser mejores que los demás lo nuestro es más condenable) y la caída del Muro, que no acabó con las injusticias pero que a la izquierda dejó sin ideas.
Sin embargo, la derecha se mostró igualmente asustadiza. Dejó en primera fila del combate a sus más radicales: a los que al fanatismo musulmán solamente pueden oponerle el fanatismo cristiano. Tomen la Ley del Aborto del PSOE que no cambia en demasiado la situación de la anterior: Gallardón y los suyos ya han comenzado a desmantelarla. A pesar de que el principal partido de la oposición es el camarote de los hermanos Marx, el PP (contrariamente a lo que yo esperaba cuando ganaron las Generales) hace en todo momento caso a sus ultras: sabe que no existe otro partido de extrema derecha y que es el único voto seguro con el que cuenta en las próximas generales, que ganará (y lo digo tres años antes, pero sin mayoría absoluta en un Parlament que se convertirá en un infierno... no para el PP, sino para los españoles). ¿Qué vendrá después? La supresión total de la Ley del Aborto, la prohibición del divorcio, los concilios de Toledo (por lo menos esto es algo muy español y me gustaría, para qué mentir, y el rito mozárabe).
Leyendo hace unos meses ABC y el magnífico reportaje de Cruz Morcillo Mujeres en la trinchera de Melilla veía claramente que el PSOE no tiene nada que ofrecerle a los grupos que más puede temer la ofensiva religiosa musulmana y la contraofensiva cristiana: las mujeres, los homosexuales, los ateos, etcétera. Pero tampoco lo tiene el PP que se ha alineado con la derecha cristiana olvidando que existe otra derecha liberal que podrían representar Ayaan Hirsi Ali y Niall Ferguson (olvídense de Angelina y Brad, ellos son sin duda la pareja más cool de la actualidad). Escribe él: "Ceuta ya no representa la avanzadilla de un imperio europeo agresivamente expansionista, sino más bien un baluarte defensivo mantenido por un continente asediado".
Entiendo que la derecha católica es la más fácil de movilizar, la que siempre tiene prieta las filas (la principal razón es que no existe un partido más a la derecha que el PP), pero mientras en sus políticas confunda pecado con crimen o piense que lo que ha hecho a Europa así es la religión y no la Ilustración, no conseguirá el PP equiparse con otras derechas europeas, incluso con la francesa de Sarkozy, muy próxima -incluso más elitista- que la de los Le Pen.

En el prólogo de Tiempos Modernos de Paul Johnson, un magnífico historiador conservador (más cercano a los ideales de Aznar), el propio Ex Presidente escribe : "Si leemos a Johnson, nos daremos cuenta de que el verdadero peligro no está en los enemigos de la libertad, sino en las sociedades incapaces de defenderse de ellos". Y también: Herencia moral y cultural de Occidente que tiene en el concepto de persona legado por el cristianismo un punto central". Una de cal y otra de arena. Probablemente fue San Agustín el primer en hablar del "yo" en sus Confesiones, pero lo de cristianismo y concepto de persona parece un salto mortal.

Falta un impulso liberal a una izquierda demasiado identitaria y a una derecha que se arroja en manos de los católicos para resistir el impulso de arrojarse al vacío.
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