miércoles, 13 de abril de 2011

La última vez que follé fue en el sueño de un amigo

La última vez que follé fue en el sueño de un amigo... y de eso hace ya dos semanas. Dicho así suena mal. Pero qué se le va ha hacer. En el sueño abría y cerraba puertas frenéticamente. En una de esas habitaciones follaba con una tía. No le pregunté cómo estaba la tía. No era plan. Así que no sé nada de mi último polvo : si estaba buena y si resultó satisfactorio.

Por tanto, dado mi historial reciente (el pasado no es para sentirse orgulloso), debería haberme alegrado cuando recibí su llamada. Dejé que sonara un rato, en un estado de indiferencia que no ocultaba también cierto pánico. Maldije los malditos móviles. Ella sabría que, si no lo llevaba encima, cuando volviera encontraría su llamada perdida. Desconectarlo ahora sólo hubiera delatado mi presencia. A pesar de todo : de que me costaría bajar a la cabina (no tenía saldo) más tarde e inventar una excusa para rechazar el plan, continué sin cogerlo. Cuando por fin paró de sonar, le quité la voz para que no me interrumpiera continuamente la película.

Pero, al momento, perdí interés en la película. Era una comedia y tenía su gracia. Sin embargo, la llamada me había intranquilizado. Posponía una conversación inevitable. El dejar inconclusa esa conversación, no sólo esa conversación, cualquier signo de acercamiento, supondría una ruptura con una etapa pasada de mi vida. Que estaba todavía ,pero cada vez menos.

Yo, sin embargo, sólo pensaba en un porro. La conversación se tendría, la vida continuaría... pero necesitaba humo que llenara mis pulmones y tranquilizara mis nervios. Apagué la tele y me tragué dos pastillas de valeriana. Aunque la idea fija era fumarme una leva y salí a la calle a buscar.

La manera más sencilla era llamar a un amigo. Hice memoria para saber a quien podía encontrar en casa. Y concluí que todos estarían fumando porros, viendo la tele, jugando a la Play... No me apetecía ver gente : el ruido, las voces, las bromas de siempre. Pensé en Miguel, no porque me agradara especialmente, sino porque vivía solo y era bastante callado, cualidad que casaba perfectamente con mi estado de ánimo.

El frío de la calle me hizo pensar en unos guantes ; y las estudiantes, con sus abrigos largos y su andar seguro, me metieron en la cabeza la estúpida idea de ellas y yo de la mano por las calles de la ciudad. Estúpida idea, sí, pero la imaginación se elevó un poco más que pensar en fumar.

Pero el deseo de fumar, más que nada la sensación de tener un porro entre los dedos, me llevaba a sortear a los desocupados que contemplaban los escaparates, las rebajas de enero.

Andando se me han ocurrido las más brillantes ideas. Argumentos para cine, disparatados monólogos, firmes convicciones... Dejo de andar y todo se acaba. Nunca, nunca puedo llevar al papel todo lo que se me ocurre. Enciendo el ordenador y no tengo nada interesante que escribir. Creo que Nietzsche también encontraba la inspiración en los largos paseos que daba cuando tenía problemas de salud. No es una comparación. Una vez me compré una grabadora... Por mi casa estará tirada o rota o yo qué sé.

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1 comentarios:

kuro dijo...

Yeaahhhhhhhhh!!!! Ah!, yo no fumo porros, jajaja.

Saludos y espero que estés bien.