sábado, 5 de febrero de 2011

Maria Schneider y Bertolucci


Muere Maria Schneider y pienso en Marlon Brando. No es agradable para nada la imagen. Como a Fernando Trueba, solo me gusta cuando lo apalizan; lo que sucede a menudo porque tenía tendencias masoquistas. ¡Tanto Método! Lo intento de nuevo con Maria y se me aparece Nicholson. Al final la googleo, y me encuentro con su rostro de 19 años, guapa pero insípida. Las dos únicas películas suyas que he visto son de Bertolucci y Antonioni. Leo que participó en más de cien, incluso ganó el Cesar francés. Pero el recuerdo es de El último tango en París (1972), película mitificada antes de verla: el españolito cruzando los Pirineos; el director de Novecento (1976). El problema es que la vi un par de décadas después de que se estrenara; con sobreabundancia en la retina de cine porno sin volumen o con el ff pulsado. Además aparecía Brando y su cara simiesca, su cuerpo foto y la calvicie. Además pretendía provocar y no provocaba: como si después de leer La filosofía en el tocador de Sade, comienzas con American Psycho de Easton Ellis. 

Continuo leyendo: alcohol, drogas, clínicas siquiátricas, la sensación de sentirse violada (aunque el sexo en la película no es real)… todo sin el interés que despiertan historias como la de Jean Seberg. Ahora la que me viene a la memoria, gracias a Dios, no es Nicholson o Brando, sino Linda Lovelace, actriz protagonista de Garganta profunda (curiosamente del mismo año que el film de Bertolucci), que a cualquier periodista o cinéfilo le trae a la memoria el Watergate. Y de ahí vuelo hacia Traci Lords (pero esto ya es pura divagación porque anteayer vi el remake musical de Historias de Filadelfia, con Sinatra, Grace Kelly, como Traci, Louis Armstrong, Cole Porter). Maria, Linda y Traci, tres vidas arruinadas, tres carreras que se basan en películas que no resistirán más que en la memoria de nuestros padres.
Trasgresor entonces, ridículo ahora, un cine que pretendía epatar, y lo consiguió, sólo que su público era pequeñoburgués y se conformaba con poco. Nada que ver Bernardo Bertolucci con Pasolini y su Salo o los 120 días en Gomorra (1975). O El Imperio de los sentidos de Oshima (1976).
De El último tango en París y de Maria solo me queda una cita, una frase en una canción, que no sé tan siquiera si se refiere a ella: «qué prefieres, mantequilla o tulipán», que cantaba Carlos Berlanga en Vacaciones. Poca cosa para tanto mito.



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