lunes, 29 de agosto de 2011

Diarios 1999: 17 de mayo

1.-        Exámenes. La primera de mis tres finales. El examen de Comunicación Escrita. Sin tan siquiera estudiar, pero con fe (es una mentira que nunca se pierda), me he presentado al examen, y, mientras lo ojeaba, me he sentido repentinamente desganado. Dos o tres veces, al poco de empezar, he pensado entregarlo. Pero lo he hecho. Aunque con demasiadas prisas : escribiendo sin haber pensado antes la respuesta, conforme terminaba una palabra escribía otra, y así he completado las frases sin repasarlas después para ver si son coherentes. El caso es que creo que lo he aprobado. Incluso, si lo hubiera hecho más animado o hubiera estudiado tan sólo un poco, rondaría el notable alto. Pero, aparte de la falta de entusiasmo, me dolían los dedos de escribir y he empezado a sudar porque estábamos todos muy apretados y una chica guapa estaba sentada a mi lado.

2.-        Las fuerzas de la naturaleza. Película ideal para hacer la digestión. Bonita pero sin sustancia.

3.-        Sigo sin estudiar mucho, aunque sí más que estos últimos días. Pero no me concentro. Siento navegar mi cerebro plácidamente dentro de la cabeza. En un mar sereno de alcohol. A veces, ese mar se encrespa y lo que queda intacto de cerebro choca contra las paredes interiores de la cabeza. Lo que hace que me mareé y necesite sentarme. Pero la sensación de navegar por un mal en calma tampoco ayuda. Constantemente, de una manera débil (es cierto), noto ciertas señales, como un vaivén. Y no creo que sea normal (tampoco bueno).

4.-        Raquel Fuentes. Es un misterio de la naturaleza. Mi primera pregunta es : ¿todos la encuentran tan adorable, tan fascinante, o soy yo que la imagino como quiero verla ? Tiene un poco de barriga. Cuando entra a clase la miro fijamente caminar hasta que se sienta. Hoy estaba justo en frente de ella y ha levantado los brazos en un gesto espontáneo (encantador, por supuesto) y he contemplado sus axilas. Me estaré volviendo fetichista : no recuerdo nunca haberme fijado y disfrutado tanto de unas axilas. En un segundo las he recorrido imaginariamente cien veces con las yemas de los dedos, casi sin querer tocarlas, y otras cien veces las he besado. No sé si es posible la masturbación mental (lo consultaré con Juan : en estos menesteres es una autoridad), si así fuera he tenido la más duradera y satisfactoria de mis erecciones. ¡Y sólo ha levantado los brazos !
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