viernes, 29 de octubre de 2010

El periodista Ramonet premiado: o cómo alejar el progresismo de la izquierda

Ignacio Ramonet, director de la edición española de Le Monde Diplomatique (sobrevalorada pero pocas revistas de ideas políticas hay en España), ha recibido el premio Antonio Asensio. Entregado por el Grupo Zeta, y con la participación en el acto de José Montilla (otro que puede ahuyentar a cualquier persona inteligente de votar al PSC), el periodista premiado señaló: «en democracia la batalla por la libertad de expresión nunca está definitivamente terminada». Además denuncia "el periodismo domesticado". Les invito a leer su Marcos, la dignidad rebelde y Fidel Castro: biografía a dos voces (lo de invitar es una forma de hablar, tampoco aconsejar, si los encuentran en la biblioteca bien, sino no gastes tu dinero). En los dos casos demuestra en su carne lo que signfica ser un "periodista domesticado". Hasta las películas de Stone sobre el Dictador tienen algo más de chicha. Lo de Marcos, solamente el libro que escribió Vázquez Montalbán fue más estúpido.
Pero no se trata tanto de que Ignacio Ramonet hablo de en democracia hay que luchar por la libertad de expresión. ¿Y en otros países? Algunos "intelectuales" de Occidente que nunca aceptarían más que una democracia liberal (burguesa si quieren decirlo peyorativamente) les parece estupendo un Fidel Castro o un Pinochet. El problema de la generación o generaciones de los Ramonet y los fallecidos Montalbán y Vida-Beneyto hablaban esa jerga marxista tan de moda a finales de los 60 y de los 70 pero que a las generaciones nueva no dicen nada (dudo que a las antiguas), es como si utilizaran las palabras para enmascarar la poca chica del discurso. Sin la enjundia de los Gramsci o Althusser, aunque igualmente coñazos, parece que responden a la ironía de Sartre: "aquel que se preocupa de lo que no le importa". Ha sido tan absurda esta generación que Montalbán utilizaba los palabros marxistas para hablar de su querido Barça.
Aunque no comparto casi ninguna de las ideas de Almudena Grandes o del ya fallecido Haro Tecglen, eran capaces de llamar al pan, pan y al vino, vino.
En el caso de Ignacio Ramonet han premiado la palabra que separa política y vida cotidiana y el servilismo a los dictadores (aunque sean de izquierdas).
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