viernes, 4 de febrero de 2011

No hay futuro


Más de un millón y medio de menores de 30 años en el paro; una tasa del 42% entre los que todavía no han cumplido 25 (duplica la de la zona euro), y hay quien debate sobre la oferta alemana de contratar jóvenes cualificados, la pérdida que supondría para España, como quien habla de la lluvia (Rajoy en el show de Pedro J).

Los gobiernos deberían mostrarse entusiasmados ante la idea de una emigración masiva. Si algo ha dejado clara la crisis es que no sabemos por qué se crea o destruye empleo, por lo menos no nuestros ministros del ramo, que se limitan a principios de mes a recitar estadísticas (inigualable el anterior, Corbacho) con la misma resignación con que soportó Job sus desgracias. Aunque no son sus desgracias (al mismo Corbacho ya le buscaron nuevo acomodo), sino la de los jóvenes. Por eso, deberían ser sinceros y decirles: «Buscaos la vida fuera, total, cuando se cree trabajo volverá a ser en la construcción o en la hostelería».
¿Y los demás? ¿Esos que son jóvenes pero no parte de «la generación más preparada de la historia»? Por ellos, por los que nos quedamos aquí, sí pueden hacer algo los poderes públicos.
Muchos políticos llevan un Francisco Correa dentro capaz de organizar saraos (antes de la crisis alguno se doctoró en «vinos de honor»), y los más de 4.200.000 parados necesitan entretenimientos, no vaya a que les dé por pensar. Un Ministerio de la Alienación con un programa claramente definido. Nada de oenegés, religiones o cantautores «Papá, cuéntame otra vez». Licor («alcohol sí, política no», coreaban el fin de semana los jóvenes turcos), telenovela, lobotomía, peluquería, lexatin y prozac (regresan las drogas legales de los noventa, no sé por qué, como también el brit-pop… aquello de que la historia se repite. Ojalá Adidas recupere su logo).
Tal vez funden una Internacional («Jóvenes de todos los países, uníos» con sus hermanos del sur; tal vez se abandonen y fabriquen himnos underground a lo Eskorbuto: «No me preocupa la muerte pues ya todo está perdido, no hay futuro para nadie». Pero «como fuera de casa en ningún sitio». Aunque hiele.
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